1.- En varios artículos les he trasladado a ustedes mi inquietud por el derrotero que han tomado los medios de comunicación en este país. Lo que vende -desde luego, me excluyo en la compra- es la noticia judicial en la que siempre joden a alguien, aunque sea a un robaperas. Nos acosan los medios con malas nuevas: accidentes, catástrofes, guerras, atentados, corrupción, ladroniza, mamandurria. Nos hemos convertido en un país de sucesos, en el que nadie investiga para la ciencia, ni acepta una buena noticia como estímulo para vivir más positivamente. Una nube negra de catástrofes alimenta la información. Yo personalmente relaciono las caras de los locutores de la televisión con desgracias próximas o remotas y los considero incapaces, a ellos y a sus editores, de orientar sus informativos hacia novedades más optimistas. Estamos tan habituados a los malos rollos y nos alimentamos tanto de ellos que posiblemente cambiaríamos de canal cuando no nos los ofrecieran en bandeja de plata.

Yo no sé si esto -ya no viajo- está pasando en el resto de Europa y en los Estados Unidos, mercados informativos que conocía bien hasta que dejaron de interesarme (porque, en realidad, ya no me interesa casi nada de esta profesión). Pero, desde luego, en España hemos entrado en una -vamos a llamarla así, aunque la expresión sea cursi y tópica- espiral informativa infame, en la que la desgracia y la corrupción privan sobre otras noticias que ocurren, que son buenas y que deberían ser divulgadas al menos con idéntico afán que las otras. Sólo el fútbol y otros deportes nos ofrecen un respiro ante tanta catástrofe encadenada, gracias a que España ha sido siempre cuna de grandes deportistas. Menos mal.

3.- Todos los días ocurren malas noticias. Son las más fáciles de captar y de lanzar. El morbo ha sido un mal enemigo del periodismo. El morbo alimenta pasiones e interesa mucho más que una familia se haya precipitado con su coche al barranco que un trozo de meteorito revele la composición mágica de un nuevo mineral que le dé vuelta a la astrofísica. Por poner dos ejemplos. Pero también comprendo a los editores y a los directores de medios, porque uno de sus objetivos es vender. Y hemos acostumbrado tanto a que sea lo malo lo que venda que las buenas noticias se han convertido en un riesgo comercial. En fin, que no me hagan tampoco mucho caso porque esto es una pura reflexión en un día en que contemplo tornados en Oklahoma con veinte niños muertos, explosiones en Irak con docenas de personas destripadas por dos coches-bomba, un accidente con cincuenta coches destrozados y varios heridos en España y lo que te rondaré, morena. Es decir, que escribo muy tocado.

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