LA ECONOMÍA de a pie en el Estado español carece de pulso, se ha ido aniquilando progresivamente tejido productivo y nadie puede esperar a corto plazo ningún tipo de reactivación asilvestrada. Porque encima se empeñaron en recortar y recortar en plan bestia -"ahora que estaba acostumbrando al burro a no comer va y se muere"- sin antes, o entre medias, tratar de estimular un horizonte para la creación o esperanza, emprendeduría o desarrollo, con las pequeñas y medianas empresas y con los autónomos como objetivo, que mantuviera al menos a flote las otrora numerosas clases medias, ya que supuestamente son ellas las que tendrían que sacarnos del agujero ante las teóricas oportunidades de negocio surgidas en los charcos abastecidos por las mareas bajas. Pero pocos están dispuestos o disponibles para remangarse los calzones.

Porque es tanta la ruina que los estallidos de las burbujas financiera e inmobiliaria produjeron en una economía como la canaria que antes prácticamente había sido tan rasurada en su sector primario e industrial, y exterminada sin contemplaciones en su sector comercial, abriéndose de patas hacia el exterior, que difícil va a ser levantar el vuelo. Ni aunque se activen los bancos. Los sueldos de los funcionarios, las prestaciones al desempleo, el llamado Estado del bienestar, el ejército o el Rey, los medios aéreos contra incendios dependían y dependen en buena parte de que haya señoras y señores dispuestos a asumir riesgos y emprender proyectos, cosa que, visto lo visto, no se va a propiciar fácilmente porque con la especulación, la incomprensión y el castigo -vía represión del consumo- a sus bolsillos, se han extinguido masivamente. Descansen en paz los valientes.

Con la bolsa desplomándose y la prima de riesgo disparada hasta niveles inauditos, no creo estar haciendo hoy una soflama catastrofista. Los analistas tienen claro que algún tipo de intervención sobre el Reino de España se va a producir, si no total, al menos parcial.

Una buena parte del dinero que se pide prestado es para pagar lo que antes nos habían confiado. La vergüenza del moroso ya pivota sobre nuestras cabezas. Que el rescate sea más o menos rápido, poderoso o duro depende del Banco Central Europeo (BCE), de que tome las decisiones y ponga a funcionar el montaje que hay en Bruselas.

Lo trascendente a escala mundial es que no solo está en juego el rescate español, sino también la misma existencia del euro. "Los mercados están cotizando la posible desintegración de la divisa única": lo explica un tal Daniel Pingarrón, de IG Markets: "Si el euro se rompiera, los países del Norte no saldrían tan mal parados como los países del Sur. En algunos Estados se producirían quitas, ante ello se protegen ahora los bonistas". Palabras de Pingarrón que comparten la mayoría de economistas. Pende una espada de Damocles sobre el euro que infla la prima y otorga financiación casi gratis a Alemania, Holanda, Finlandia o Luxemburgo.

Ante las perspectivas colocadas en esas dos opciones: primera, que nos rescaten con más y más de lo mismo y con el conejo de la carrera de galgos situado progresivamente más lejos o con el cuentagotas terminal colocado en la esquina; y segunda, que explote de una vez el desequilibrado euro. Probablemente, debamos estudiar a fondo la segunda posibilidad, viendo además que, por un lado, nada de lo que hacemos (la segunda vuelta de tuerca fiscal supone un ajuste nada menos que de 65.000 millones de euros, con medidas tan antipopulares como la bajada de la prestación por desempleo a partir del sexto mes, la subida del IVA o la suspensión de la paga extraordinaria a los funcionarios) sirve para calmar la furia vendedora que azota a la marca España; el Ibex se desploma y las grandes empresas se han visto contagiadas por el riesgo-país, con lo que están acusando la salida de inversión extranjera, y por otro lado van a perder también los que no quieren mojarse el culo.

Que la divisa única resista las turbulencias actuales o no dependerá de las políticas que se realicen. Hay quien calcula en un 40% las probabilidades de desintegración.

Desde los mentideros centroeuropeos lanzan repetidamente el mensaje: "Por el interés de todos, el euro va a sobrevivir"; aunque, si se confirma la política de llevarnos al precipicio y estrangularnos con el 7% y llegados injustamente a la vergüenza del moroso, tira pa''lante y que salga el sol por Antequera.

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José Antonio Infante