Un cielo tan cargado no se despeja

sin tormenta

LA CITA de Shakespeare no deja de correr como la pólvora por la red y los foros como una admonición de lo que se nos viene encima. España es portada y foco de los principales diarios internacionales y no, precisamente, para ponerla como ejemplo de cordura y buen gobierno.

La gente sale a la calle -con consignas más o menos acertadas-, pero asistida por el derecho a hacerlo, y los que tienen que oír siguen haciendo oídos sordos, comparando manifestaciones con golpes de Estado, ahondando en las desigualdades entre personas y territorios. Viviendo, en suma, en una burbuja de la que es deseable que salgan a tiempo, cuanto antes y a contrarreloj. Para mañana es tarde.

Cuando se publique este artículo se habrán presentado los Presupuestos Generales del Estado para 2013, en los que se ha previsto un recorte de 40.000 millones de euros para hacer frente a las exigencias de Europa, y volveremos a escuchar que son "los más austeros de la Democracia". Otra sentencia que cansa y que agota al ciudadano, porque es la evidencia más palpable de la incapacidad de este Gobierno del Partido Popular para gestionar la crisis, para crear empleo y comenzar a activar una economía que languidece desde hace ya demasiado tiempo.

Los recortes de los recortes de los recortes -bucle infinito que tendremos tiempo de conocer en toda su dureza- significarán para Canarias menos oportunidades de acercarse a la media del Estado, de la que ya estamos injustamente alejados. Menos dinero, también, para los Cabildos y para los Ayuntamientos, más restricciones que nos colocan en una situación extremadamente difícil a las administraciones más cercanas, que conocemos la cara del ciudadano, que escuchamos sus problemas de primera mano y sufrimos la impotencia de no poderles dar solución como desearíamos.

Los Presupuestos Generales del Estado son mucho más que un galimatías de cifras y tecnicismos de complicado entendimiento. De ellos va a depender qué tipo de vida vamos a llevar en los próximos meses, cuántos impuestos pagaremos, cómo será la educación de nuestros hijos...

Las expectativas no son halagüeñas y se complican aún más a medida que pasa el tiempo y no se ven, por ningún lado, ni resultados ni un presidente del Gobierno que asuma y explique por qué no los hay.

Y en este punto creo que es importante hacer una reflexión sobre esa realidad que el Gobierno del PP y su presidente Mariano Rajoy niegan. Si es cierto, como dijo recientemente Aznar, que el Estado del bienestar, por el que tanto hemos luchado, es ya insostenible, hay que ponerse a trabajar en nuevas fórmulas en lugar de maquillar y esconder la realidad que sí ven en otros países.

Si han logrado destruir con políticas erróneas y cortoplacistas el sistema público, ahora deben dar la cara y empezar a trabajar en un modelo que funcione.

Porque la fórmula actual de ampararse en la eficiencia económica para tratar peor a los que menos recursos tienen, desatender enfermos, dejar a niños sin escuela y a jóvenes sin futuro, tratar como ciudadanos de tercera a los de aquellas comunidades en las que no gobierne el PP, está claro que no solo es ineficaz, sino terrible.

Y en tanto este Gobierno no comience a plantearse que las cosas no se solucionan por sí mismas, que primero hay que tener la valentía de decir en voz alta lo que solo dicen en los pasillos, y luego buscar el consenso necesario para arreglar el problema, estaremos abocados a acabar como Portugal y Grecia. No está tan lejos ninguna de esas dos realidades.

Evitemos, pues, una tormenta mayor. Seamos capaces de entender que si algo se ha roto y no podemos volver a dejarlo como estaba, sí tenemos que encontrar la manera de reconstruirlo. Hay que buscar la fórmula para crear trabajo, para que las empresas contraten, para que paguen más los que más tienen. Sabemos bien que el café para todos no ha dado buenos resultados, porque ha llegado un momento en que la cafetera no daba para más. Y los ricos, cada vez más ricos y las administraciones, sin recursos para atender a los que no lo son.

Exijamos del Gobierno un ejercicio de valentía y sinceridad. Que ponga, de una vez por todas, las cartas sobre la mesa. Que no esconda lo que todos sabemos, porque lo vivimos, y que frene la confrontación para empezar a plantearnos una estructura de Estado que sí funcione, que dé oportunidades a todos, que tenga en cuenta el reparto de la riqueza y los recursos y que sea, por fin, adecuada a esta crisis que ya no es coyuntural y, por tanto, no se puede atacar con medias tintas y paños calientes.