CUANDO este "ladrillo", que así lo llamaba mi viejo y querido amigo Pedro Doblado, a quien hace años que no veo, llegue a los lectores, ya estarán sentados en sus respectivas poltronas los señores alcaldes de todos los ayuntamientos canarios, elegidos en los comicios del 22-M, y los presidentes de los cabildos de las siete islas y, en sillas o bancos más modestos, los señores concejales y consejeros de dichas corporaciones, menos en La Laguna, donde un recurso presentado por Socialistas por Tenerife, adversario de "Socialistas por Pérez", le resta un edil a sus excompañeros de Las Palmas y el follonesco contencioso hace que se retrase la constitución del ayuntamiento hasta el 1 de julio. Aquí José Miguel Pérez perdió la partida, aunque se salió con la suya y perjudicó gravemente al partido al obligar a Julio Pérez Hernández a ceder la alcaldía de Santa Cruz al nacionalista José Manuel Bermúdez, en uno de los muchos pactos contra natura a los que el señor Pérez ha obligado a los socialistas de la región, pero no ha podido con los sociatas palmeros, que se le han rebelado y han pactado con el Partido Popular nueve de las alcaldías insulares. Y, por su parte, en la isla de El Hierro, la Agrupación Herreña Independiente se ha opuesto al pacto entre Coalición Canaria y los socialistas si no se respetan los acuerdos locales que, según su costumbre, no se respetarán. Otro contratiempo para el "führer" socialista canarión, quien copia de Adolf Hitler lo del nacional-socialismo y quiere ejercer en Canarias el nazismo puro y duro.

Insisto en que, al lograr que Julio Pérez Hernández renuncie a la Alcaldía de Santa Cruz, José Miguel Pérez ha privado a la capital tinerfeña de un alcalde que, en preparación, en facultades, en probada competencia y en prestigio, tras ocupar un alto cargo en un ministerio del Gobierno de España, está a la altura, o quizás mejora la calidad de los mejores alcaldes que ha tenido Santa Cruz.

El señor Pérez, por este éxito político rastrero, se apunta la jugarreta como un sonado triunfo, en cuanto ha conseguido perjudicar sensiblemente a la capital tinerfeña, arrebatándole un gestor valioso. Pero como este mundo y esta vida dan tantas vueltas, quizá sea su mismo partido, en el que hay mucha gente más inteligente y mejor formada que el mandamás canarión, el que pida a Pérez cuentas por esta completa insensatez, producto de un odio enfermizo a una isla que no lo ha tratado tan mal, puesto que ha soportado con entereza y sin inmutarse todos sus desplantes y todas sus desconsideraciones y a la que corresponde con esta serie de ingratitudes malsanas en el terreno político. Pero allá cada cual con sus responsabilidades y con las consecuencias de su comportamiento.