ESTAMOS de acuerdo con Asier Antona, el número dos del PP en Canarias, cuando dice que Coalición Canaria tiene que regenerarse. No es cosa de abandonar las instituciones, a las que tiene derecho, sino de cambiar las caras. La gente rechaza a sus líderes porque están demasiado vistos. No se cansan los tíos (y las tías) de estar ahí; debe de ser muy bueno eso.

El sábado y el domingo próximos, CC tiene una oportunidad fantástica, en su congreso "nacional", para poner las cosas en su sitio. Pero, no. A los máximos cargos del partido aspiran los mismos de siempre. Que si Paulino, que si Barragán, que si Perestelo. Los mismos, siempre los mismos. No se cansan; ni se hacen viejos los jodidos. Parece como si la renovación nunca pudiera producirse, como si los que están se tienen que morir en los cargos, echando a los demás para atrás. La gente está harta de verlos en los mismos sitios, haciendo las mimas cosas y diciendo idénticas chorradas con las que pretenden convencernos.

No tengo ninguna esperanza en este congreso, donde va a imperar el aplauso. Las voces discrepantes serán acalladas por el regidor del escenario, el que manda a aplaudir cada vez que a algún mindundi se le ocurra una frase brillante. Dicen que quieren reconquistar la calle, pero, ¿cómo?, como se preguntaba el otro día un digital. ¿Reconquistar la calle en el "BMW" de gran cilindrada y los cristales oscuros? ¿Reconquistar la calle montado en el helicóptero presidencial, que lo único que le falta es recoger cada día a Paulino en El Sauzal para traerlo a su despacho? Vamos, hombre, así no se conquista la calle; en todo caso, el cielo.

El sábado y el domingo podría cambiar algo en CC, pero no va a cambiar. Se aprobarán las mociones, se elegirá al secretario general y al presidente y a los demás cargos. Paulino Rivero, peleado con el mundo y que ha puesto el mundo en contra de su partido, puede hasta salir reforzado. Y Coalición habrá cavado su propia tumba porque este mago revirado no está capacitado para sacar adelante el partido. Le falta clase, le falta sabiduría, le falta formación humanística y le falta humildad. Mucha humildad. Y en política sin humildad no se va a ninguna parte.

Miren, no hace falta llegar tan lejos, pero el presidente de Uruguay, Múgica, al que Paulino fue a ver, ha destinado parte de su casa del barrio de El Prado -el palacete de su residencia- a alojar a unos cuantos sin techo que había en Montevideo. En justa falta de correspondencia, Ángela Mena llama a la policía para que mande retirar los enseres de unos vendedores del Rastro porque ella no podía meter su coche en el garaje de Presidencia. Ay, qué pareja.