Queremos iniciar nuestro comentario de hoy siendo agradecidos con un municipio entrañable: Garachico. Desde el lunes, una avenida de esta localidad norteña lleva el nombre del insigne periodista tinerfeño Leoncio Rodríguez, fundador de La Prensa-EL DÍA. El emotivo acto, como informamos en nuestra edición de anteayer, fue presidido por el alcalde de Garachico, Ramón Miranda, y contó con la asistencia de los ex alcaldes Lorenzo Dorta y Juan Manuel de León. El actual primer edil garachiquense y el editor de EL DÍA, José Rodríguez Ramírez, descubrieron la placa que identifica la avenida con el nombre de Leoncio Rodríguez.

Creemos que es un buen momento para decir algo sobre el fundador de esta Casa. La labor periodística y literaria de Leoncio Rodríguez es conocida. Su gran aportación a nuestra Isla y a toda Canarias -Leoncio Rodríguez era un canario auténtico que sentía hondamente a su tierra- fue la creación de La Prensa, primer diario republicano y posteriormente diario de la mañana, que dirigió desde sus inicios, en 1910 -en este año de 2010 cumplimos nuestro primer siglo de existencia- hasta que en 1939 el régimen franquista lo obligó a unirse al periódico falangista "Amanecer". Una unión consumada pistola al pecho; es decir, a la fuerza. Un dato que deberían tener en cuenta quienes, desde la izquierda más cavernícola, más estalinista, más leninista, más trotskista y más ruin, nos acusan de franquistas. Reconocemos algunos aciertos del franquismo, pero nunca hemos negado que fue una dictadura despiadada y autoritaria de la que fuimos víctimas y no, precisamente, favorecidos.

Sin embargo, la obra de Leoncio Rodríguez no se limitó a la creación de este periódico, actualmente el más leído de Canarias y buque insignia del grupo de comunicación único y muy completo que existe en el Archipiélago. Leoncio Rodríguez también fue un escritor muy prolífico. De su pluma salieron obras como "Los árboles históricos y tradicionales de Canarias", "Estampas tinerfeñas", "Tenerife, vulgarizaciones y leyendas", "Lances y aventuras del vizconde del Buen Paso" y tantas y tantas, todas ellas rezumando sangre guanche, verdor tinerfeño, fuego lanzaroteño y aires campesinos y romeros, puros y frescos de todas las islas.

Leoncio Rodríguez era también un canario cerradamente independentista. Una faceta de su personalidad que se empeñan en desmentir los enemigos de esta Casa, que no son otros que los enemigos de esta tierra. Nos referimos a los amantes de la españolidad y también, por desdicha, a los nacionalistas oficialistas, bolsilleros y timoratos, a los que no les ha servido de nada el ejemplar ejemplo de Kosovo. Lo decimos con redundancia porque no nos queda más remedio que repetirnos día tras día, incluso a conciencia de ser pesados ante nuestros lectores, en la necesidad, en la imperiosa urgencia, de alcanzar cuanto antes nuestra soberanía nacional. ¿A qué esperamos?, nos preguntábamos en nuestro editorial de ayer. Si ya no hay ningún obstáculo legal para que un territorio sometido decida por su cuenta, de forma unilateral, independizarse del país que lo oprime, ¿por qué hemos de seguir los canarios esclavizados por los españoles? Si Kosovo, que está geográficamente unida a Serbia, es hoy una nación independiente, ¿a cuenta de qué tiene que seguir formando parte de España un archipiélago que fue vilmente invadido y situado a 1.400 kilómetros de las costas españolas y en otro continente? ¿Es que no se dan cuenta de este absurdo los nacionalistas -es un decir- de CC? De la señora Oramas y el señor Perestelo poco podemos esperar. Ambos han demostrado sobradamente que están al servicio del socialismo de Zapatero, que es un socialismo políticamente denigrado y distinto del socialismo humanista que siempre hemos respetado. Sin embargo, sabemos que, al margen de estos dos practicantes de la política pura, en CC hay patriotas convencidos de que Canarias, al igual que Cataluña, el País Vasco o Galicia, es una nación con derecho a tener su Constitución, sus poderes tradicionales y sus propios partidos políticos; partidos que abarquen todo el espectro ideológico, pero con el denominador común de la canariedad. En definitiva, Canarias es una nación real aunque esté desfigurada con el burdo maquillaje de comunidad autónoma y, como tal, posee pleno derecho a estar organizada como un Estado soberano. Ese era uno de los sueños de Leoncio Rodríguez, aunque las circunstancias de la época, mucho más restrictivas que las actuales, le impedían manifestarlo abiertamente.