Recién acabados los estudios en la Escuela de Periodismo de la Universidad de La Laguna -a comienzo de los años setenta-, el palmero Luis Ortega Abraham (La Palma, 1950) se incorpora a La Tarde y pronto acepta la invitación del director de EL DÍA Ernesto Salcedo, que fue su profesor en la Universidad lagunera, además de amigo, pese a la diferencia de edad. En aquel momento Luis Ortega colaboraba ya con Televisión Española y la tentadora oferta de Salcedo le permitía combinar el horario de tarde de EL DÍA.

Los profesores que impartían las asignaturas tecnológicas en la Escuela eran periodistas en ejercicio: el propio Salcedo, Alfonso García Ramos, Eliseo Izquierdo, José Manuel Pérez y Borges… “Era una combinación de profesores de las facultades de letras con periodistas profesionales”. “De aquella escuela salieron Elfidio Alonso, Padrón Albornoz, Juan Cruz, Luis León Barreto, Jiménez Mesa, tanto de Tenerife como de toda Canarias”.

Luis Ortega comenzó a trabajar en La Tarde con 17 años y lo alternaba con sus estudios de Derecho en la Universidad, que cursó hasta cuarto por contentar a sus padres, que pensaban que el periodismo era “una cosa que estaba en el aire”. Luego se matriculó en Periodismo y de La Tarde pasó a EL DÍA, en 1972, donde se mantuvo hasta 1985, cuando su nombramiento como director de Informativos en Televisión Española se lo impidió. A esto se sumó la ley de incompatibilidades del Gobierno de Felipe González y que le pasó factura a Francisco Ayala, que trabajaba en Radiocadena, entre otros casos.

La redacción de EL DÍA era “ilustre y compacta”, con Juan Antonio Padrón Albornoz, Elfidio Alonso, José Díaz Herrera -que luego marchó a Madrid-, los hermanos Julián y Francisco Ayala, Francisco Hernández Díaz. Al frente de ese tiempo estuvo Ernesto Salcedo, y también participó Ricardo Acirón, que llegó a redactor jefe de EL DÍA y que entró como periodista de mesa. En los correctores: Morales Clavijo, Pedro Hernández… “gente muy curiosa que tenía muchísima vinculación con el periodismo y preparada”.

"Todos tuvimos algún momento de restricción a las puertas de la Transición"

“EL DÍA siempre tuvo una inquietud innovadora que se iba acercando a la nueva maquetación de los tabloides, mantenía columnas de opinión de personajes distinguidos e incorporaba a gente de la generación de la República, como Eduardo Westerdahl, Domingo Pérez Minik, María Rosa Alonso… Era un gran periódico con los límites y el posibilismo del franquismo, pero era un gran periódico”, destaca.

Recuerda que Ernesto Salcedo fue un periodista que vino de Madrid cuando EL DÍA pertenecía al Movimiento. “Era un hombre absolutamente preparado, uno de los periodistas más agudos y más cultos que he conocido. Además era un buen maestro: un profesional que enseñaba con su ejemplo. Salcedo y Alfonso García Ramos representaron una etapa del periodismo histórico de Tenerife, de la misma forma que en otra época ocurrió con Leoncio Rodríguez y Víctor Zurita. Son personajes de una época que dejaron su impronta en las redacción por su estilo de hacer periodismo”.

“Todos tuvimos algún momento de restricción a las puertas de la Transición, pero creo que eran tantas las ganas de que llegara la Democracia y la libertad absoluta para la prensa que en la mayoría de los casos era olvidado”, cuenta. Y abunda Luis Ortega: “La llegada de la Democracia fue muy acelerada y una etapa muy bonita que se vivió con tanta pasión que tapó todas las penurias anteriores”.

¿Y la muerte de Bartolomé? Luis Ortega recuerda que “se vivió muy intensamente, pero ya cualquier camino estaba trazado hacia la libertad necesaria en el país. Fue un momento de gran conflictividad laboral en el sector del transporte y el puerto. Lo de Bartolomé, con una universidad muy sensibilizada por el cambio político y social, significó un durísimo golpe para la sociedad; un momento crítico también para la prensa, que aún así informó con bastante valentía”.

También analiza la incidencia del golpe de estado del 23 de febrero de 1981. “Fue un acontecimiento que me tocó vivir con un pie en Televisión Española y con otro en EL DÍA. Se vivió con muchísima pasión, y con muchísima esperanza en cuanto vimos que no iba a cuajar y haciendo hasta última hora de la noche un Editorial histórico, con Ernesto Salcedo, en el que se apostaba -como casi la mayoría de los canarios- por la libertad que se había ganado y la Constitución que ya nos estaba gobernando ya a todos”.

Luis Ortega se siente parte de una historia que se ha hecho en distintos periodos, y que se sigue haciendo. “Un periodo no es una historia cerrada, sino una historia en marcha. Siento que en ese tren que fue EL DÍA hacia el progreso ocupé un lugar, pero no me siento especialmente significado. Fui uno de tantos en un cambio de régimen necesario que ha traído momentos de mayor bienestar, libertad, igualdad y prestigio social a nuestro país”, comenta.

Luis Ortega, como periodista de local, admite que “hacía tanto información municipal como del Cabildo, como luego de los órganos preautonómicos y autonómicos”. “Hice también mucho periodismo de mesa coordinando la redacción local, trabajé en las secciones de Nacional e Internacional, y mantuve alguna columna en esas secciones, y en local. La especialización del periodismo no había llegado a los grados de hoy, y éramos un poco todoterrenos que a fuerza de la obligación y el atrevimiento nos veíamos impuestos a hacer una cosa diferente cada día”.

El periodista palmero cree que EL DÍA ha conectado con la sociedad por la cercanía con las reivindicaciones locales, insulares y regionales. “En un momento concreto apostó muchísimo por la autonomía, y por la gente que publicó y defendió un primer estatuto en Canarias, a través del Instituto Universitario de la Empresa, donde estaban una serie de demócratas como Gumersindo Trujillo, Luis Fajardo, Luis Carballo, Antonio González Viéitez y Oscar Bergasa Perdomo, bajo la coordinación de Jerónimo Saavedra, en los albores de la autonomía y la defensa de la libertad que fue lo que le dio a EL DÍA el predicamento que aún conserva”.

“Soy un nostálgico del papel. Hace casi cuarenta años que vengo utilizando el ordenador; atrás queda el Amstrad con impresora de aguja y luego los PC. Indudablemente leo digital, pero soy un enamorado del papel, del olor cada vez menor a la tinta”.

Cuando se le pregunta cuál es el peor enemigo del periodista, Luis Ortega responde: “Los límites que les impongan las reglas no escritas y abusivas que se permita él y cualquier señor que vaya por la calle. Nosotros somos nuestros mejores amigos y los peores enemigos que tenemos”.