DECÍAMOS de doña Ana Oramas en nuestro comentario de ayer que es una caradura política en dos aspectos. Por un lado, parece que tiene la piel de piedra después de haberse ido con los canariones, que son de piel durísima. Y que no nos diga la señora Oramas que esto no es cierto. Que no niegue su ignominiosa entrega a Las Palmas. Que no nos diga que está en Canarias. A ver quién se cree que Canaria es Canarias. Por otro lado, decimos que es una caradura porque sigue sin cabernos en la cabeza que, desde su puesto de parlamentaria en Madrid, intente engañar a los canarios y a los españoles, aunque, por otra parte, esto último no es tan preocupante porque los españoles llevan seis siglos engañando y narcotizando a los canarios.

Lo que nos alarma es que esta señora siga pensando en pajaritos preñados. ¿Cómo es posible que siga sin enterarse, como en su día no se enteró don Victoriano, de que la delimitación marítima entre Canarias y Marruecos es del todo imposible, de acuerdo con el derecho internacional, mientras Canarias siga siendo una colonia española? Y si en realidad se han enterado, si de verdad sabían esto, ¿por qué han tenido la caradura de engañar a los canarios, haciéndoles creer en esa patraña de las aguas archipielágicas, la delimitación, la mediana, las asimetrías, las geometrías fractales y de todas clases y derivaciones, pueden separar de Marruecos lo que a día de hoy, y de forma indubitada, le pertenece al país magrebí? Que no, que no, que no: que en nuestras aguas -lo decíamos hace unos días pero conviene repetirlo hoy- no podemos pescar ni un guelde simplemente porque no son nuestras aguas, sino las de Marruecos, y así seguirá todo mientras Canarias sea el archipiélago colonial de un país, y no un Estado archipielágico con asiento y bandera en los foros internacionales. Esto significa que las elucubraciones de doña Ana Oramas carecen de sentido. O está mintiendo -y, por lo tanto, tomándoles el pelo a los canarios, como señalamos- o ignora por completo el trasfondo de este asunto.

Nosotros, al contrario que la diputada Oramas, no especulamos con imaginaciones. Nosotros nos ceñimos a una realidad tan incuestionable como preocupante: Marruecos está ahí. Y tanto está ahí, que en estas Islas mucha gente empieza a prepararse para convivir con la cultura marroquí, que no es mala -de hecho fue peor la cultura sanguinaria que nos impusieron los conquistadores españoles-, pero que es ajena a nuestra idiosincrasia. La cultura española no sólo arrasó con los indígenas canarios; los españoles también estuvieron en Marruecos, y también tuvieron que salir por patas de ese territorio. Hace tiempo que España pasó a ser un país insignificante, salvo con la excepción del paréntesis de la época del caudillo, cuando fue aislada pero era temida. Hoy está a la cola de las naciones del mundo con democracia; no demócrata, porque España sigue siendo un país despótico cuyos gobiernos legislan en contra de sus habitantes. Por si fuera poco, los políticos de Madrid se permiten el lujo de decir que es suyo lo que no lo es. Y estamos hablando de Canarias. ¿Cómo es posible, nos preguntamos, que los canarios, después de lo que hemos dicho, después de lo que dicen las informaciones nacionales e internacionales, después de lo que es evidente, después de lo que es axiomático, sigan creyendo que son españoles? ¿Cómo es posible que todavía nos dejemos explotar por los españoles, que son habitantes de una nación que respetamos en el plano de las relaciones entre iguales, pero que no es la nuestra?