HOY vamos a ser explícitos al abundar sobre lo que dijimos ayer de Marruecos y el peligro que corremos. Quisiéramos ser igual de explícitos respecto a otro asunto; un asunto del que podríamos seguir hablando y no acabar, como quizás tengamos que hacerlo en una sala de juicios o de audiencias. Nos referimos a los casos judiciales que hemos perdido (aunque los tenemos apelados) tras haber interpuesto las correspondientes denuncias y demandas por ataques verdaderamente delictivos contra nuestro periódico y contra la persona de su editor y director, José Rodríguez. Sigue campando a sus anchas un chulón, al que con frecuencia citamos pero nunca decimos su nombre (bien se encarga él de ocultarse), que ignora la edad, la categoría moral, profesional, empresarial y patriótica de José Rodríguez y a diario, a través de un repugnante periódico digital que se dedica a lanzar invectivas contra políticos y personas decentes, intenta denigrarlo y ridiculizarlo. Al chulón lo tenemos denunciado por dos vías de momento; falta la penal, en la que pediremos penas de prisión para él. Esperamos que esta denuncia no caiga en determinados juzgados que se dedican a exonerar a verdaderos delincuentes de la palabra. Delincuentes convictos porque ahí están sus escritos, en primera página y en las páginas interiores de sus diarios, en los que se injuria y calumnia a José Rodríguez; a un patriota -insistimos- que defiende a su tierra de los ataques de los enemigos de Canarias y a Tenerife de las humillaciones y la rapiña de la tercera isla. Humillaciones y expolios también perpetrados por godos y peninsulares que están matando el hambre entre nosotros y que, a pesar de eso, en vez de agradecer la generosidad y hospitalidad de los habitantes de estas Islas, desprecian a los canarios porque los consideran inferiores. Godos como el que se tiñe el pelo (síntoma inequívoco de una personalidad trastornada), el que no se lava, el que traiciona a sus compañeros después de morder la mano que tanto le dio de comer o el que se mercó distinciones y favores suplantando la autoridad moral de José Rodríguez. Hoy tenemos que seguir escribiendo en clave secreta, pero hemos prometido que haremos un relato cronológico y detallado de todas las vicisitudes de carácter judicial y periodístico que hemos sufrido y estamos sufriendo por culpa de la hez del periodismo y la política.

Este, como decimos, es un tema accesorio sobre el que actualmente no podemos ser más explícitos. El asunto de Marruecos es más serio. Lo decíamos ayer y debemos insistir hoy en él. Podemos convertirnos en una provincia marroquí de la noche a la mañana. Basta con que así lo quiera el Gobierno de Rabat. Sólo la independencia, que equivale a tener un estado soberano, a ser un país en el que vivamos con libertad, identidad y dignidad, puede alejar de nosotros el peligro de la anexión al Magreb. Que nadie se engañe e intente engañar a los canarios: no hay más alternativa que la independencia. Cualquier otro planteamiento proviene de políticos incompetentes, de maleantes de la política y de conculcadores de la Constitución; la misma Constitución cuyo aniversario celebran solemnemente y con la mano en el pecho. Por ahí, por el concurso de esos miserables políticos, no nos va a venir nada bueno. De hecho, sólo ha venido el hambre, las colas ante los comedores sociales; como en la época en que doña Rosa Castro -creemos recordar que ese era su nombre- repartía ropa, calzado y unas perritas para que fueran tirando los más pobres de Santa Cruz.

Si seguimos así, si continuamos dependiendo colonialmente de España, vamos a necesitar la presencia de muchas doñas Rosas. De vergüenza. Lo que el general había erradicado, junto con la tuberculosis, ha vuelto a España y a Canarias de la mano de los socialistas y de sus cómplices nacionalistas. Porque los dos nacionalistas que tiene usted en Madrid, don Paulino, le hacen el juego a Zapatero. Ahora anda usted pidiendo la gestión de AENA en Canarias. ¿Más migajas, don Paulino? Pida la independencia de una vez y tendrá los aeropuertos, los puertos, la tierra, el cielo y el mar, que no lo tiene porque las aguas que le ha prometido Zapatero no son de España; son de Marruecos.

Don Paulino, en cierta forma nos ha defraudado, pero seguimos confiando en usted. Antes de que acabe esta legislatura, dé un puñetazo sobre la mesa del presidente del Gobierno de España (o dé ese mismo golpe con otros órganos) y dígale que Canarias no ha de ser ni para los marroquíes, ni para los españoles, sino para los canarios, que son los únicos y legítimos propietarios de estas Islas. Hágalo, don Paulino, antes de que sea tarde, porque el tiempo se acaba.