Los hijos de Manuel Tejera sabían que era domingo porque era el único día de la semana que veían a su padre: por la mañana iban a misa a la iglesia del Pilar y luego de paseo. Tejera (La Laguna, 1943) estudió cuarto y reválida, y se formó primero como cajista y luego como linotipista cuando cursó Artes Gráficas en la Escuela de La Candelaria. Tras finalizar su formación primaria, alguien le propuso al padre de Tejera que cursara estudios de Artes Gráficas, “porque yo no tenía ni voz ni voto”, apunta con el humor socarrón que le caracteriza. Fue Medina, administrador de La Tarde, quien le ofreció incorporarse al periódico de Víctor Zurita y Alfonso García Ramos, invitación que rechazó inicialmente para acabar primero su formación. Una vez finalizó, fue al administrador y le recordó la oferta. Bastaron unas horas para que se incorporara a los talleres.

Cuando tenía 18 años, se inicia en La Tarde trabajando de ocho de la mañana a dos de la tarde, y fue incrementando su dedicación con la consiguiente contrapartida económica a costa de invertir la mayoría de su tiempo en el trabajo, hasta el punto de combinarlo con Hoja del Lunes, hasta que se incorpora a la plantilla de EL DÍA el 1 de junio de 1974, hasta su jubilación en mayo de 2003.

Así describe cómo era la segunda sede del periódico, en la avenida Buenos Aires, 69. Abajo estaba la rotativa y en la primera planta se distribuían seis linotipias en las que trabajaba Tejera junto a Roberto Cossío y su hijo Roberto, así como José Peraza -de los pocos que recibían el trato de don, precisa-, Antonio Marrero -un antiguo boxeador-, Jesús Perera -que montó un taller de chapa y pintura y que luego abrió la Litografía Drago-, Basilio y Félix Díaz.

En 1974, lo habitual eran contratos eventuales de diez meses. El responsable de talleres Roberto Cossío -que sustituía a Miguel Sanz- le preguntó al linotipista Félix Díaz si conocía a alguien que quisiera hacer unas galeradas, y surgió el nombre de Manuel Tejera, quien después de un primer contrato de diez meses se quedó fijo en la empresa. Un día se acercó Cossío y le preguntó a Tejera cuándo iba a coger vacaciones, a lo que respondió que no tenía derecho porque era temporal. Cossío le insistió y le comunicó después de asignarle el mes de mayo, que quedaba fijo en plantilla.

"Una vez se paró la tirada porque un número de la portada no se correspondía a la información"

De Ascanisqui a Martínez

Tejera entra de linotipista en EL DÍA y cuando se hace el cambio tecnológico de 1975, con la irrupción de las máquinas eléctricas IBM que “jubilan” al plomo, se reconvierte en corrector, hasta su jubilación, 18 años después. Compartió esa labor con Francisco Martínez, Juan Pedro Ascanio, Antonio Briganty -que apoyaba en la corrección cuando no estaba con la máquina de composición del Maquimpres y el lector óptico OCR- y Mario Pinto, linotipista reconvertido en corrector.

Martínez, por su apellido, no oculta su admiración por Juan Pedro Ascanio, no solo por su coincidencia ideológica sino por su entrega como trabajador. Ascanisqui, como le llamaban los compañeros, se presentó por el Partido Comunista a las últimas elecciones a las Cortes antes del alzamiento militar de 1936 por El Hierro y La Gomera, aunque no resultó elegido.

En el franquismo, Ascanio fue represaliado. Tras ser condenado, fue enviado al Sáhara español, de donde logró huir al Sáhara francés. Con la apertura en los años sesenta, regresó a Tenerife hasta que Ángel Cruz, uno de los dos apoderados de EL DÍA y que controlaba entonces la mayoría del accionariado de los herederos de Leoncio Rodríguez, ofertó trabajo a su amigo de la infancia.

El magisterio de Juan Pedro Ascanio hizo que le encargaran la composición de la portada del periódico, las primeras de sección o la página literaria, recuerda Martínez, que llegó con 18 años a EL DÍA y se jubiló después de 42 años y tres meses de servicio. Las artes gráficas no eran ajenas para Martínez, nieto de don Polo, natural de Santa Cruz e impresor de la época.

Entre los trabajadores, la saga de la familia Fernández Vera, encabezada por Juan Fernández, padre de los hermanos Celio, Miguel Ángel y Julio César; los cuatro llegaron a compartir tareas en la Casa de EL DÍA. Sobre la forma de trabajar, Tejera recuerda que “los textos de los colaboradores se transcribían al sistema informático y luego se entregaba a los correctores, antes de que se procediera al montaje de la página”.

Manuel Tejera, exponente de los antiguos correctores de prensa, es testigo de excepción de las erratas que se atribuían a los duendes de imprenta: “fue en la primera página. Estaba el periódico finalizado y había comenzado la tirada. Me acerqué a Roberto Cossío y le advertí de que había un error: la cantidad que aparecía en la portada había perdido ceros cuando se transcribió, por lo que se ordenó parar para corregir, con la consiguiente pérdida de cientos de ejemplares ya impresos”. Francisco Martínez pone dos ejemplos más. Uno, en un diario de la competencia, que publicó este anuncio: “El Ayuntamiento de Santa Cruz necesita dos delincuentes”, cuando en realidad demandaba delineantes. Otro gazapo en EL DÍA: “Nueva exposición en la Caca de Colón de Las Palmas”.

Manolo Tejera recuerda que el periódico pasaba a diario la censura. Antes de la incorporación de Tejera a la empresa, Martínez asegura que en 1969, con motivo de la huelga de guaguas de la empresa de Leoncio Oramas, EL DÍA publicó en portada: “La huelga de guaguas seguirá hoy”, motivo suficiente para que el censor secuestrara la edición e impidiera su distribución.

DE IZQ. A DCHA, JULIÁN CUTILLAS, MANUEL TEJERA, FRANCISCO MARTÍNEZ, ROBERTO COSSÍO, JUAN PEDRO ASCANIO, DANIEL TACORONTE, PABLO CEDRÉS Y ANTONIO MARRERO EN LOS TALLERES DEL PERIÓDICO. EL DÍA

Autodidacta y enamorado de la lectura, Tejera “se sabía el diccionario”, recuerda con admiración su hija, Alicia Tejera -doctora de Medicina Interna en el Hospital Universitario Nuestra Señora de La Candelaria-. Retoma la conversación Tejera para recordar una anécdota con Óscar Zurita, cuando iba a su mesa a consultar el mataburros, como llamaba el periodista al diccionario. “Se sabía todas las palabras y las construcciones gramaticales”, le reconoce Alicia; “así los puso como velas”, precisa la esposa de Tejera con una sonrisa.

Tejera realiza una especial mención al paso de Ernesto Salcedo por la dirección del periódico, para recordar a compañeros como Clavijo, Pepe Méndez, Elfidio Alonso, Juan Sánchez Quintana…

Otra anécdota. Tejera recuerda a un compañero de la linotipia que hacía sus galeradas y cuando le sobraban tres o cuatro líneas comentaba: “Esto no se me da”, y después de repetirlo dos o tres veces, sentenciaba: “Esto se me dio”, y tiraba al suelo las tres líneas sobrantes de la galerada a costa de dejar inconcluso el artículo, un error del que solo el corrector humano es capaz de percatarse.