EL DÍA cumple 110 años y esta presencia informativa constante en Canarias me sugiere una reflexión que quiero compartir con todos ustedes en estas líneas. Quizás, para quienes nacimos antes de la creación y el auge de Internet, esa red global que nos comunica y nos permite dialogar hoy con el mundo, la función de la prensa posee un conjunto de significados que difieren, en mayor o menor medida, del que tiene para las nuevas generaciones. Leer un periódico como EL DÍA, recorrer con la mirada sus distintas secciones, aquellas por las que estaba más interesado, pero también aquellas otras que paulatinamente fueron despertando mi interés, supuso para mí una fuente de conocimiento, pero también de descubrimiento. Un hábito que adquirí muy joven y que, por fortuna, nunca he abandonado.

Las limitaciones a las que no hace tantos años nos enfrentábamos también estaban vinculadas a la comunicación y, especialmente, a la información. Por eso, el simple acto de acudir a un kiosco a comprar el periódico no estaba exento de importancia y, si me lo permiten, hasta poseía un cierto aire de ritual. De la misma manera en la que era muy diferente adquirirlo, por ejemplo, un miércoles, que hacerlo un domingo, en el que el ajetreo de la semana daba paso a una lectura mucho más pausada y reflexiva. Sí, EL DÍA me ha acompañado durante mucho tiempo, y, como supongo que le ocurre a la mayoría de ustedes, ha sido desde siempre uno de los canales a los que más he recurrido para mantenerme informado; para hacerme una composición de lugar de nuestra tierra y también del exterior; y, no menos importante, para formarme una opinión sobre cualquier aspecto que en determinado momento se hallaba en primera línea del debate público, ya sea para coincidir con las firmas que a lo largo del tiempo han expresado su punto de vista o bien para disentir, pero no de una manera irreflexiva, acrítica, sino, por el contrario, asumiendo todo lo que me distanciaba de ellas para construirme, en definitiva, una opinión más argumentada.

EL DÍA, entre otras muchas funciones, también ha sido el cronista y el notario del devenir de nuestro Archipiélago. Y en ese desempeño quiero incluir al municipio de Santa Úrsula, del que me honro en ser alcalde. Basta con recurrir a las hemerotecas para obtener una amplia visión del progreso que ha registrado nuestro pueblo en todo este tiempo. Del mismo modo, es suficiente con hacer un seguimiento a sus informaciones diarias para ver cómo se está construyendo y preparando nuestro municipio para el futuro. Por supuesto que no quiero obviar la función de un periódico para exponer la actualidad política y dar voz a unos y a otros, a unas y a otras, y practicar el sano ejercicio de democracia y libertad que supone presentar todas y cada una de las tendencias. Pero más allá del necesario debate, de la discrepancia y del disenso, en lo que estamos todos y todas de acuerdo es en que buscamos lo mejor para Santa Úrsula, para Canarias, para España y para el mundo en el que vivimos. Y en ese objetivo considero que también está EL DÍA: en este caso, el de informar, desde la pluralidad, de cuanto acontece en nuestras islas.

Si todos los medios de comunicación son necesarios para garantizar la salud democrática de una comunidad, el periódico, ya sea en papel o en formato digital, resulta absolutamente imprescindible si queremos mantener un contacto permanente, riguroso y reflexivo con la realidad que nos toca vivir en cada momento. Y también para apreciar, con el mayor número de puntos de vista y opiniones posible, esa realidad que va mucho más allá de nuestro pueblo, de nuestra comarca, de nuestra isla… Por todo ello, me gustaría felicitar a EL DÍA por estos 110 años informándonos, pero sobre todo quisiera expresar mi agradecimiento a ese amplio conjunto de profesionales, mujeres y hombres que han encaminado su carrera profesional en el periodismo, por hacernos partícipes de este aniversario y, especialmente, por brindarnos cada día una información veraz y plural.