Ni el rey actual, ni el rey emérito, ni la reina Sofía, ni la mujer del rey actual acudieron al sepelio de la duquesa de Alba, veinte veces grande de España. Mandaron a la infanta Elena, que no es miembro de la Casa Real, sino hermana del actual rey. Y me parece una tremenda desconsideración de la monarquía ante la desaparición de una figura señera de la nobleza mundial: Cayetana de Alba. A lo mejor es que el monarca actual, que se casó por la vía morganática, temía que el protagonismo de su mujer iba a decaer ante la familia Alba, cuyos ochenta títulos abruman incluso a un rey. Sevilla entera reclamó la presencia de un miembro más señero de la Casa Real en las celebraciones fúnebres de la duquesa de Alba, que se había metido en el bolsillo al pueblo de esta ciudad.

A mí me cuesta todavía aceptar el reinado de Felipe VI, sobre todo por la forma súbita e impropia de la abdicación de don Juan Carlos I. Y me cuesta aceptar a la actual reina porque, sencillamente, no me gusta. Yo la monarquía la concibo -sin ser monárquico- en sus principios más conservadores, es decir, con uniones de clase. Letizia no hubiera brillado en el entierro de la duquesa de Alba, a la hora de hablar de pedigree de la nobleza. Letizia no tiene ninguno; la duquesa era tan noble que la reina de Inglaterra hubiera tenido que arrodillarse a su paso. ada más y nada menos. Y como lo digo lo siento. Quizá por eso, para que Letizia no se sintiera disminuida, mandaron a una representación de segunda: Elena de Borbón, que ni pincha ni corta. Y además la sentaron en un trono en la catedral de Sevilla, que no le correspondía.

Esta es una monarquía desagradecida. Don Juan Carlos va a su bola y le importa todo un carajo. La reina Sofía ya no vive en España, sino en Londres, y ahora andaba por Grecia, que es su país. Y el joven monarca y su mujer tienen -al parecer- otras cosas que hacer antes de honrar con su presencia a la familia de los Alba, que siempre protegió y habló bien de la nueva monarquía española.

En fin, queda la anécdota para la historia. Cayetana de Alba era un crack, tanto en lo personal como en su actuación social. Ahora dicen que el duque de Alba fue embajador de Franco. ¿Y qué? Ha sido el aristócrata con más títulos de la historia de España e hizo mucho por España en unos tiempos en que España no era aceptada en ninguna parte. Ahora ha muerto su hija, una mujer inteligente, atractiva, amiga de toreros, de obispos, de intelectuales y de reyes. Hay que descubrirse ante el recuerdo de esta dama y lamentar que esta monarquía sea tan desagradecida.