El fallecimiento del escultor orotavense Ezequiel de León Domínguez ha conmovido a la Villa orotavense, no sólo por lo que fue dentro del ámbito artístico -escultor, restaurador, alfombrista, pintor...-, sino por lo que fue en su vida cotidiana en el día a día; hombre extrovertido, de buen carácter, sencillo, hablador. Tuve la suerte de conocerlo siendo yo muy pequeño, además de contar en el tiempo con su amistad. Siempre era igual; su vocación por el arte lo llenaba de ilusión, resplandecía su rostro cuando tenía alguna perspectiva inmediata, disfrutaba con lo que hacía y le gustaba hablar de sus obras; se sentía orgulloso de poder dejar su arte en tantas ciudades, pueblos o lugares donde requirieron sus trabajos. Dios puso en las manos de Ezequiel la habilidad suficiente para expresar en infinidad de obras que era un hombre de fe, un creyente que hizo uso de su corazón y de su mente para reflejar las mejores expresiones de dolor en los cristos crucificados por los que sentía gran pasión; o por la Piedad, otra de sus debilidades; o por la dulzura de las vírgenes o santas.

Ezequiel de León ha dejado un riquísimo patrimonio artístico en Canarias, traspasando además fronteras que comienzan por nuestra propia nación para llegar hasta Argentina, Brasil, San Antonio de Texas, Roma (El Vaticano) y Venezuela, donde tiene unas treinta imágenes de la Virgen de Candelaria. Ezequiel, un hombre excepcional, sencillo, de a pie, jamás se dejó notar por el orgullo o la vanidad por ser quien era, padre de una gran familia en la que algunos de sus hijos han cogido el testigo del arte. Supo llevar bien el tiempo de su enfermedad incluso en esa situación no dejó de ser Ezequiel. Deja un gran vacío en la Villa y en Canarias, pero enarbolará su nombre y el de su pueblo para la historia del arte mundial como lo ha hecho otro orotavense, Fernando Estévez. Ezequiel cuenta con numerosos premios por su gran labor artística. En camino está la posibilidad del Premio de Canarias, pero sin duda su gran premio, el mayor de los éxitos es el llegar a ser escultor en el Cielo, disfrutando a la vez del extraordinario catálogo de sus magníficas obras que siempre realizó como homenaje al Hijo de Dios o a su Madre en sus distintas advocaciones. Ezequiel de León Domínguez, padre de familia, escultor, restaurador, alfombrista, un artista evangelizador que dedicó su vida a resaltar la grandeza de Dios por medio del arte.

Antonio Expósito Mesa

(La Orotava)

Elipsis dramático

"Son niños que no causan nunca disgustos", asegura María Victoria Troncoso, que en 1976 alumbró una chiquilla con el síndrome de Down. Sucede un caso por cada 800 alumbramientos entre jóvenes de 30 a 34 años.

En Europa se da una singularidad callada y trágica: la edad del embarazo se demora, pero la incidencia del síndrome de Down decrece. La razón de esta irregularidad estadística se puede exponer con pocas locuacidades; ya no germinan chavales con el síndrome de Down, porque son exterminados cuando aún se localizan en el claustro materno. Son unas criaturas que se encuentran en riesgo de desaparición.

En España, los informes oficiales manifiestan que desde que se despenalizó, parcialmente, el aborto, en 1985, se han suprimido 1,1 millones de fetos, de vidas humanas. El Instituto de Política Familiar ha manifestado que la cadencia actual es de un aborto cada 5,4 minutos. Es decir 266 asesinatos cada día.

Por otra parte, la publicación The New England Journal of Medicine notificó el proyecto de una nueva prueba, no invasiva, que permitirá descubrir el síndrome de Down a los tres meses de la fecundación, con una exactitud del 87 por ciento.

Un facultativo que había ayudado al nacimiento del hijo de Ana, le notificó la novedad: "Su hijo tiene el síndrome de Down". Convocó Ana a su esposo y le dijo: "Tendremos que ir a por el tercero". El tercero, Javier, germinó sin ningún tipo de síntomas.

¿Tornaremos a una época ya extinguida en la que un mortal, por razón de su invalidez, ascendencia o dolencia cerebral no tenga opción a la existencia?

Vegetamos en un declive moral en el que los padres empiezan a asesinar a sus retoños por no tener ciertas peculiaridades físicas. Esta actitud es sumamente ofensiva y se asienta en la incultura: el síndrome de Down no es un asunto estético, sino un achaque embarazoso de una criatura débil e indefensa.

"Tengo 21 años. Cuando nació mi hijo me dijeron que tenía el síndrome de Down. Me quise morir. Pasé una depresión de tres meses. Ahora sé que el concepto que tenía del síndrome de Down era radicalmente distinto. Se acerca al año y medio, lo capta todo y ya ha empezado a hablar. Si retrocediera en el tiempo y me hubiera hecho la prueba y me aseguraran que mi hijo viene con el síndrome de Down, nunca me practicaría el aborto".

Clemente Ferrer Roselló

(Presidente del Instituto Europeo de Márketing, Comunicación y Publicidad)