No entiendo por qué no existe un movimiento al estilo 15-M que esté indignado con el propio pueblo español. El problema más grave que existe es que personas mueran de hambre mientras supermercados tiran comida "defectuosa" en contenedores con candados, pero parece que hemos olvidado que la solución para este problema es la educación.

No quiero marcarme el típico discurso crítico contra los recortes del Gobierno, aunque obviamente me parece triste que en este mundo nadie se alarme por la cantidad de dinero que se gasta en pagar a soldados y fabricar bombas, mientras que todos se alarman porque el Gobierno rescate una entidad financiera. Estoy triste porque me da la sensación de que vivimos en un país ignorante, en el que el 36% de la población entre 25 y 29 años no tiene ni la ESO, cuando en la Unión Europea la media es del 18,6%. Es triste que solo un 27% de esta población tenga bachillerato o formación profesional de grado medio cuando la media europea es del 49%. Únicamente estamos dentro de los estándares europeos en cuanto a jóvenes con cualificación universitaria o formación profesional de grado superior.

¿Esto es culpa de los políticos también? ¿Es culpa de los políticos que casi una generación entera prefiriera trabajar en la construcción en lugar de proseguir sus estudios? Ciertamente, ningún político está libre de culpa, pues aquel que gestiona el capital puede decidir poner en marcha unas políticas u otras. Sin embargo, ¿no tienen ninguna culpa esas personas que deciden no finalizar al menos unos estudios mínimos como la ESO?; ¿qué hay de esos padres que apoyaron en su día a sus hijos cuando cambiaron el lápiz y el papel por el martillo y el bloque?

Yo pasé hace poco por el sistema educativo español, ese sistema tan poco atractivo y que supuestamente intenta convertirnos en autómatas, pero a pesar de todo cada vez resulta más sencillo tener una titulación.

Supongo que, con el objetivo de que los números que hay que presentar a la Unión Europea cuadren, se está bajando el nivel educativo, se está bajando el nivel de esfuerzo que se le debe exiguir a un alumno para considerarlo formado. Esta debería ser la razón para protestar y ponerse en huelga. ¿Por qué no nos quieren enseñar?, ¿por qué no nos exigimos ser cada día mejores?, ¿por qué nos hemos convertido en un pueblo ignorante y poco formado?

Cada vez que veo protestas contra los recortes, o personas buscando explicaciones complicadas al alto índice de desempleados, me hago la misma pregunta, y me la hago con todo el respeto del mundo por los albañiles y camareros, pero ¿de verdad nadie se ha dado cuenta de que es imposible que un Estado se mantenga en buenas condiciones cuando lo único que sabe hacer bien casi la mitad de su población es servir copas, cargar bloques y ver fútbol?

José Isaac Hernández

Quintero

Cuba y el 110 aniversario

La República de Cuba conmemoró este 20 de mayo su 110 aniversario. Esta afirmación, aparentemente ingenua y cronológicamente cierta, es para los cubanos la semilla de la discordia. Para unos, la república que emergió el 20 de mayo de 1902 murió a manos de la revolución de 1959, dirigida por Fidel Castro. Para otros, la república fue, desde su instauración, solo una caricatura de independencia política. Para estos últimos, Cuba siempre estuvo dibujada por la intervención militar norteamericana que castró las esperanzas nacionales gestadas en largos años de guerra contra el poder colonial español.

El debate que nació entonces con la república se prolonga hasta el presente y ha sido utilizado según convenga. La república cubana no tiene aún para sus hijos una definición común. Los signos de su identidad se diluyen entre la oscura polémica de su nacimiento, el balbuceante desarrollo de sus primeros años y la quiebra ideológica e institucional que engendró el castrismo. Lo cierto es que, con independencia o sin ella, la historia de la república está dividida casi a partes iguales entre la democracia y el totalitarismo. En ambos casos, la dependencia extranjera ha sido una constante en los 110 años de historia republicana.

