AMÉN de llamarme ignorante y otras lindezas que hoy no tengo ganas de repetir, me recordaba un lector hace pocos días que Zapatero tiene derecho a concluir la legislatura porque el PSOE obtuvo once millones de votos en las últimas elecciones. Doy por buena la cifra -más o menos lo es- porque no tengo ganas de ponerme a buscar en las hemerotecas el guarismo exacto. Cabe recordarle, empero, al no mencionado lector filosociata que el PP, igualmente de forma aproximada porque sigue sin apetecerme buscar, consiguió poco más de diez millones. Los votos obtenidos en conjunto por los demás partidos apenas llegaron al 30 por ciento de los conseguidos por uno sólo de los dos "grandes". Es decir, prescindiendo de nacionalismos y otros "minorismos", los españoles se decantaron en 2008 por el PSOE o el PP. Cabe augurar que en 2012 sucederá lo mismo, acaso con las cifras corregidas y aumentadas a favor de estos partidos. Lo demás son residuos aritméticos.

Aritméticos, pero no políticos, ya que a Zapatero le han bastado los 164.000 sufragios de CC y los 303.000 del PNV para imponerse, en su afán de permanencia en la Moncloa, no sólo a esos diez millones largos de votos del PP de hace dos años y medio, sino también a la voluntad de muchos ciudadanos que entonces depositaron en él su confianza pero que ahora no lo harían; ciudadanos -y ciudadanas, claro-, sobra precisarlo, entre los que también hay numerosos militantes o ex militantes de su partido. En definitiva, menos de medio millón de votantes -los de CC y PNV- le están imponiendo a más de diez la permanencia al frente de un Gobierno de un hombre que está arruinando a todo el país. Y no hablo sólo del descalabro económico -las crisis siempre terminan por superarse porque el dinero viene y va-, sino también de ruina moral. Algo más difícil de enmendar porque cuando una persona pierde la fe en sus posibilidades, mal asunto. Tampoco digo nada nuevo al afirmar que gracias a esa política consistente en ir de fracaso en fracaso hasta el hundimiento definitivo -un naufragio total que ya se vislumbra- son muchos los españoles que han perdido no sólo la confianza en sí mismos. También se han quedado sin sus empleos, sus sueldos, sus casas y hasta sin la posibilidad de ir una vez por semana al supermercado; ahora van a las casas de beneficencia para comer caliente al menos una vez al día.

A nadie se le escapa que con estas cifras en la mano -y no hay otras-, Paulino Rivero no puede justificar su apoyo a Zapatero. Por eso tiene que vender la moto de lo que le "sacó" ayer al presidente del talante. Lo malo es que se trata de una moto no ya sin ruedas, sino sin manillar, sin motor y sin la mayoría de los elementos mecánicos que median entre las ruedas, el manillar y el motor. "Logros" que podría enumerar aquí, pero prefiero no redundar sobre unos datos que pueden encontrar ustedes, cabalmente expuestos, en las páginas de información de este periódico. Léanlos y saquen sus conclusiones. La mía es que para esto no hacía falta viajar a la Villa y Corte; sobraba con subir al Sobradillo para echarse unas perras de vino con cualquier mago vernáculo. Bien es verdad que el rural autóctono, como diría mi vecino Andrés Chaves, no decide cuándo se convocan las elecciones generales; Zapatero, sí.