1.- La lectura de las Memorias de Alfonso Guerra me devuelven a épocas en las que valía la pena ejercer esta profesión. Pero también hacia situaciones vividas. Cuenta Guerra que fue invitado a pronunciar una conferencia en el estado norteamericano de Vermont y como la universidad anfitriona no disponía de una sala para albergar a la audiencia esperada, la charla -para hablar del socialismo del futuro y del futuro del socialismo- se celebró en una iglesia. Y a falta de atril y tarima, Alfonso habló desde el púlpito. Una vez, quizá por la misma época, viajamos a Aruba (Antillas Holandesas) un grupo de amigos, entre ellos Fernando Fernández, a la sazón presidente del Gobierno de Canarias, y yo. Entramos en una vacía iglesia protestante y le pedí a Fernando que se subiera al púlpito y nos dirigiera unas palabras. Y así lo hizo. Le tomé unas fotos y él me las robó por la noche, aprovechando que yo estaba dedicado a otros menesteres mucho menos religiosos en el hotel en el que nos alojábamos. No se fiaba de que a mi llegada a Canarias no las publicara. Como, evidentemente, habría hecho.

2.- En las mismas Memorias, Alfonso habla con cariño de su amigo Eligio Hernández y del homenaje que algunas personas, entre las cuales estaban ellos dos, le tributaron en Las Palmas a Juan Negrín, que presidió el Gobierno durante la guerra civil, un científico de primer orden y un gran patriota según el propio Guerra. Denostado por los socialistas, que lo acusaban de pactos con los comunistas, a Juan Negrín le retiraron el carné del partido hasta que, años después, su figura fue reivindicada y se le devolvió el carné a sus familiares. Guerra habla del documental dedicado a Negrín y emitido por La 2, con gran éxito. El otro día vi, en la Televisión Canaria si no me equivoco, un documental sobre Negrín, probablemente el mismo al que hace referencia Alfonso Guerra en su libro.

3.- Las Memorias de Guerra dejan al descubierto a un Felipe González receptivo a la adulación. No es extraño que González dijera que no iba a dedicar su tiempo a la lectura de ese libro. Guerra y González se distanciaron. Quizá porque a éste no le gustaba oír la voz de su conciencia. Hay en el libro pasajes muy interesantes sobre la Transición y se ponderan algunas de sus figuras, entre ellas Francisco Fernández Ordóñez y Fernando Abril Martorell. El político sevillano cuenta con precisión momentos de esa época, de gran valor testimonial y esenciales para comprender una parte apasionante de la historia.

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