Durante los primeros años de democracia capitalista, Cuba sufrió la injerencia de Estados Unidos en los asuntos internos. Después, bajo el socialismo autoritario entronizado por Castro, le tocó el turno a la Unión Soviética. La gran diferencia entre ambos períodos es que la Enmienda Platt a la Constitución de 1901 -mediante la cual Estados Unidos se reservó el derecho de intervenir en los asuntos internos de la isla- fue el resultado de negociaciones entre potencias extranjeras, mientras que la dependencia de la ex-Unión Soviética y la servidumbre a su política exterior fue otorgada gratuitamente por Castro. "¿Qué república era aquella", fue la pregunta preferida por Castro para justificar el desmantelamiento de las instituciones democráticas después del triunfo revolucionario. Quizás nada mejor para ilustrar "qué república era aquella" que la propia descripción ofrecida por Castro durante su alegato de autodefensa en el juicio por el asalto al cuartel Moncada en 1953 y que se conoce como "la Historia me absolverá": "Había una vez una república que tenía su Constitución, sus leyes, sus libertades, un presidentle, un Congreso y sus tribunales de Justicia. Todo el mundo podía reunirse, asociarse, hablar y escribir con absoluta libertad. El pueblo no estaba satisfecho con el gobierno de turno, pero el pueblo tenía el poder de elegir un nuevo gobierno y solo faltaban unos días para poder hacerlo", dijo Castro, y añadió: "La opinión pública era respetada y escuchada y todos los problemas de interés común eran discutidos libremente. Había partidos políticos, debates por radio y televisión, foros y mítines públicos", afirmó Castro refiriéndose a la república cubana y su desarrollo democrático, frustrado con el golpe de Estado de 1952 que encabezó el general Fulgencio Batista.

Esa república, con sus logros y sus fracasos, sus virtudes y sus vicios, era la misma que nació un 20 de mayo y que Castro prometió rescatar para el futuro. Cinco décadas de castrismo-comunismo han legado a la nación una república muy diferente a aquella que Castro describió como un modelo.

Evelio Mezydo Echemendía

(Santa Cruz)

¿Qué justicia?

Para todos los que no nos metemos con nadie por sus creencias, pero que no confiamos excesivamente en una justicia divina, esa aseveración tan cacareada de que aquí o "allá" tendremos que rendir cuentas no acaba de dejarnos satisfechos, y pensamos que sería muy deseable que la justicia humana exigiese que antes del postrer viaje cada cual estuviese en paz con esa señora de la balanza, la espada y los ojitos tapados, tal como hacíamos de pequeños cuando jugábamos a la gallinita ciega.

Bastantes más que los que pensamos de la manera anteriormente señalada somos, y aquí también me incluyo, los que presentimos que la togada señora no está privada totalmente de la visión, que hay algo de trampa, y naturalmente en este país de tanta luminosidad la luz se cuela casi siempre por el mismo lado. ¿Es posible que sea por la derecha?

Todos los días de la semana, e incluso las fiestas de guardar, se destapa un nuevo "affaire", que según el diccionario es "el caso o asunto que alcanza notoriedad, especialmente el que implica escándalo", encontrándonos como protagonistas a lo más variopinto de la sociedad y de la política, con mayúsculas o minúsculas, teniendo más trascendencia, faltaría plus, según el tamaño del grafismo.

Aquello de que la noticia se originaba cuando un hombre mordía a un perro ha quedado, penosamente, totalmente demodé.

Los hombres de Eliot Ness persiguieron durante la ley seca en U.S.A. a una larga serie de delincuentes, de impresentables, llegando algunos de ellos a ser famosos por sus delitos y sus golfadas no solo en el mundo del hampa. Ahora, en cambio, primero se llega a la popularidad por los éxitos profesionales, las carreras políticas o deportivas, el apoyo televisivo, e incluso por las dimensiones del braguetazo logrado. Después, la ambición les puede y se plantean mejorar sustanciosamente sus dividendos, ya respetables, saltándose alegremente todas las disposiciones legales y, lo que aún es peor, las morales. No tienen suficiente con lo logrado, proponiéndose conseguir llegar a ser los reyes del mambo, pensando que su estatus les va a servir de protección. Sus inversiones internacionales en los más afamados paraísos fiscales y lo insignificante de su numerario les permiten el fichaje de abogados especializados en la materia, y, como siempre sucede, el que acaba en el talego es el robagallinas o el quinqui de turno.

¿Cómo puede pretender un miembro de la judicatura, presunto por supuesto, decir tranquilamente que diez o doce miles de euros no es digno de ser tenido en cuenta, cuando además dicho personaje lleva cosidos a su faldón unos guardaespaldas que ocasionan cinco veces más gastos que el señorito? ¿Cómo puede hablarse de pactar no ir a la trena devolviendo una parte de lo conseguido con juegos de manos más que perseguibles?

A un juez incómodo por su comportamiento y por los temas que tocaba se le encausó, juzgó y condenó en un santiamén, mientras otros procesos se eternizan sin que se sepa por qué, siempre amparados en un desmesurado montón de legajos.

Resulta incomprensible que estos delitos, que incluso son apellidados como de guante blanco, puedan alegremente llegar a prescribir. ¡¡Qué satisfacción más grande!!

José Luis Martín Meyerhans