Tal vez sea por mi condición de jurista que me resulte inevitable responder a la invitación cursada por EL DÍA comenzando por recordar lo que significan los medios de comunicación en nuestro país en lo relativo a derechos y libertades. La Constitución española realiza, en su artículo 20, un reconocimiento al derecho a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito u otro medio, así como a comunicar o recibir libremente información veraz por el medio de difusión del que se trate.

La historia de cualquier medio de comunicación nacido en el siglo XX en España es la historia de nuestros abuelos y nuestros padres, nacidos en la dictadura; es la historia de mi generación, forjada en las luces de la Transición, y es, también, la historia de nuestros hijos, herederos de una joven democracia que ha sabido integrar y normalizar las diferencias desde el respeto a las ideologías y el anhelo de continuar creciendo en libertades para no repetir los tristes errores del pasado.

La existencia y pervivencia de un medio de comunicación es, de por sí, una buena noticia. Tras casi ochenta años desde su fundación, EL DÍA nos muestra ahora una apariencia totalmente renovada. Es época de cambios para esa casa donde han crecido decenas de periodistas de esta tierra, donde se han formado muchos de los grandes maestros de un oficio tan bonito como sacrificado.

Quiero detenerme precisamente en ellos, en todos esos redactores, fotógrafos, publicistas, correctores, diseñadores… Ellos y ellas nunca son noticia; son invisibles detrás de su boli, de su cámara, de su libreta, pero sin su trabajo ese periódico no podría presumir de haber salido a la calle cada día desde febrero de 1939, adaptándose a las exigencias de los tiempos, reciclándose frente al tsunami tecnológico y luchando contra la precariedad que ha azotado a los medios de comunicación en España desde el comienzo de la crisis económica hace ya más de una década. Para ellos va el aplauso del Parlamento de Canarias, donde tantas crónicas han escrito y donde tantos momentos han inmortalizado sus periodistas gráficos para riqueza de la memoria colectiva.

Desde las instituciones debemos velar por el bien común y facilitar la función de servicio público a la sociedad que desarrolla el periodismo. En esta décima legislatura, nos hemos propuesto abrir, aún más, puertas y ventanas del Parlamento de Canarias para acercarlo a la gente de nuestra tierra, para que forme parte de la vida de los canarios, y para ello contamos con los medios de comunicación como cómplices necesarios y de derecho en esa tarea.

Confiamos en que estos nuevos tiempos que vivimos en Canarias en todos los ámbitos traerán vientos frescos para la prensa. Que sea mucho lo que quede por contar.