QUIZÁS una adecuada gestión, pero eso no es la política; tal vez buenas maneras para lograr entendimientos, pero eso tampoco es la política; o tal vez insistir en que las cuestiones se conduzcan por la senda de la satisfacción colectiva, pero aun así no se acerca debidamente a sus linderos. Y es que si esto fuera así, si la política levantara sus vuelos en ese sentido, sería flor de un día, un caminar en la búsqueda de un objetivo concreto que cuando se logre se acabó la tarea y después a seguir en otra cuando llegue.

La política es mucho más que eso. Sobre todo, es audacia, adelantarse a los acontecimientos, ya que si estos pasan por la derecha y por la izquierda lo que sucede será el atrapamiento, lo inconcluso y la desazón por lo que no se ha podido realizar.

De ahí que dentro de la estructura de la política lo que se puede echar en falta sea que los grandes problemas que acucian a los países y a sus sociedades sean la ausencia de reflexión y la capacidad de acción que se ponga en el camino para refrendar y poner las cosas en su sitio, para no dar palos de ciego, porque si se abordan con el paso cambiado la frustración será permanente y la caducidad de los hechos será inmediata.

De la política queda tal vez poner en marcha la altivez de las formas y maneras, evitar el traperismo y el transfuguismo. Sobre todo el transfuguismo, puesto que es bochornoso y de muy mal gusto acostarse nacionalista y levantarse pepeísta, como si tal cosa, como si se pudiera jugar con el personal de esa manera tan descarada.

A la política le falta coherencia en determinadas personas que circulan por sus ámbitos sin mirar alrededor, pensando solo en sus mensajes personales, en sus componendas y como si lo de la ideología dejara de existir, no fuera con ellos.

Si no va envuelta en el ropaje de la ideología, la política será otra cosa menos política; la ideología es la que le da la viveza y calor de una llama que no se extinguirá jamás si no fuera porque los personajes que confunden la trampa con el cartón se debaten en sus propias miserias y huyen de esa vivacidad dejando atrás muchos atributos personales, y sobre todo el más relevante, cual es la dignidad.

A la política le falta eso, dignidad, que no es poco, y seguir firmes en la opinión cuando se está convencido de ella; no ser un cambalachero de sí mismo, dando tumbos de un lado para otro diciendo hoy una cosa y mañana haciendo todo lo contrario.

A la política le falta seriedad, y no solo la deben ejercitar y poner en práctica los políticos, sino todos aquellos que se mueven a su alrededor, porque la política no solo se desarrolla en el espacio de lo público, sino que es altamente individualista, y ahí debemos estar inmersos la mayoría con una ristra de compromisos perfectamente definidos.