ANTE la nueva realidad que la actual crisis financiera impone a todos los sectores económicos de las distintas comunidades autonómicas que conforman el reino de España, tal vez sea el del turismo, junto con el sector servicios, el que más se sienta con la necesidad de cambiar para adaptarse lo más rápido que se pueda a las nuevas embestidas que los recortes presupuestarios y las bajadas de salarios están provocando en un sector que, hasta ahora al menos, venía siendo una tabla de salvación para ir cuadrando los balances tanto de las empresas como de las propias administraciones públicas.

De hecho, al menos para Canarias, cuyo futuro depende de cómo se mantenga de equilibrada la demanda turística, las tendencias de consumo están cambiando, en el sentido de que hay españoles que están congelando su presupuesto para viajes ante el incierto panorama económico y laboral que se avecina. Efectivamente, la campaña publicitaria "del ombligo" -por cierto, no he visto un ombligo más feo en mi vida y mira que los hay bonitos para elegir en Canarias- pretende que los canarios, en general, se queden en su tierra a mirarse eso, el ombligo, y que, en todo caso, viajen entre islas para compensar las posibles pérdidas del turismo extranjero y peninsular.

Lo que no han pensado los que han ideado la citada campaña es que para un canario, en líneas generales, le sale más barato irse a Madrid, Londres o Roma, incluso con el paquete completo de avión más alojamiento, que lo que le pueda costar el transporte a cualquier isla del Archipiélago. Nuestro problema es la conectividad. Pero también lo es el hecho de no haber adoptado en serio ninguna medida política o campaña turística dirigida a que los canarios conozcan realmente su propia tierra. Es una lástima que muchos canarios sepan al dedillo cualquier destino de la Península o del continente antes que la isla que tiene al lado de donde reside.

Si encima tenemos la desgracia de que al propio presidente del Gobierno canario, autonombrado absurdamente consejero de Turismo, se le ocurre la brillante idea de combatir la crisis aumentando el IGIC, entonces tendremos como resultado un futuro más negro del que nos imaginábamos. Pronto veremos cómo al que quiera disfrutar de unas merecidas vacaciones no le va a quedar más remedio que ahorrar recortando días de estancia, dinero disponible para gastar, así como evitar salidas a restaurantes y ocio nocturno. No es de extrañar que muchos canarios se queden en sus casas mirándose el ombligo, y no precisamente por seguir una recomendación publicitaria, sino porque no les quede más remedio.

El destino Canarias debe concebirse como una meta diferenciada y, a la vez, relevante para el consumidor, donde no solo figure de forma resaltada el binomio sol y playa, sino que podamos ofrecer otros reclamos relacionados con la cultura, la gastronomía, la naturaleza, el deporte, así como un turismo más específico dirigido a quienes buscan diversión, ocio y espectáculos. Por ello, sería necesario aumentar la propia actividad turística y su rentabilidad como método para generar empleo, así como impulsar nuestra imagen internacional y facilitar en lo posible la corresponsabilidad público-privada de la gestión turística.

Para lograr esos y otros objetivos que podamos aún definir, como pueda ser apostar por diversificar lo más posible la oferta, es imprescindible apostar por la reconversión de determinados destinos maduros, la renovación de algunas infraestructuras, la formación, el conocimiento y el emprendimiento como herramientas para mejorar la oferta y ser, por consiguiente, más competitivos. Es mejor decantarnos por la calidad y por la excelencia, así como por apostar por un turismo responsable y sostenible, antes que por la cantidad y el desgaste que la masificación por sí misma nos pueda terminar ocasionando un desgaste de nuestra oferta, y sobre todo de nuestra imagen.