Enrique Marrero, presidente desde hace seis años de la Asociación de Vecinos XII de Octubre, recibe a EL DÍA en la sede del local de vecinos que se localiza en la calle Cruz de La Gallega –inaugurado el 1 de octubre de 1988, frente a la parada de guagua– y aprovecha para recordar que la mejora del entorno, siendo entonces concejala del Distrito Suroeste Gladis de León, fue una de las primeras acciones que se consiguieron cuando se puso al frente del colectivo.

El Chorrillo, el paraíso de los mosquitos

Nos recibe en un salón que, sin dar tregua a opinar, se apresura a recordar que la sede es fruto del esfuerzo de los vecinos del barrio, pues ellos mismos lo costearon y lo levantaron; es de su propiedad y no una cesión municipal, dice orgulloso del valor y la entrega de los mayores. “Deberías nombrar a maestro Julián, que murió hace un mes; era carpintero y puso y montó toda la madera, hasta participó en la instalación de la luz” cuando el lugar se llamaba Asociación de Vecinos El Pilarito, “luego le cambiaron el nombre y le pusieron XII de Octubre”. “Gracias al dinero de las fiestas se pudo hacer toda la mejora en la sede, porque cuando llegué estaba abandonada”, precisa Quique, como lo conocen en el barrio.

El Chorrillo, el paraíso de los mosquitos

El presidente de la asociación es neutral; o sea, reside en Los Baldíos y le ofrecieron tomar la presidencia porque se lleva con todos, “no tiro más por los vecinos de una calle que de otra”.

Quique hace un preámbulo antes de iniciar el recorrido por este barrio del distrito Suroeste al recordar una situación que afecta a la mayoría de la zona. “Esto perteneció al Ayuntamiento de El Rosario, que se lo entregó, en 1972, a Santa Cruz. Esto no estaba urbanizado, no había alcantarilla, sino que cada uno de los vecinos tenía un pozo negro”.

Comienza el paseo

Partiendo de la asociación, Quique Marrero señala, entre las principales carencias, la falta de un parque infantil en el barrio. “Aquí viven entre 1.500 y 2.000 vecinos, pero el número se multiplica durante la actividad laboral a diario; aquí pueden trabajar, de lunes a viernes, unas cinco mil personas... Piensa que en este barrio primero estuvieron las viviendas y luego llegaron las empresas”, precisa Quique.

El Chorrillo, el paraíso de los mosquitos

Antes de cerrar la puerta de la asociación, mira con satisfacción el trabajo desarrollado para recordar que “aquí ayudó mucho Maher (empresa de Manuel Hermoso Rojas, exalcalde de Santa Cruz), que donó materiales para el campo de fútbol, la iglesia y la propia sede, que se levanta en terrenos que eran de Pablo Zenón Marrero”. Nada más salir de la sede hacia abajo, en la esquina de la Cruz de La Gallega con Bouganvilla, junto al local, señala un terreno con desconsuelo de que se adquiriera para ponerlo a disposición de los vecinos del barrio.

Una rotonda en la carretera

Quique se dirige a la carretera general del Sur (TF-28) para señalar: “Ahí queremos que ponga una rotonda, porque se forman unos atascos importantes y es un riesgo para el tráfico; pero eso es propiedad del Cabildo y ahora parece que no nos hacen tanto caso”.

De camino a la carretera general, el presidente de la asociación de vecinos reclama la necesidad de asfaltar calles del barrio de El Chorrillo, como Bouganvilla o Jaramago. “Aquí todo se ha hecho al revés: primero se edificaron las viviendas y luego llegaron las empresas; ocurre lo mismo con la urbanización, se metieron a desarrollar la zona de La Gallega alta y a esta zona la dejaron en el olvido”. Como una situación de transición hasta que se ponga en marcha un proyecto de mejora, hay un acuerdo no escrito por el que el Distrito se ha comprometido a reponer el asfalto donde hay piche y cemento, donde hay cemento, puesto –todo sea dicho de paso– por los propios vecinos del barrio o por algunos empresarios, como los propietarios de Panadería Neo.

La calle de los mosquitos

Y llegamos a la calle Partacaminos, donde están empadronados los mosquitos. El origen de esta plaga se remonta a cuando se hizo esta vía, se colocó la canalización de aguas fecales y pluviales –juntas– y no se les dio salida, lo que provocó que el agua se empozara cada vez que llovía. La situación se arregló parcialmente cuando se aprovecharon las obras del nuevo alcantarillado que ejecutó en la zona el Cabildo (2003-04) y que los vecinos dispusieron para pedir la conexión de la red de la calle Partacaminos a la tubería que se instalaba desde La Gallega hasta cerca de la carretera general. Consiguieron que se diera salida parcialmente.

¿Qué ocurre en la actualidad? El tubo tiene salida por el saneamiento de La Gallega, pero no por el otro extremo de la misma vía, donde se sigue empozando el agua cada vez que llueve. Con el agravante de que la calle tiene una inclinación justo en sentido opuesto a donde tiene la salida. “Esto provoca que tenga la corriente en sentido contrario a la única salida”, lamenta Quique.

