¿NECESITA España un telescopio supergigante instalado en La Palma? ¿Lo necesita España? Yendo un poco atrás, ¿necesitábamos el Gran Telescopio Canarias o GTC? Según para qué. Si es para figurar en un libro de récords, mejor nos ahorramos el esfuerzo mendicante. Si es para potenciar la ciencia, adelante. La siguiente pregunta es si se propicia un desarrollo científico con una instalación de esta envergadura. De nuevo la respuesta es ambigua. Por sí misma, no. Por añadidura, resulta absurdo pretender mejorar el desarrollo científico y tecnológico de una nación a golpe de presupuestos. No basta duplicar el porcentaje de PIB destinado a la ciencia para doblar la calidad de la investigación. Ese tejido se crea a lo largo de muchos años, a lo largo incluso de generaciones, y es más bien producto de un ambiente propicio que de una voluntad política. Hace falta, asimismo, un interés social que hoy escasea bastante.

¿Es importante que el GTC, actualmente el mayor y más avanzado telescopio del mundo, esté en Canarias? Indudablemente que sí. Las razones para justificar esta afirmación no cabrían en diez folios como este, como tampoco cabría la relación de motivos que aconsejan realizar cuanto esté en nuestras manos para que el telescopio supergigante sea uno de los vecinos del GTC en las cumbres de La Palma. Asunto distinto es, como digo, el rendimiento que podamos sacar de esa lotería científica y tecnológica si finalmente somos los agraciados. Más bien habría que hablar del rendimiento que estemos dispuestos a obtener de él. Una faceta del proyecto que me suscita serias dudas. El Instituto de Astrofísica de Canarias existe por la circunstancia natural de que La Palma y Tenerife cuentan con unas condiciones excepcionales para la observación del firmamento. Nada más. La misma razón, eso es obvio, por la que existen también los observatorios del Teide y Roque de los Muchachos. ¿Cuál ha sido el beneficio para las Islas de estas instalaciones a la vanguardia mundial de la investigación astrofísica? Muy poca, pese a que el propio IAC ha hecho lo imposible por desarrollar en su entorno la industria de tecnología avanzada. Cuando se estaba construyendo el GTC, se intentó por todos los medios formar una empresa para el pulido de los espejos; una empresa naturalmente de altas prestaciones que no hubiese creado muchos puestos de trabajo, eso es verdad, pero que habría abierto el camino a otras y otras más. Al final, todo quedó en un vano intento. En pleno boom inmobiliario, a los empresarios locales les interesaba mucho más el ladrillo y el cemento. Esa es la realidad.

Queda un aspecto un tanto peliagudo: el desdén del nacionalismo hacia la astrofísica. A los nacionalistas, sean de donde sean, no les gusta nada aquello que no pueden controlar. Dicho de otra forma, para ellos hasta la ciencia debe ser nacionalista. Por eso me he llevado una sorpresa agradable ante el interés de Paulino Rivero para que el Gobierno de España apoye la candidatura de La Palma a ser la sede del telescopio gigante. Ojalá se consiga. Aunque eso, como digo, no debería ser la meta sino el principio de una decidida apuesta por la vanguardia del conocimiento.