No puedo entender mi vida sin tener cerca casi todos los dos días un ejemplar del periódico EL DÍA… Recuerdos, desde pequeño, de verlo siempre en casa de mi abuela.

Recuerdos… siendo un poco mayor ya pendiente de que mi abuelo lo soltase para echarle un vistazo, e ir directamente a los deportes.

Recuerdos… de irlo a buscar junto al pan, tempranito, en los días de septiembre en Ten Bel; mes de las vacaciones con mis padres.

Recuerdos… un poco mayor ya, de la Biblioteca del Casino leyendo y haciendo algunas travesuras.

Recuerdos… como presidente del CB Hércules para ver el reportaje tras la presentación de los equipos al inicio de temporada, y para revisar las clasificaciones tras los partidos del fin de semana.

Y recuerdos también como secretario del Casino, de la Sociedad Centro Icodense, para conocer las publicaciones tras los actos sociales.

Y ya en la etapa de mi actividad política, más recuerdos, siempre pendiente de las publicaciones de carácter político, y de los artículos escritos de mi “puño y letra”.

Y por supuesto recuerdos de la era digital. Y sí, ya sé que lo puedo leer a través de internet… pero no es lo mismo.

El papel es parte del ritual de toda la vida; de ver y releer la portada y la contraportada. Es parte del ritual… empezar echando un vistazo desde el principio al final; y para luego ir a buscar los artículos que habían o han despertado el interés.

Periódico para mí es sinónimo todavía del papel. Del que sirve para todo: desde madurar los aguacates hasta para conseguir que los zapatos en sus cajas mantengan la necesaria rigidez para que no se estropeen.

El periódico en casa nos ha servido para todo. Pero lo cierto es que poco podemos hacer para evitar su desaparición. Problemas de uno que sigue siendo romántico. Lo cierto es que en papel o en digital EL DÍA continúa siendo el referente de los medios de comunicación.

Con muchos cambios desde que se fundó. Ya no están la radio ni la tele, pero EL DÍA sigue siendo el periódico que me ha acompañado, que nos ha acompañado, toda la vida; para lo bueno y para lo malo.

Me refiero a su condición de instrumento de fe pública o social. De los nacimientos y de los fallecimientos; de los actos sociales, de los religiosos… Fedatario de todo y de toda nuestra historia.

Larga vida al periódico de toda la vida. Mucho ánimo y salud para todos los trabajadores; para todos y todas que han dedicado o dedican su vida al periódico.