En primera persona

Manuel Negrín es el propietario del bar Partacaminos, abierto al público desde hace 33 años. Este gomero que llegó a Tenerife cuando tenía solo cinco recuerda que hasta que hicieron la conexión con el saneamiento que baja por el barranquillo de la Cruz de la Gallega esto se anegaba todo. “Era una piscina”. “Y, encima, luego hicieron ahí un edificio que se quedó parado en estructura”, señala Quique. “Ahora, parece que tienen que volver a abrir la calle para separar las aguas pluviales de las aguas negras”, apunta el propietario del bar. Su esposa, Marisa, –que hace las mejores tartas del lugar, apostilla Quique– confía en el presidente de la asociación de vecinos para que haga algo: “Por la mañana no hay tanto, pero por la noche tengo todas las paredes llenas de mosquitos; ahí no se puede estar”, asegura desde la calle señalando a las viviendas que están sobre el bar.

Quique y Manuel Negrín sacan a relucir, de nuevo, la necesidad de hacer la rotonda en la carretera general. “Ahí hay que quitar los semáforos y poner una rotonda”, reiteran, mientras Quique –secretario de Acción Sindical de la Federación de Trabajadores de Seguridad Privada (sector en el que ha trabajado 28 años)– recuerda que hace años hubo un accidente mortal de un trailer que acabó con un motorista, amigo del dirigente vecinal que actúa de guía.

“Además, las carreteras son inseguras para los vecinos porque a penas hay aceras”, se lamentan. Una de las claves de la situación que afecta a la urbanización es que no ha sido entregada al Ayuntamiento. “Si esto fuera municipal, la obra estaría mañana mismo”, dice el dirigente destacando la implicación con la zona del concejal del Suroeste, Javier Rivero.

Hasta dos cubas a la semana

El presidente asegura que, cuando llueve, el edil de zona manda hasta dos cubas a la semana a la calle para que retire las aguas en Partacaminos, mientras denuncia otra situación: el punto limpio en el que empresas y trabajadores del Polígono La Campana han convertido el final de la referida calle. “Ellos no tienen allí servicio de recogida de basura y la dejan abandonada ahí”, se lamenta.

A mitad de camino entre el bar Partacaminos y el punto limpio del Polígono La Campana, viven Maritza Bello y Francisco Navarro, que se reconocen con la mosquitera y el flix continuamente en la mano, porque “estamos pasando un infierno con los mosquitos; esto se nos llena. Quique, ¿sabes cuándo arreglan esto? Haz algo, que tu eres el alcalde de El Chorrillo”, le emplazan con humor.

La convivencia con empresas

Quique deja entrever también la dificultad que se plantea últimamente en la convivencia con algunas empresas de El Chorrillo. Y pone un ejemplo: “conseguimos que le pusieran aceras para que los vecinos mayores pudieran ir a misa... ¿Y, qué hacen los camiones? Aparcan sobre ellas ahora”.

“Tenemos otro problema añadido”, comenta Quique mientras avanza a la confluencia de la calle Partacaminos con la carretera general del Sur, para enseñar el punto limpio del Polígono La Campana. “Aquí –señala–, en medio de esta maleza, hay ratas tan grandes que tienen asustados a los gatos”, comenta, mientras se ven unos colchones abandonados junto a los contenedores, así como una cocina. Y, curiosamente, en uno de los árboles, un cartel que colocó la asociación –admite Quique– que recuerda el teléfono al que hay que llamar para concertar el día y la hora para dejar los enseres y evitar esa imagen.

A diferencia de la conexión del alcantarillado por la calle Cruz de La Gallega, en Flor de Lis esperan aún luz, alcantarillado... “Está todo abandonado por el exceso de burocracia”, cuenta.

Quique espera que el Distrito Suroeste saque un plan de urbanización, de momento se está reponiendo lo que hay, pero “es necesario que se haga algo; este debe ser uno de los barrios más abandonados de Santa Cruz y mira que Javi –el concejal de zona– está haciendo lo que puede y más; la semana pasada, incluso, se colocaron luminarias, aunque hay mucho por hacer”, reivindica el presidente de la AV XII de Octubre.

Javier Rivero, el concejal que trajo la paz

A Quique Medina no le duelen prendas a la hora de denunciar las carencias que padece el barrio casi con la misma naturalidad que celebra la entrega del concejal del Suroeste, Javier Rivero, y también con el reconocimiento a la ayuda que le prestó a El Chorrillo su predecesora, Gladis de León. Pero para Quique, el principal valor de Rivero, junto a su capacidad de trabajo, es que “ha venido a pacificar al movimiento de participación ciudadana de Santa Cruz”. Y predica con el ejemplo. “Yo mismo no me llevaba con una asociación de la zona y, desde la semana pasada, nos hemos vuelto a hablar gracias a la mesa que ha impulsado Rivero”. Este dirigente vecinal asegura que está al frente del colectivo de forma interina, porque se iban a convocar las elecciones cuando vino el Covid y alteró las previsiones. Sin ambición de perpetuarse en el puesto, Quique admite su vínculo con la zona donde desarrolló su infancia. “Soy el menor de trece hermanos; el más chico y el más grande (de altura)”, asegura son una sonrisa cómplice. Y otro motivo de satisfacción personal: “Fui el único que estudié: FP de Electricidad; luego, fui vigilante de seguridad”. “Aquí todos los chicos de mi época sin estudios eran carne de obra...”. “A mí me vino a buscar Santiago Martín para que fuera a jugar al cadete del CB Canarias y se comprometió conmigo a pagarme el transporte y hasta la comida, a cambio de que siguiera con los estudios”, comenta con orgullo de barrio y su historia. “Tengo un proyecto para recordar cómo fue esta zona”...