NINGÚN abogado defensor en sus cabales aceptaría el caso de Zapatero en el juicio de la historia de España que ahora comienza. Los indicadores de su gestión económica son tan negativos que no admiten discusión. El más importante, la tasa de paro, ha superado el veintidós por ciento cuando a comienzos de legislatura estaba solo al ocho y medio. Algo muy gordo ha tenido que ocurrir durante estos cuatro años para que los empresarios (los que crean empleo, según la sabiduría popular) hayan puesto de patitas en la calle a miles y miles de trabajadores a toque de pito. Sea lo que fuere ese algo (me he propuesto no utilizar la maldita palabra de siempre), Zapatero no lo evitó, como exigía su responsabilidad de presidente del Gobierno.

Solo existen tres causas, solo tres, por las que alguien no hace algo: no quiere, no sabe o no puede. Si Zapatero no "quiso" es que es un malvado, pero no creo que nadie lo piense (por el contrario, cosas de este país, le echaron en cara su talante y "buenismo"). Si no "supo" es que es un incompetente, que, como suele ocurrir en estos casos, se rodeó de mediocres e ineptos. Tal vez sea cierto; por lo menos es lo que dijo Rajoy en el debate frente a Rubalcaba y con lo que todo el mundo parece estar de acuerdo. Por último, si no "pudo" es porque no dependía de él, no tenía medios o una fuerza más poderosa le impidió emplear esos medios. Esto es lo que nadie parece dispuesto a admitir (indulgencias las justas).

Como tenemos la fortuna de vivir en democracia, hemos podido darle una patada en el culo (metafórica) a Zapatero y poner a Rajoy. Estábamos tan hartos que no nos importó desconocer su verdadero programa electoral; fue suficiente la promesa de hacer las cosas "como Dios manda". Estoy convencido de que Rajoy "quiere" y de que nadie, aunque no esté de acuerdo con sus ideas, piensa que sea un malvado. Sin embargo, mientras su plan de acción permanezca "in pectore" y no se produzcan los primeros resultados positivos, no dejarán de existir dudas razonables sobre si realmente "sabe", por más que haya proclamado (por ejemplo, en el debate de marras) que sabrá gestionar la economía y nombrar ministros competentes.

Por coherencia con el juicio inapelable a Zapatero, es seguro que Rajoy "puede" y que jamás caerá en la tentación de apelar a pretexto alguno.

Zapatero quiso y, según dicen, también pudo, pero no supo. Seguirá siendo durante largo tiempo el muñeco de trapo al que todos golpean desde la derecha y la izquierda. Rajoy quiere y puede. Esperemos, por la cuenta que nos trae, que también sepa.