LOS EXPERTOS que intervienen en la transformación del territorio, que están pendientes de cómo adecuarlo a las exigencias actuales y ante los retos de los nuevos tiempos, como el cambio climático, urbanización acelerada, y pérdida de valores paisajísticos y patrimoniales, han opinado y consensuado que no se debe seguir con los instrumentos planificadores tradicionales que inciden casi exclusivamente en los planes urbanísticos del suelo.

Habría, pues, que avanzar hacia una nueva cultura del territorio basada en una planificación participada y consensuada, que además de ordenar de forma lógica el espacio, persiga el aprovechamiento de oportunidades de desarrollo mediante proyectos concretos, y realizables y, sobre todo, que no sean traumáticos para la población que habita un determinado territorio.

Se hacen necesarias nuevas normas de gobernanza territorial basadas principalmente en la participación, coordinación, la cooperación y concentración, y aunque se tropiece con rutinas instauradas en el tiempo, ya el concepto de desarrollo sostenible y la necesidad de gestionar racionalmente el aprovechamiento de los recursos abre la puerta a la participación de los ciudadanos en ese gran objetivo colectivo.

Esta participación ya se encuentra recogida en varios de los principios de la Declaración de Río de 1992, donde se enfatiza con contundencia que la gobernanza de un territorio concreto no sólo se basa en el derecho que se tiene a la información, sino que también aparece un nuevo concepto, que es el de la inteligencia territorial.

¿Qué es la inteligencia territorial? Es aquel concepto que recoge y abarca unos mínimos de información para lograr un entendimiento básico común de la realidad territorial, de las propuestas y su posible aprovechamiento para generar visiones (estrategias) territoriales que involucren a la población en las distintas fases del diseño de un planeamiento, implementación y seguimiento de las mismas.

Por medio de la inteligencia territorial, en realidad de lo que se trata es de conseguir una verdadera implicación de la población en las decisiones que se tomen sobre un espacio para que se conviertan en una perfecta codecisión gracias a la información y formación reciproca de los actores implicados.

Con este nuevo modelo, con su instauración se lograría que todas aquellas aportaciones que afectan al territorio, y si se logra una perfecta simbiosis entre las partes implicadas, se encarrilen por la senda de la concreción y plena satisfacción.

La planificación e intervención sobre el territorio siempre ha sido difícil, pero esas dificultades, si se pone en rodaje la inteligencia territorial, seguramente no sólo paliarán sino que solucionarán aquellos problemas que afecten a las partes: Administración y ciudadanos.