NO ME APETECE escribir sobre temas políticos porque mi corazón se entristece. No escribo sobre temas económicos porque la tal tristeza sube de tono. Y no escribo sobre Alemania y doña Ángela Merkel porque la tristeza se empeña en subir hasta la enésima potencia. Así que he decidido escribir sobre literatura, como tuvieron ustedes ocasión de ver en mi artículo 440 del pasado día 2. De nada me ha servido. Porque un señor llamado Salvador Ramos me tilda de franquista y de que pertenezco a la derecha más extrema porque en mi citado artículo coloqué al poeta Rafael Alberti mucho más abajo que los escalones ocupados por Cervantes, Lope, Calderón, Quevedo, Neruda, Juan Ramón y Bécquer.

Es cierto que todo ocurrió así, como don Salvador me señala. Lo malo es que volvería a hacerlo si la ocasión se presentara. Y ya saben ustedes, si leyeron mi trabajo, que no cité entre los grandes a Góngora, Tirso, Galdós, Castelar, Menéndez y Pelayo, Menéndez Pidal, Unamuno, Baroja, Espronceda, Zorrilla, Balmes, Valle-Inclán, además de pasar por alto al Arcipreste de Hita, al Infante don Juan Manuel, a don Alfonso el Sabio, al Marqués de Santillana, Nebrija, Baltasar Gracián y no sé cuántos más. Conste también que dejé de citar -no me pregunten por qué- a poetas como San Juan de la Cruz, Garcilaso, Antonio Machado, Santa Teresa... todos ellos muy superiores -diga usted lo que quiera- al autor de "Marinero en tierra".

Pero ocurre, además, don Salvador, que a don Rafael Alberti lo he conocido y tratado. Y no he tenido que viajar a Cádiz. El señor Alberti estuvo en Garachico el 19 de enero de 1991.

Estuvimos con el poeta el alcalde de entonces, Juan Manuel de León, los concejales Ángel González Pérez y Esteban Hernández García (ambos fallecidos) y el secretario del Ayuntamiento, el bueno de Ceferino, tan amante de los temas literarios. El señor Alberti firmó autógrafos sobre una mesita que se colocó en el Risco Partido, para que viera el mar de cerca. Y tuvo el poeta gaditano la gentileza de dedicarme su libro "Antología poética", con estas palabras: "Para Carlos Acosta de su amigo Rafael Alberti, 1991".

Pese a ser yo tan franquista y tan de extrema derecha, no he arrojado el libro de tan destacado poeta a la basura ni he hecho con él una hoguera. Sigue estando conmigo porque la política debe ir por un lado y la literatura por otro. Aunque me da la impresión de que don Salvador no comparte tan simple "mandamiento".

Tengo una segunda noticia para usted, señor Ramos, y voy a aclararle un poco las cosas. En Garachico, concretamente en los jardines de la llamada Puerta de Tierra, se colocó el día 28 de abril de 1991, a las 5 de la tarde, hora taurina, un busto que el célebre escultor yugoslavo Tome Serafimowski, miembro de la Academia de Ciencias y Artes de Macedonia, había esculpido con la imagen del poeta. No sé los motivos que llevaron al alcalde de entonces a tal decisión. Pero no hay que pensar mucho para darse cuenta de que en Cádiz, patria del poeta, existe también una Puerta de Tierra. La gaditana tiene más de tres mil años, si es cierto que la erigieron los fenicios. La de Garachico es más moderna, más modesta, más pequeña... pero se llama también Puerta de Tierra, porque era allí donde se amarraban los barcos que recalaban a la hoy Villa y Puerto, antes de la erupción volcánica de 1706. Quiero pensar que don Rafael Alberti se encuentra cómodo en el lugar que le han señalado para que siga escuchando el inequívoco ritmo de las olas. Aunque tenga un poco cerca a un franquista y derechista como yo.

En estas cosas, don Salvador, impera la cultura sobre la política. ¿No lo cree usted así? Y, claro, los gustos de cada cual, afloran, queriendo o sin querer. ¿Sabe usted una cosa? Me gusta más, mucho más la poesía de Miguel Hernández que la de Federico García Lorca. Y me gusta más la de Luís Rosales, con "La casa encendida", que la del señor Aleixandre, aunque éste sea Premio Nobel. ¿Qué quiere usted que le haga?

Termino con un consejo: dese una vuelta por la Puerta de Tierra, de Garachico. Y haga alguna foto de Alberti. Al menos, para serenar su corazón, un tanto alterado.