ES LO QUE VAN a ir registrando las consultas democráticas que se hagan en el futuro próximo. Despiste, descontrol, castigo, protesta, cabreo, cansancio... Lo normal es que en las próximas elecciones aquí pueda suceder algo equiparable. Esperemos. En el norte de Europa se traduce en rechazo a mantener a los vagos del sur, egoísmo ciego, cerramiento, autarquía. En EEUU, con el Tea Party Movement sucede un fenómeno del mismo corte. Hasta la tradición desde San Nicolás a Santa Claus se resiente queriendo, hoy por hoy, reconsiderar por ejemplo el plan de rescate de Portugal.

Los Auténticos Finlandeses han sabido tocar la tecla que concita adhesiones y al mismo tiempo hacer temblar a Bruselas. Es el antieuropeísmo más allá del euroescepticismo, centrado en el discurso fácil de no querer pagar el derroche periférico. El partido de Timo Soini se opone radicalmente a los rescates de los países en dificultades y quiere eliminarlos. En esta cuestión tienen la compañía de los socialdemócratas, que, sin rechazar por completo los paquetes de ayudas, quieren cambiar su forma. Juntos pueden torpedear el rescate de los amenazados, ya que, a diferencia del resto de países, el Parlamento de Helsinki puede vetar la decisión del Gobierno. Si el legislativo se opone, eliminaría la posibilidad en la UE. La formación del nuevo Ejecutivo será complicada y seguramente larga. El pragmatismo finlandés no indica que se vaya a construir un cinturón de seguridad que impida el paso a los ultras. Podrán no formar parte del Ejecutivo, pero, dentro o fuera, su peso se hará sentir, y no solo en Finlandia. La onda expansiva llegará hasta Bruselas; es un factor que puede inclinar balanzas.

Entra en juego este partido de la teórica extrema derecha finlandesa, que curiosamente es una de la moradas de Papá Noel, que, como la leyenda, esparció la idea de que vivía en el Polo Norte, Laponia sueca, Laponia finlandesa y Groenlandia, y que no encaja en ese populismo barato con retales de la Coca Cola que ha conseguido evolucionar desde cinco representantes en la Cámara legislativa nacional en 2007 hasta nada menos que treinta y nueve diputados en 2011.

La tendencia que se deduce y que se confirma en las proyecciones para otros Estados como Francia es altamente desestabilizante. La ultraderecha xenófoba, antiinmigración y antieuropea, antiabortista o posicionada duramente contra el "gaymonio" sigue avanzando en Estados que habían sido antes referente de sociedades abiertas y progresistas. Al crecimiento de estas fuerzas populistas en Holanda, Dinamarca, Noruega y Suecia, se suma ahora Finlandia. Con el eslogan "El pueblo sí que sabe", el partido nacionalista Auténticos Finlandeses ha dado un salto espectacular. Del 4,1% de los votos en 2007 ha pasado al 19%, abandonando la marginalidad política para convertirse en la tercera fuerza del país, mientras el Partido del Centro, de la primera ministra Mari Kiviniemi, se desmoronaba. El avance ultra en Europa tiene varios denominadores comunes, a saber: el rechazo a los partidos clásicos y a los de gobierno, y el miedo a la inmigración en una situación de grave crisis económica. Sin embargo, Finlandia, país con excelentes resultados en educación, demuestra que no hace falta que los indicadores se disparen para que sectores importantes de la población se aferren a los discursos extremistas. El paro se sitúa en el 8,5%, muy lejos del 20% español o del 28% canario, y la inmigración, con el 3,5% de una población total de 5,2 millones de habitantes, es una de las más bajas del continente.

El euroescepticismo convertido en antieuropeísmo viene apretando desde arriba en un movimiento político y social que se basa en el rechazo, en mayor o menor medida, de la Unión Europea por parte de europeos. La periferia es la lacra, y la periferia de la periferia o ultraperiferia adjuntada se tiene que plantear el nuevo escenario.

A mi modo de ver, y sin duda, con una derecha insolidaria en Europa y una derecha restrictiva en España, los planteamientos de desequilibrio en los intercambios de las Islas con el resto de la zona son más defendibles que nunca, y el modelo, que ya de por sí es muy insuficiente e injusto, hace aguas.

Les pido que hagan el ejercicio virtual de contrastar desde una perspectiva de relatividad económica con respecto a nuestro tamaño los flujos hacia y desde Europa. Lo que damos y lo que recibimos; en definitiva, tampoco se vayan a creer el cuento de Papá Noel.