Empiezo a ver un telediario y veinte minutos después caigo en la cuenta de que hasta ese momento solo han dado malas noticias, casi todas ellas económicas. Cojo un periódico, este mismo en su edición de ayer domingo, y me desayuno con que 600 empresas constructoras e industriales cerraron en Canarias durante 2011. Me llegan ecos de que los datos de la próxima encuesta de población activa van a ser catastróficos y, lo que es peor, que si hacemos caso de las tasas de decrecimiento -los brotes verdes que veían algunos hace un par de años parece que siguen aún en forma de semilla y bajo tierra-, tal vez nos situemos en los seis millones de parados. Quizá entonces, pues de eso se trata, haya que dar un apretón añadido a la subida de impuestos para que las cuentas del Estado no sigan descuadrándose. Después de todo, es propio del PP machacar a los suyos pues saben bien los dirigentes de este partido que los suyos lo son por convicción y no los van a perder fácilmente.

No obstante, y si realmente quieren enmendar la situación y sacar al país, como dicen, del profundo pozo en que se encuentra -además, en caída libre- les convendría a esos dirigentes populares abandonar ciertas posturas inmunes -lo que hacen, insisto, puede estar malhumorando a sus votantes, pero no por ello van a dejar de ser sus votantes; al menos de momento- y empezar a plantearse asuntos que pueden enfadar a la calle, y de hecho la van a enfadar, pero que no admiten más demora. Pero empecemos por la base.

Cuando comenzó la crisis financiera de 2008, España, Francia y Alemania tenían más o menos la misma tasa de desempleo: el ocho por ciento, con variaciones de décimas arriba o abajo. Cuatro años después, Alemania ha reducido algo su porcentaje de paro, Francia ha subido hasta el nueve y pico y España... Bueno, algo así como el 22,5% y al alza. Guarismo superado en muchos puntos por Canarias, esencialmente debido al Gobierno de inútiles -Rivero solo sabe poner cangos para seguir en la poltrona- que tenemos en estas Islas. No cabe duda de que buena parte de esa diferencia con Francia y Alemania (por no hablar de otros países europeos) se debe a que en España se vivía del ladrillo y negocios adyacentes. Una parte sí, pero todo no.

Si este país se sigue paralizando laboralmente hay que pensar en otras causas. Pensar, por ejemplo, en que los empresarios no quieren aventurarse a contratar hasta que no tengan claro hasta donde va a llegar la reforma del mercado del trabajo. Sería absurdo -piensa la patronal- firmar un contrato ahora pudiéndolo hacer en condiciones posiblemente más ventajosas dentro de un par de meses. Y cuando digo la patronal no estoy pensando únicamente en las grandes empresas, sino incluso en el más humilde de los autónomos que está calculando si podría volver a contratar a alguien a quien en su momento tuvo que despedir porque no podía pagarle el sueldo. Puede ser esto o, más grave aun, también puede ser que muchos desempleados con posibilidades de acceder a una ocupación prefieran seguir tirando con las ayudas del paro porque se han acomodado a no trabajar. Sea lo que sea, urge actuar porque de lo contrario nos vemos con esos mencionados seis millones de personas en las listas de las oficinas de colocación a la vuelta de pocos meses.