CANARIAS ha destacado, una vez más, tanto en la feria MITT de Moscú como en la ITB de Berlín, que son, probablemente, las ferias sobre turismo más importantes que se celebran en el mundo. Hemos conseguido compromisos formales para que el turista ruso y el alemán sigan visitándonos, al menos con la misma intensidad y devoción que lo venían haciendo hasta hace unos años, cuando no se hablaba de crisis económica. Pero si algo hemos sacado en claro en dichas ferias ha sido la necesidad de ponernos las pilas. La crisis afecta a todos, pero no todos los países están reaccionando del mismo modo, de tal manera que Canarias, al menos en estos momentos en que la burbuja inmobiliaria ha roto uno de nuestros pilares económicos fundamentales como es la construcción, no se puede permitir el lujo de perder competitividad frente a otros destinos emergentes como puedan ser Turquía, Marruecos, Egipto o determinados países del Oriente Medio.

No podemos olvidar que, para Canarias -para bien o para mal-, el turismo constituye su primera industria -en realidad casi la única- y, consecuentemente, debemos aprovechar su tirón económico -que dicho sea de paso representa un efecto positivo y multiplicador incuestionable- como principal generador de empleo. Cualquier industria -ya sea petroquímica o siderurgia- requiere de una inversión entre 50 y 100 veces más de lo que se necesita para montar una industria turística. Si, además, como es nuestro caso, que gracias a Dios vivimos en un verdadero paraíso, tenemos una maravillosa materia prima -sol y playa no nos faltan precisamente-, además de una cierta estabilidad política, social y económica, podemos felicitarnos y aprovecharnos de un determinado contexto -como es la paz, la seguridad, un buen clima, unas infraestructuras en continuo mejoramiento, unos precios competitivos…- para ver como favorable las expectativas de futuro.

Pero, obviamente, no todo son buenas noticias. Tenemos que mejorar en muchos aspectos. No podemos olvidarnos de que para ser punteros y destacar en este sector, debemos comprometernos todos -la sociedad en su conjunto-, pero sobre todo la Administración, en el sentido de que se tome en serio de una vez la necesidad de impulsar simultáneamente y de forma gradual el proceso de formación y especialización de cuantos intervienen en el mantenimiento de nuestra primera industria. Ha de ser un compromiso de todos; al igual que debe constituir también una responsabilidad social la de conseguir que nuestro turismo se base en un proceso de desarrollo sostenible.

En el caso de Canarias, el turismo debe y tiene que ser el sector que nos ayude a salir de esta crisis. Para ello, necesitamos invertir en mejorar nuestras plantas alojativas: el Puerto de la Cruz, en Tenerife, es un buen ejemplo de ello. Pero también es necesario dinamizar el comercio; apostar por el ocio; dar a conocer nuestra cultura; nuestra gastronomía; realzar la importancia de nuestros festivales de ópera y de música; arriesgar ofreciendo un turismo alternativo: de cruceros, negocios, gastronómico, rural, ecológico, de montaña, deportivo…; relanzar nuestro festival de cine ecológico; potenciar la actividad de nuestros centros de congresos; apostar por traer a nuestra tierra los certámenes más importantes de belleza que se celebren a nivel nacional e internacional; intentar que nuestros equipos deportivos -fútbol, baloncesto, waterpolo, etc.- sigan compitiendo en primera división; pugnar por la Fórmula 1, siendo capaz de construir un circuito que sea digno de nuestra capacidad de reto, riesgo y aventura…; y, siempre, apostando por ofrecer seguridad, calidad, tranquilidad y un buen servicio que, en definitiva, representa un modelo turístico de éxito que la historia y la experiencia han demostrado que es el más adecuado y válido del panorama internacional.

Canarias, por tanto, debe ser "el destino natural de los europeos" y de cuantos deseen encontrar un clima de confort y excelencia en consonancia a la relación calidad y precio. Canarias tiene que devolver la confianza perdida a un sector que se debate entre renovarse o morir. Pero este esfuerzo, que la pura necesidad coyuntural nos apremia a realizar, debe llevarse a cabo entre todos los sectores implicados. Es demasiado lo que nos jugamos como para estar esperando a que sean otros los que vengan a sacarnos las castañas del fuego. Nosotros mismos -la Administración y los empresarios del sector-, somos quienes tenemos que dar el paso decisivo para controlar de una vez no sólo el sector alojativo, sino también parte de las compañías aéreas y, por supuesto, las compañías operadoras que son, en definitiva, quienes deciden sobre los destinos turísticos de los clientes.

Es evidente que tenemos que plantearnos una nueva visión a largo plazo sobre nuestro futuro turístico, apremiando a nuestra Administración para que le dé un trato político prioritario que nos dé, al menos, la oportunidad de anticiparnos a los retos de competitividad que esta crisis económica nos ha puesto sobre una encrucijada global cada vez más difícil de afrontar con los medios de que disponemos. Como ven, ya no nos sirve, como hasta ahora, el reclamo de sol y playa. El turista de hoy necesita, quiere, exige… algo más. Si somos capaces de acertar en ese algo más, habremos comenzado a ayudar a Canarias y, por consiguiente a nosotros mismos, a salir de la crisis.

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