DESDE una perspectiva mediana en estabilidad, democracia, convivencia o cultura, el terrorismo, que se distingue de la guerra porque se manifiesta en la paz, es algo que atenta contra cualquier esencia humana. La vida siempre está por encima, ¡siempre!, pero por lo menos con esos condicionantes el uso indiscriminado del terror es demoníaco e injustificable. Atentar con saña contra inocentes (todos somos inocentes) o secuestrar para obtener nombre y dinero es una bajeza moral e intelectual de tamaño aberrante. Si tirarle una piedra a alguien es para echarse las manos a la cabeza porque le puedes dar, imagínense descerrajar un tiro con la velocidad a la que sale una bala o meter un bombazo, tipo fin del mundo, que puede trancar a cualquier criatura. Le puedes hacer incluso daño a alguien, "matar es fácil", decía un título de Agatha Christie. Secuestrar a cooperantes, más fácil todavía, ¡cobardes!, porque ellos combaten precisamente por equilibrar para distribuir mejor la riqueza, y esta es otra de las grandes gestas por las que el terrorismo destaca su corto alcance.

Consiste en el uso sistemático del terror -qué listo soy, ¿no?- para coaccionar o mandar mensajes a grupos, sociedades o gobiernos, y es utilizado por una amplia gama de organizaciones políticas en la promoción de objetivos, tanto por organizaciones de derecha como de izquierda, así como también por grupos extremistas religiosos, racistas, colonialistas, independentistas, revolucionarios, conservadores, ecologistas y gobiernos en el poder contra sus propios ciudadanos o contra naciones extranjeras.

Dicho esto, cada caso puede ser diferente. A veces parece que la otra parte se empeña en otorgar la razón al terrorista, convirtiéndose en un "todavía peor" (una y otra vez Israel se defiende "a lo salvaje" o ataca "a lo suicida" y así siempre estaremos en las mismas). En ocasiones no sabemos bien, me refiero a los mortales de a pie, qué es lo que quieren en realidad estas células disparatadas: ¿desestabilizar por desestabilizar? ¿Pa''qué? Sin esperanza ninguna de estabilizar después lo desestabilizado, atentar es perpetuar el disparate.

Llevando ya esta columna a un terreno distendido, si no puedo acabar en un manifiesto filosófico que te puedes morir por tiempos, entro sin perder el respeto en terrenos con pequeños toques de humor.

Algunos terroristas organizan sus reprobables actos criminales como si planificaran un atentado en Kuala Lumpur, dirigido a un malayo de la masa, y reivindicaran el derecho de los sebadales. ¿Qué tendrá que ver el malayo con los sebadales? Las interpretaciones y lo que creen que consiguen estos tornillos mentales, ¿consiguen algo?, son tan difusas o retorcidas que generalizar es imposible. Por ejemplo, si la pretensión de Al Qaeda era cambiarnos el modo de vida, que nos desnudaran y nos toquetearan cuando viajamos, pues lo han conseguido. ¡Enhorabuena! No sé pa''qué, pero ¡enhorabuena! Si cuando llego al aeropuerto debo despelotarme completo delante de la oficial de aduanas, para que sepa si como Jesulín tengo uno o dos, teniendo que manosearme cacheándome y quitándome la acumulación de gases (si transporto más de dos mecheros) o la botellita de agua Fonteide, pues supongo que puede haber alguien que diga que han conseguido algo, que también suponiendo no buscaban. Si me tengo que quitar los zapatos, el cinturón, las monedas, el móvil, las llaves y hasta la dentadura postiza de titanio? hay quien puede argumentar que entonces, y sólo entonces, Al Qaeda puede haber alcanzado el objetivo pretendido, cambiando nuestro modo de vida. Por tanto, ganando la guerra. Pero eso es muy rebuscado, ¿pa''qué quiere Al Qaeda que personalmente me desnude? ¿El zumbado del vuelo holandés perseguía que el presente le enseñara a un empleado de seguridad de Los Rodeos las partes?

¡Seguro que no! Si nos ponemos a darle vueltas al sexo de los ángeles -y según los enfoques-, terroristas camuflados podrían ser hasta los Reyes Magos de Oriente y Papá Noel. Por poder, les quitas la corona, les pones una chilaba y seguro que los niños salen corriendo con esas barbas que encajan en los vídeos promocionales en Al Yazira o Al Jazeera. Melchor (no Melchior) es clavado a Bin Laden.

Atentan contra nuestros bolsillos, nos dejan en muy malas condiciones para afrontar el resto del año, acaban con las reservas de dinero, dinamitan las tarjetas, ponen en rojo las cuentas y encima les hacemos fiestitas y ponemos lucecitas en las calles. Ahora es cuando nos damos cuenta del daño camuflado.