LEO, repasando mensajes de lectores, una reflexión que no es nueva: CC piensa que algunas instituciones son ya, y para siempre, su finca particular. No sólo CC. También el PSOE andaluz, CiU en Cataluña durante muchos, muchísimos, años antes de que fuese desbancada por un tripartito en la pasada legislatura y también el PP donde le ha tocado estar, aunque los populares no han estado mucho tiempo en casi ningún gobierno nacional o autonómico.

Una consecuencia directa, en cualquier caso, de esas largas estancias en el poder. Permanencias que establecen, conviene recordarlo, quienes votan en las urnas. El hecho de que Ricardo Melchior pueda administrar el Cabildo de Tenerife durante cuatro años más, tanto si lo hace como el dueño de la finca o de otra forma, se sustenta en que el pueblo de Tenerife así lo ha querido. Melchior hubiera podido hacerlo incluso sin necesidad de entregarle medio Cabildo al PSOE. Quince consejeros resultan suficientes para sacar adelante importantes decisiones políticas llegando a consensos cuando sea preciso. Un esfuerzo que muchos políticos -los de hoy, no los de antes- prefieren ahorrarse. Es más cómodo, aunque no más democrático, contar con cuatro años de tranquilidad por delante. Bien es verdad que si Melchior no ataba al PSOE cabía la posibilidad, y hasta la probabilidad, de que Alarcó acabase de presidente. Ya bastante humillante fue perder el escaño del Senado. Perder también la finca insular supondría un amargo retiro. Al final, el bien personal, no el bien común.

Existen otras dos fincas que no ha perdido CC gracias al PSOE; precisamente gracias al concurso de quienes más han criticado esta forma de gobernar de los nacionalistas. Forma que no inventaron ellos y que no practican sólo ellos, pero a la que ellos jamás renunciarán. Hablo del Ayuntamiento de Santa Cruz y del Gobierno regional. Esta última la mayor de todas, naturalmente. Allá cada cual. Entiendo la postura del PSOE; de José Miguel Pérez, para ser precisos. El día que López Aguilar consiguió 26 diputados -los suficientes para quedar vestido y sin novia- comprendieron los socialistas canarios que deberían entenderse con los nacionalistas si no querían vivir siempre en la oposición. Por eso se quitaron de encima a quienes estorbaban para ese ineludible entendimiento -empezando por el propio Terminator- y se pusieron manos a la obra. El resultado, apenas cuatro años después, es la foto que recogía ayer la portada de este periódico; la imagen de un taimado Rivero, hombre que siempre tiene a mano la traicionera y socorrida daga vizcaína cuando le falla el estoque en la refriega cuerpo a cuerpo, junto a un pánfilo José Miguel Pérez, feliz como un niño con zapatos nuevos porque al fin va a estar en un gobierno de algo. ¿A qué precio? Al precio de que él, y los consejeros que entren con él en el enjuague, jamás serán los copropietarios de la finca. Ni siquiera serán los gañanes; a los gañanes suele mantenerlos el amo en la propiedad bastante tiempo, mientras que a ellos los echarán de mala manera en cuanto incordien o compliquen un romance en Madrid con el PP; es decir, prescindirán de ellos como se desecha a los amantes, o a las amantes, apenas su compañía empieza a ser aburrida.