Con el permiso del director de El DÍA, por la oportunidad del momento y coin-cidencia, fundamentalmente para la Región Canaria, me permito repetirles (con ligerísimas variaciones entre paréntesis) las dos cartas que envié a la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez (PSOE) en septiembre de 2009 y que, esta vez, se la dirijo a la actual responsable, Ana Pastor (PP), con la misma decepción y mayor cabreo.

Muy buenas, doña Magdalena Álvarez (hoy Ana Pastor), ministra que lo es de Fomento: los canarios estamos mosqueadísimos porque, según me cuentan, muchos peninsulares (de la Península Ibérica) piensan que somos plañideros, que vivimos muy bien por lo de la eterna primavera esa y que en las Afortunadas islas sigue el chollo del whisky/tabaco/indios (cuando eso se acabó hace muchos años). Y hasta hay quien dice que somos algo envidiosillos.

Existen muchas y variadas razones para tumbar de un plumazo todas esas supuestas prebendas. Así que, en esta primera misiva me voy a referir exclusivamente a los transportes y traslados para que vea que las personas (canarios, peninsulares y demás) que vivimos en estos peñascos no lo tenemos tan fácil. Me refiero, claro está, a los que no somos políticos ni tenemos derecho a pasaporte, dietas, facilidades y prebendas; condición fundamental para poder entender este artículo.

Vamos a ver: los que vivimos aquí nos enfadamos, un poco, porque un Canarias/Madrid, hablo en precio aproximado de ida y vuelta, tarifa normal -en pesetas que se entiende mejor- nos cuesta unas 80.000 ptas., y un Sevilla/Madrid, por ejemplo, salga por menos de la mitad. Entendemos y agradecemos ese 33% (hoy 50%) de subvención que tenemos desde regímenes anteriores, aunque no es esa la ecuánime solución.

Tampoco estamos celosos porque desde Cádiz, Córdoba o Málaga se pueda ir a la capital -Madriz- en coche, tren, avión, taxi, moto, guagua (bus) e, incluso, en patinete, que de todo hay. Nos alegramos de tanta variedad porque facilita el transporte y, sobre todo, lo abarata mucho. Pero nos preocupa, y ahí está el quid, que quizá "ahí" sigan sin saber que nosotros "aquí" para llegar hasta vosotros (ustedes, vaya) únicamente lo podamos hacer por avión o por barco. Y eso, señoría, conlleva olor a queroseno en las alturas con los vientos de Eolo; tufo a gasoil en las olas del mar de Neptuno, susto, mareo y vómitos varias veces por semana. Uséase: frecuentes calenturas de gentes isleñas tan amables, según dicen ustedes, y que proclaman ufanos nuestros padres de la Patria Canaria... "que van en preferente y sin certificado de residente". (Poesía).

Y fíjese, Sra. ministra, también comprendemos que con respecto a las demás provincias españolas estemos en desventaja, no por culpa de nadie, ¡qué va!, sino por lo exclusivamente geográfico que algún cursi (político claro) denominó "hecho diferencial", y que yo lo defino sencillamente con este pareado matemático: "Separación + alejamiento = encarecimiento".

Así, me dicen los empresarios de aquí, que los transportes de mercancía pesada -la dura y la delicada- tanto en avión como en barco, son el colmo en burocracia y, por supuesto, en carestía, lo que creo a pies juntillas. Por eso, uno que es particular y no entiende más que de su maleta, neceser y portafolios se imbrica en esta protesta de tantos y tantos años y le traslada el lógico enfado. Se lo envío con la esperanza de que se lo pase rápidamente al Sr. Zapatero (hoy Rajoy) que tantas cosas nos prometieron, el primero en el Pancho Camurria (terrero) exactamente un poco antes de las elecciones de 2007 y, el segundo, hace cuatro días.

Y aquí (así terminaba mi carta a doña Magdalena) acabaría este resumidísimo lloro, no envidioso ni superfluo, sino necesario como la vida misma, si no fuera porque, doña Ana, no es este el principal agravio comparativo ni el peor. Lo peor, Excma. Sra. ministra de Incomunicaciones, se lo contaré la próxima semana.

Besa su mano, suyo afectísimo este que lo es...

Nota. Entenderá el lector las variaciones de precios después de cuatro años que envié las cartas, pero es que no es la forma; es el fondo. Es decir: si no están convencidos de que esta autonomía es la más distinta, la más distante y una de las más pobres, no hay nada que hacer.