1.- Si es verdad lo que dicen los periódicos, que yo no tengo por qué dudarlo, el ex viceconsejero de Justicia del Gobierno de Canarias y ex diputado fue trasladado ¡en helicóptero! Para que declarara ante el juez Pamparacuatro en Arrecife. Operación Jable. Un viaje en helicóptero desde Las Palmas a Lanzarote cuesta una pasta; pero una pasta. Estamos inmersos en una crisis económica brutal. Una citación a Batllori y un billete en Binter hubiera sido suficiente: total, 60 euros. Máxime cuando fue puesto en libertad sin fianza y con los cargos, perfectamente discutibles, de malversación y falsedad en documento mercantil. Dos cargos de todos los días, dos cargos que admiten toda la defensa del mundo. Que me digan a mí qué es lo que está pasando aquí y cuál es el espíritu real de esta investigación. Se están reeditando, en cuanto a las formas, los casos de Telde, de Mogán, de Las Teresitas, de los que nadie sabe nada de nada. En el de Las Teresitas se llevan gastados más de tres millones y medio de euros en investigaciones, ciertas de ellas no sólo infantiles sino de Alicia en el País de las Maravillas. Si todo sigue así la relación causa/efecto (si es que hay causa y hay efecto, que yo creo que no) va a pulverizar a la razón. ¿La razón? ¿Dónde está la razón en todos estos procedimientos?

2.- Sin embargo, todo puede pasar en este país. Sin querer hacer un totum revolutum quiero recordarles que el anciano de 90 años que leyó en Madrid el manifiesto pro Garzón, cuyo nombre actual es Marcos Ana, dicen que poeta, es en realidad Sebastián Fernando Macarro, condenado a cárcel desde los 19 a los 41 años por matar a un cura, a un cartero y a un labrador. La historia, queridos y desocupados lectores, es igual para todos y comete las mismas tropelías en un bando y en otro, que aquí somos mucho de bandos. Este país lo que tiene que hacer es normalizarse y poner las cosas en su sitio. Bastante sangre ha corrido ya para que ahora se fomente de manera inconsciente y espuria la confrontación y el odio. ¿O es que no les basta con la guerra civil, que estaba olvidada hasta que a algún imbécil se le ocurrió abrir de nuevo el tarro de las esencias con una esperpéntica ley de Memoria Histórica?

3.- Somos nosotros, los escritores de todos los días, los que mejor tomamos el pulso a una sociedad cansada de luchar por su supervivencia. Porque todo esto, lo de la histriónica memoria, no es otra cosa que un deseo de ocultar el hambre que empieza a destrozar a la sociedad española.

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