1.- Me encuentro con un señor que le echaba gasolina a su coche, en Tacoronte. Yo hacía lo propio. "Ya no me interesan sus historias", me dice, "aunque lo seguiré leyendo todos los días. Usted está hecho un muermo; antes era más divertido". Y debe de ser verdad, porque personas muy allegadas me advierten de que se me ha puesto cara de mayor y hago cosas que no hacen sino los mayores. Así que estoy a punto de sacar un pasaje por el Imserso, que nunca sé si es Imserso o Inserso, pero da igual porque a esa cosa la conoce todo el mundo. E irme a Benidorm, que es donde invernean todos ellos. Al regresar a casa me miro al espejo y, joder, es verdad que se me ha transformado el rostro y se me ha puesto cara de . Dios, qué tragedia, qué tristeza y qué desazón, todo al mismo tiempo. A mí me hubiera gustado mucho más disfrutar, a estas alturas, de la cara de Hernán Cortés; pero bueno, lo llevaré con estoicismo. La gente me saluda a su manera. Es común lo de: "Mira, ése es Chaves", momento de salir con las patas en el culo porque generalmente se trata de un pelma que te va a colocar un rollo y yo siempre tengo prisa; no sé por qué, pero es ahora que no tengo nada que hacer cuando me agita la prisa. Además, con eso del hambre, la gente se ha vuelto follonera y no quiero que se escape un cachetón, lo cual entra dentro de lo posible, y que yo haga el ridículo, porque soy un jubileta educado. También detecto una enorme proliferación de pelmas, alguno de los cuales ha averiguado mi móvil y me tiene seco. A pesar de que he dado instrucciones estrictas de que mi celular es sagrado, ciertos desocupados lectores lo consiguen porque son listísimos. La semana la he pasado en Madrid, así que no estoy al cabo de la noticia de aquí. Vivo muy cercana la terrible avalancha de la discoteca madrileña y la muerte de tres niñas que asistían a un concierto. Terrible, se le encoge a uno el alma con estos sucesos. Eso sí, el teléfono no para de gente que me llama para darme malas noticias, porque algunos se privan. Y hago un ejercicio que me ha venido muy bien: de noche, no pienso. De noche las cosas se ven negras, así que espero a que amanezca y reproduzco mis preocupaciones con las primeras luces del día. Me viene muy bien.

2.- El godo tiende a elevar la temperatura de las tiendas y hace fresco en la calle y mucho calor dentro de los establecimientos. Yo casi no compro nada, si acaso alguna prenda suelta en "H&M", que tiene lo mismo que el año pasado, pero más arrugado. Y también paso por "La Casa del Libro", a ver si encuentro algo que no tenga de mis clásicos. Ya saben que mis clásicos son Umbral, González-Ruano, Azorín, Julio Camba y García Márquez. Y algo de Cela. De ahí no salgo y, claro, con ese elenco es difícil encontrar algo de ellos que yo no tenga. Claudico pronto y paseo por Callao, donde te roban aunque no estés allí. Los gitanos están actuando ahora más en Sol; se han quitado de la esquina de Callao. Hay una novela muy buena de Chema Sanmillán, "Maruja, esquina Callao". Chema murió. Hicimos un viaje inolvidable a Indonesia hace ya muchos años. Fue la vez que me metí en el reactor de una planta nuclear que iban a inaugurar pronto. Impresionante, aún en plena obra de instalación. Había, en Bali, unas gordas, en una playa, que te daban masajes lanzándose encima de ti. Yo entonces estaba flaquito y una de ellas me dejó sin aliento. En Yakarta visité la discoteca más grande del mundo. Yo creo que era algo más que una discoteca, pero tampoco me molesté en comprobarlo porque me tomé una copa y salí huyendo. ¿Por qué les cuento yo todo esto, quizá para entretenerles el domingo, que hay más tiempo para leer? Cuando me encuentre a aquel señor en la gasolinera de Tacoronte me va a decir que parezco el abuelito Cebolleta.

3.- A mi padre, que estuvo en la guerra de España, le encantaba contar batallitas del frente. Una vez me dijo que se había acostado por la noche, nevando, que se había refugiado en su capote y que había apoyado la cabeza en una tierra muy blandita, muy cómoda. Cuando clareó se dio cuenta de que su almohada improvisada era la barriga de un muerto. "Joder, papá", le dije, "mira que te han pasado cosas en la vida". Y entonces él me respondió: "Las mismas que te ocurrirán a ti, cuando llegues a mi edad, pero espero que sin capotes, ni fusiles, ni barrigas de muertos". Cuando le pregunté cuántos tiros había dado él en la guerra, confesó, sin cortarse un pelo: "Ninguno; yo era el monaguillo del capellán". Y debía de ser verdad, porque cuando se alistó voluntario no había cumplido los 17. Nunca le planteé que escribiera sus memorias, pero habría tenido material para un par de tomos. Y cuando le pregunté por qué se había alistado voluntario para una guerra que a lo mejor no era la suya, sólo se encogió de hombros. Yo creo que nunca lo supo. Cuando se murió, me dejó una carpeta verde, propaganda de la compañía de seguros "La Equitativa", con todo su tesoro: el carné de la Falange, un certificado de que se alistó voluntario, dos medallas de concejal, otra condecoración que le habrán dado por ayudar a misa, por cierto, muy bonita, y la cartilla militar. "Yo fui soldado de segunda, porque no había de tercera", me decía siempre, descojonándose de sí mismo, que es un ejercicio que heredé de él. Y, si les digo la verdad, tampoco sé si las historias de mi padre les interesarán a ustedes; y como sospecho que no, las voy a dejar aquí. Les escribo desde Madrid, son las tres de la madrugada, hace frío en la calle y no hay nadie en la ciudad, a causa del puente de Todos los Santos. He puesto la televisión y sólo hablan las cadenas extranjeras del "Sandy", que dejó anonadados y sin casas a los que habitan en la costa Este de los Estados Unidos. Y fíjense en Obama: "Cuando nos ataca una tormenta, aquí no hay republicanos ni demócratas; aquí sólo hay americanos". Igualito que Rajoy y Rubalcaba, ¿no? Ay, papá, si vivieras te ibas a divertir viendo a estos totis gobernar a un país que va proa al marisco. "Pa la Chacarita", como tú decías siempre. Pues hoy lo recuerdo, a mi querido padre, digo, porque me da la gana y porque escribo en el día de Todos los Santos. De los difuntos, vamos.

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