SIN DUDA, entre los votos inútiles en estas elecciones de mayo, el voto de castigo va a convertirse en la estrella. El voto de castigo es un voto no meditado en el que quien lo ejerce no lo hace por convencimiento sino por resentimiento. De hecho, el voto de castigo va orientado únicamente en sentido opuesto al que, curiosamente, es la opción preferida en realidad por el votante. Es decir, el votante quiere votar a un partido concreto, que normalmente está en el poder, pero en castigo por lo mal que lo está haciendo vota a la opción opuesta.

Aunque normalmente, como he comentado, el voto de castigo se ejerce contra el partido en el poder, también puede suceder que se ejerza contra un partido en la oposición, por no hacer bien lo que tenía que hacer para retomar el gobierno. Un ejemplo de esto fue el batacazo del PSOE en las generales del 2000, cuando, tras unas primarias en las que Borrell se ganó el derecho de presentarse para presidente, el aparato del partido consiguió que al final fuese Almunia el candidato. Finalmente, la propia militancia castigó a su partido, y el resultado fue espectacular para el PP. La estrategia funcionó desde la perspectiva de los castigadores, puesto que el PSOE entró en crisis, y llegó Zapatero. Precisamente, Zapatero se aprovechó de un voto de castigo muy fuerte contra el PP cuatro años más tarde, con una sociedad volcada contra la guerra, y unos atentados que movilizaron el voto hasta una participación como ya no era habitual.

Pero el hecho de que los castigadores consigan el objetivo de castigar a un partido concreto no obsta de la renuncia que hacen de ejercer su derecho al voto meditado y consciente, dando mayoría absoluta o relativa a la opción contraria, dejando el gobierno en manos del partido al que en condiciones normales nunca votarían.

Es decir, las consecuencias del voto de castigo son unas antielecciones. Se mide su eficacia en la medida en que perjudica al castigado, sin considerar que al castigar a uno se beneficia indirectamente a otro o a otros. El resultado final es que el castigado efectivamente no gobierna, pero el que va a gobernar tampoco es del agrado de una parte de quienes le votaron.

Una variante del voto de castigo es el voto de castigo que beneficia a partidos pequeños. Este voto se da cuando los que deciden castigar a un partido concreto piensan precisamente en las posibles consecuencias de sus actos, y deciden no encumbrar al enemigo ideológico, sino apoyar a una opción más pequeña. Esto no lo convierte en voto útil. Sigue siendo un voto "en contra de", y no un acto electivo de la mejor opción. Los franceses ya se llevaron un susto hace años cuando se dieron cuenta de que estuvieron a punto de elegir presidente a Le Pen. El resultado de la segunda vuelta demostró claramente que el empuje de Le Pen había respondido únicamente a un voto de castigo enfocado hacia partidos pequeños.

Otra característica del voto de castigo es que muchas veces no está en las elecciones donde debería estar. Las encuestas recientes dicen que desde que Zapatero ha anunciado que renuncia a la reelección el PSOE ha subido en intención de voto. Esto nos viene a decir que había un voto de castigo contra Zapatero mayor que contra el PSOE. Sin embargo, en las próximas elecciones no se elige al presidente del gobierno. Debería de ser irrelevante que se presentase a la reelección o no, puesto que en mayo nadie va a poder votar a favor o en contra de él. Sin embargo, el voto de castigo contra su persona era tan fuerte que (en el PSOE) han decidido eliminarlo de la ecuación. Además, en el caso concreto de Canarias, y más concreto de Santa Cruz de Tenerife, el voto de castigo se diluye y se autocompensa. Nuestra situación socioeconómica es bastante lamentable, pero las culpas se pueden achacar tanto al gobierno central, donde gobierna el PSOE, como al autonómico, que ha sido compartido por CC y PP hasta hace meses, como hacia el desastre municipal que tenemos, donde también están CC y PP, y además CCN. El que quiera de verdad castigar va a tener que afinar la puntería.

Pero aunque esta reflexión podría hacer pensar que UPyD, entre otros, se va a ver beneficiado, lo que me gustaría de verdad como candidato, es que todos los que se decidiesen por nuestro partido lo hiciesen porque de verdad conocen nuestro proyecto para Santa Cruz, para Tenerife, y para Canarias, que fuese un voto meditado, y no para perjudicar a nadie.

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