LOS PERIÓDICOS y los telediarios se han llenado, en los días de la semana que hoy finaliza, incluidos los días anteriores a la huelga deneral convocada por los sindicatos, de fotografías panorámicas de las multitudes que han llenado hasta los topes la plaza de Cibeles y otras avenidas, plazas y vías céntricas de Madrid, Barcelona y todas las grandes, medianas y hasta pequeñas vías de casi todas las ciudades peninsulares y de casi todo el país.

Los organizadores demuestran, con las concentraciones previas, que han tenido su cenit el día de la huelga donde nadie trabajó, y esta España empobrecida y en tremenda crisis ha sufrido, más todavía, no solo el paro que está padeciendo por el incremento del desempleo, sino porque se ve venir un período aún más desesperanzador a la vista de este panorama cambiante que, lejos de desaparecer o, por lo menos, menguar, aumenta hasta límites hasta ahora desconocidos en España.

Eso es lo que, con su huelga general, están consiguiendo ya esos sindicatos tras la "luna de miel" que vivieron en el franquismo, con aquella verticalidad que desterraba peleas internas, y que hacía de los trabajadores unos potentados influyentes y hasta mandones sobre los empresarios, a los que consideraban como servidores de sus derechos y hasta de sus caprichos.

Estos "productores", como los llamaban en tiempos de Franco, tendrán, tras la huelga general, todavía menos beneficios laborales que los que tenían con "papaíto Zapatero". Aunque siguen mandando los líderes de UGT y CCOO y los otros sindicatos residuales, que mandan menos o no les hacen caso los sindicalistas rasos, empezarán a darse cuenta de que lo bueno no es eternamente duradero. Zapatero dio subsidios, mejoras y casi sueldos a los trabajadores para asegurar sus votos, y los trabajadores lo aceptaban porque si no votaban socialismo no habría ni favores ni mimos ni regalos de subvenciones. Y votaron por los socialistas y mantuvieron a Zapatero en la poltrona gubernamental porque aseguraban la papa suave de los subsidios. Pero ahora no hay "zapateros" que valgan, solo quedan los que arreglan zapatos y esos no aflojan subvenciones porque también sufren la crisis general que han implantado los socialistas.

Los sindicatos no pueden ya contar con subvenciones, sino con salarios serios y merecidos, y Rajoy les ha dicho que cobrar sí pero cuando trabajen, y se acabaron los poderes sindicales. Tras la huelga general como protesta por la reforma laboral que les ha quitado todo el poder que tenían, no es que los vayan a mandar a las listas de espera para trabajar como a los enfermos para curarse, pero insiste el Gobierno en que tendrán que trabajar y no darse la buena vida como con Rodríguez Zapatero, que les pagaba sin dar golpe.

Ese es el panorama que se observa. El socialismo está solo, sin nadie que le dé una subvencioncita, empezando a pagar la factura por el tremendo desastre de su nefasto "gobierno". Es un tiempo para olvidar, aunque traten de jeringarnos con sus huelgas generales, que van a tener consecuencias mucho peores para ellos mismos que para el partido que gobierna. Allá ellos si quieren seguir incorporándose al paro y alimentándose en los comedores solidarios. Eso, insisto, es lo que conseguirán con la huelga general.