La peor cara de la crisis la ofrecen los millones de personas que se encuentran en el desempleo y/o quienes padecen los efectos de la exclusión social y la pobreza, males que creíamos en vías de ser erradicados en el siglo XXI y que vuelven a golpear con dureza a la sociedad, con ruptura de muchos proyectos vitales irrecuperables.

España es el país de la Unión Europea en el que más han crecido las diferencias entre ricos y pobres en esta década. De hecho, en los últimos cinco años hemos alcanzado una de las tasas de exclusión social más elevadas del continente, evidenciando la falta de una gestión adecuada de la escasez de recursos con que hemos contado a consecuencia de la crisis y la nefasta acción política de los últimos ocho años.

La confederación oficial de las entidades de acción caritativa y social de la Iglesia Católica en España, Cáritas, presentaba recientemente su memoria de 2011, que tiene correspondencia con otros estudios dados a conocer este año en colaboración con la Fundación Foessa (Fomento de Estudios Sociales y de Sociología Aplicada).

Quienes podemos considerar la ONG más grande del mundo, apuntan un dato muy revelador: más de una cuarta parte de la población española pasa verdaderos apuros para subsistir. En total, la institución solidaria española ayudó, a lo largo de 2011, a más de seis millones de personas. En el caso de Canarias, la situación es aún más grave, y padecemos ratios que se acercan al 30% de la población.

Cáritas ha tenido que reforzar su canal de solidaridad con la inversión de 250.697.475 euros, 3,16 millones más que el año anterior. En plena crisis y con menos ayudas públicas, crece el número de voluntarios de Cáritas, para alcanzar los 64.251, es decir, un 4 por ciento más que en 2010. Y la mayoría de estos donantes, como señala el informe, se reconocen católicos.

Para la historia queda la frase de Alfredo Pérez Rubalcaba acusando al Partido Popular de ponerse del lado de la Conferencia Episcopal, mientras él estaba con quienes se situaban tras las pancartas. Falta de factores inhibitorios y total desvergüenza es lo que denotan esas palabras.

Cuando hablamos de exclusión social nos referimos al fenómeno que expulsa de los mecanismos de la sociedad a determinados colectivos, especialmente mujeres y jóvenes, que se acentúa en momentos como los actuales y cuya prevención es decisiva. Como dice el refrán: hay que prevenir antes que curar, pues en esta patología social la prevención es definitiva.

El perfil del pobre no ha cambiado pero sí se ha feminizado. El más habitual en estos momentos es el de una mujer joven, con hijos a su cargo y sin empleo. No obstante, y con independencia de la teoría que arrojan muchos analistas, la situación es dramática. Detrás de las frías cifras se esconden verdaderos dramas sociales, que, además, una vez pasada la crisis costará mucho recomponerlos y recuperarlos.

Sin embargo, la exclusión no tiene que ver nada con la marginalidad, es algo totalmente distinto, ya que el primero es un fenómeno nuevo y de etimología distinta. Nos estamos refiriendo, entre otras cosas, a las circunstancias en las que se encuentran los más de cinco millones de personas que están en situación de desempleo y al millón de familias que no perciben ningún tipo de ingreso.

La familia, núcleo básico social que está manteniendo mínimos de subsistencia, habría que inventarla. Esta institución no ha sido siempre bien tratada, y su papel es insustituible.

Ante esta situación, que ignoraron los Gobiernos anteriores del PSOE por carecer de factores inhibitorios, presentamos en la pasada legislatura una moción en el Senado para que se aprobara la creación de un Fondo Estatal de Emergencia Social que facilitara a las administraciones locales los medios necesarios para hacer frente al importante aumento que se preveía venir por las circunstancias sociales.

Es más, pedimos que este Fondo sustituyera al Plan E, que no sirvió para nada y que se tendría que haber enfocado como un Plan de carácter social. El Partido Socialista votó en contra.

Ahora que el mal está hecho, arrecian las críticas de estos sectores del PSOE, que buscando un rédito incierto y desleal han presentado mociones por las instituciones de toda España pidiendo la adopción de un fondo estatal contra la pobreza, y acusando al Partido Popular de unos males que ni mucho menos hemos creado. Tanto radicalismo les acabará pasando factura.

La postura del Partido Popular, mucho más conciliadora y constructiva, se ha plasmado en una moción presentada en todos los ayuntamientos y cabildos insulares de Canarias, que se ha aprobado con carácter institucional en la corporación tinerfeña, defendiendo los valores y aportación de los bancos de alimentos de las dos provincias y avalando su candidatura a los Premios Canarias 2013.

Pocas entidades merecen más que ellos este reconocimiento, por cuanto prestan una ayuda inestimable y digna de todo elogio, que en el caso de Canarias, donde los efectos de la crisis son especialmente graves, es decisiva para que cerca de setenta mil personas sin recursos de ambas provincias puedan ver aliviada su situación.

Ambas instituciones están integradas en la Federación de Bancos de Alimentos de España (FESBAL), distinguida con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2012, como parte de la Federación Europea de Bancos de Alimentos (FEBA), con presencia en dieciocho países y más de 6.406 voluntarios en toda Europa.

Los bancos de alimentos canalizan las relaciones con las instituciones, así como con otras entidades no lucrativas y empresas que facilitan alimentos excedentes o que ayudan en su sector de competencia a esta actividad.

Asumimos tanto el ejemplo de Cáritas como el de los bancos de alimentos, y defendemos la idea de que España necesita una estrategia integral contra la exclusión social y la marginalidad. Debemos trabajar coordinadamente, y comunidades autónomas, ayuntamientos, cabildos, diputaciones y consells deben incluirse en la coordinación y la gestión.

Ni podemos ni debemos mirar para otro lado. Entre todos tenemos que hacer frente a esta situación y, con medidas conciliadoras y decididas, debemos paliar los efectos que esta crisis está dejando en muchas familias de nuestro país. Nuestro compromiso con el humanismo activo hará que siempre estemos al lado de este tipo de problemas que necesitan la ayuda de todos.

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