NOS INTERESA hacer una puntualización respecto a nuestro comentario del miércoles sobre el Parlamento de Canarias. En concreto, a lo que decíamos de esa ráfaga de aire limpio que parece que ha entrado con la presencia del socialista Hernández Spínola como portavoz del PSOE. Un diputado, como algunos más -sólo unos pocos- dignos del cargo que ocupa, pues su proceder es muy distinto al del resentido político que lo antecedió en el cargo. Respecto al propio Parlamento, siempre hemos dicho, y lo reiteramos hoy, que dejamos a salvo la dignidad e importancia de la Cámara legislativa como institución en sí misma. Es decir, salvamos el continente, pero condenamos y despreciamos el contenido, porque no nos merecen respeto los hombres y mujeres que se sientan en sus escaños. Diputados y diputadas pagados y votados por el pueblo para ensuciarlo e, incluso, dejar mal olor. Porque ¿no es dejar mal olor lo que en estos momentos se está denunciando sobre la financiación de los partidos, y en concreto del PP, en el Ayuntamiento de Santa Cruz? Aunque se trate de un partido, ese partido se sienta en el Parlamento de Canarias. Estos desmanes han ocurrido y siguen ocurriendo, hasta el punto de que el pueblo nos ha dicho que lo del generalito que mencionábamos en nuestro comentario de ayer es necesario para echar del templo a los mercaderes, como los echó Jesús con un látigo en la mano.

La institución del Parlamento como tal, insistimos, es digna y merece ser respetada. Pero mientras continúe la porquería política, salvo excepciones, que se refugia en ese "antro" político, esa institución no sólo no sirve -es un despilfarro para las arcas públicas- sino que su mera existencia supone un atropello a la dignidad y el respeto que se merecen los habitantes de estas Islas, que son quienes les pagan el sueldo y los caprichos a sus "señorías". A tal punto de degradación se ha llegado, que el sentir general nos dice que no informemos de lo que ocurre en el Parlamento, porque es un desdoro, o una desvergüenza, o un descrédito hacerlo, aunque nuestra profesionalidad nos obliga a seguir dando cuenta de lo que realizan sus miembros. ¿Qué labor han hecho -contamos unos ejemplos- don José Miguel González; el portavoz de CC, José Miguel Barragán; la vicepresidenta primera, Cristina Tavío; el presidente, Antonio Castro -favorecedor de la tercera isla y de la suya propia-; el vicepresidente segundo, Juan Carlos Alemán; la secretaria segunda, Francisca Luengo, y la secretaria primera, la inefable María del Mar Julios, a la que CC quiere mantener en la Cámara legislativa pese a que es una inutilidad, regalándole a Las Palmas, para que voten por ella, un Palacio de Deportes cuya consecución han propiciado los representantes tinerfeños en Madrid, Ana Oramas y José Luis Perestelo? ¿Para qué ha servido María del Mar Julios en la mesa del Parlamento? ¿Para qué ha servido incluso cuando ha sido consejera de Sanidad? Lo repetimos: una inutilidad política. Una enemiga de Tenerife que, además, cometió la desvergüenza política de votar contra la propia Constitución española al reprobar al periódico EL DÍA ¿Con qué cara esta gente piensa repetir, si es que la independencia no llega antes de las elecciones de 2011? ¿Con qué cara esos rostros volverán a aparecer en la cartelería callejera y con qué voz van a sonar sus nombres en la radio habiendo cometido los desmanes contra el pueblo que han venido cometiendo? Han estado derrochando el dinero de los impuestos públicos a sabiendas de que proceden de obligaciones impuestas por las leyes a los ciudadanos. Han estado malversando, ya que en vez de destinar ese dinero a los gastos públicos necesarios, lo han dedicado a comidas, bebidas, viajes, servicios de transporte para su solaz y ocio, y hasta bragas vaya usted a saber para qué. Esto es una verdadera inmundicia política.

También una inmundicia política es la que se está produciendo en el Parlamento nacional, con la "insultada" Ana Oramas y el títere de ésta, José Luis Perestelo, convirtiendo en asunto de Estado lo que debe ser una simple gestión entre funcionarios públicos: el escáner del puerto de Santa Cruz. Qué vergüenza; qué bochorno. Todo esto induce cada día más a que la juventud pida la independencia, que es la única forma de arreglar esta situación.