Leoncio Rodríguez González nació en La Laguna el 12 de abril de 1881, “en la vieja plaza de San Cristóbal, a la mano diestra de subir la Cruz de Piedra, antes de llegar al abrevadero o chorro de las vacas”, como él mismo recordó e inmortalizó en su tesis doctoral Julio Yanes sobre “Leoncio Rodríguez y La Prensa: una página del periodismo canario”.

De origen humilde, su padre, Leoncio Rodríguez Pérez, contrajo matrimonio con su prima Antonia Ramos Lorenzo, con la que trasladó su residencia de Buenavista del Norte a La Laguna. De forma inesperada falleció Antonia Ramos y un año y medio después contrajo matrimonio con otra prima, Eloya González Rodríguez, quien luego sería madre del periodista, el primogénito de los hermanos.

Leoncio Rodríguez González pasa su juventud vinculada a la calle de La Carrera, donde su progenitor poseía una carpintería y una tabaquería, sede de improvisadas tertulias de marcado matiz liberal y regionalista, lo que modelaría la personalidad del fundador de La Prensa.

Un expediente sobresaliente

A los once años, ingresa en el Instituto de Canarias, donde culminó sus estudios de bachillerato de forma brillante: fue uno de los ocho alumnos de sesenta y dos que lograron en 1897 la calificación de sobresaliente, en una promoción en la que no figuraba ninguna mujer. Sin embargo, las posibilidades económicas de su familia le impidieron que cursara una carrera en la Península y logró ocupar una oficialía segunda en el Ayuntamiento de La Laguna que le reportaba 80 pesetas al mes.

Leoncio Rodríguez, que esgrimió la delicada situación económica de su familia para sortear el servicio militar, será testigo de excepción de las tertulias nocturnas que celebraba el sacerdote José Rodríguez Moure (1855-1936) en su despacho, donde asistían el novelista Benito Pérez Armas (1871-1937) y el historiador Buenaventura Bonnet Reverón (1883-1951) que acentuó el interés del joven Leoncio por la historia y la cultura isleñas, desde su condición privilegiada como amanuense.

La situación económica de la familia mejora a comienzos del siglo XX al coincidir los incipientes ingresos de Leoncio Rodríguez con el alquiler de los bajos del domicilio familiar, en el número 30 de la calle de La Carrera, donde se instaló la oficina de Correos. En paralelo, el padre era un reputado maestro de obra que combinaba este oficio con la jefatura de la Policía Local de La Laguna.

Leoncio Rodríguez utilizará los seudónimos de Álvaro Báez, El Cabo Pedro, Un Viejo, Rodrigo de León, Uno, Un Telegrafista… y su predilecto: Luis Roger, hasta que sale del anonimato con las dos secciones que desarrollaba La Región Canaria, en 1899. Al año siguiente, compagina esta tarea con su contribución en medios impresos de ideología tan dispar como ‘La Verdad’ (1899-1900), de ideología católica; el republicano ‘La Luz’ (1899-1900), el bisemanario conservador Heraldo de La Laguna (1903) -que llegó a dirigir a mitad de año-, El Obrero, de perfil proletariado (1900-1905), y Noticiero Canario -del que llegó a jefe de redacción-, hasta incorporarse al periódico republicano El Progreso. En paralelo publicó en la revista literaria La Unión e integró la redacción de su homóloga Siglo XX. Con apenas veinte años, Leoncio Rodríguez escribe su primera novela, Alma canaria, con la que obtuvo el segundo premio en los Juegos Florales de La Orotava de 1901, detrás de Benito Pérez Armas, mientras ya dirigía la revista quincenal La Propaganda, dedicada a la divulgación de las Fiestas del Cristo de La Laguna.

En 1903 simultaneaba sus publicaciones en la revista literaria Artes y Letras, de Patricio Estévanez, y a finales de ese año fue uno de los 47 fundadores del Ateneo de La Laguna, donde se curtió en el movimiento ateneísta, de marcada vocación regionalista.

En octubre de 1905 renuncia a la oficialía de amillaramiento en el Ayuntamiento lagunero para dedicarse en exclusiva al periodismo. Desde entonces y hasta la fundación de La Prensa trabajó en El Progreso, y compagina su seudónimo de Luis Roger con Phsquis, sin dejar de publicar en el resto de rotativos ni revistas. Antes bien, inicia sus colaboraciones con el periódico peninsular El Mundo. Desde la óptica social, asume las secretarías del Centro de Propaganda y Fomento de Tenerife y de la Asociación de periodistas de Santa Cruz, para incorporarse en 1908 en la Unión Patriótica de Tenerife.

Se afilia a la Juventud Republicana, de la que llegó a ostentar la presidencia, como requisito para formar parte de la redacción de El Progreso, en la que a punto estuvo de ser procesado por la información que elaboró sobre un encuentro que se celebró en la plaza de toros en la que figuraba como secretario de la organización del evento que promovía reconocer la personalidad de cada isla mediante la instauración de los cabildos insulares. Después de debatirse entre seguir su carrera en la Península o en Suramérica, como la mayoría de sus paisanos, Leoncio Rodríguez decide fundar La Prensa en la ciudad en la que ya había instalado su residencia, si bien antes se garantizó su situación económica accediendo a la depositaría de fondos de la Diputación de la entonces provincia canaria. Una vez se garantiza el puesto de trabajo, renuncia como redactor-jefe de El Progreso para sacar a la calle La Prensa.

En el verano de 1919 contrae matrimonio con Aurelia Cruz Delgado, que coincide con el espectacular despliegue de La Prensa. Su devoción por lo canario lo llevó a encargarle a su amigo Enrique Marrero Regalado dar un aire de canariedad a la fachada de su casa.

De 1,71 metros de alto, “…algo hosco y reconcentrado de lejos; efusivo y cordial en la intimidad del trato…” era recordado por los vecinos de La Laguna cuidando personalmente el pequeño jardín delantero de su casa, o en Santa Cruz, en compañía de sus gatos de angora. Tras la sublevación militar en 1936, Leoncio Rodríguez -que continuó como depositario de fondos de la Mancomunidad de Cabildos de Santa Cruz de Tenerife- suspendió la impresión de La Prensa al entender que la rebelión tenía sus días contados, hasta que fue obligado a volver a sacar el periódico a la calle, bajo el filtro informativo. Poco después el periódico fue multado con 35.000 pesetas, el mismo dinero que tenía en el banco, por la ‘frialdad’ con el alzamiento militar.

La reaparición tras el alzamiento de 1936

El primer artículo de Leoncio Rodríguez se hizo esperar desde el 18 de julio de 1936 hasta comienzos de 1937, con motivo del fallecimiento de su amigo Benito Pérez Armas. Sus siguientes publicaciones se incluyeron a finales de año, centradas en temas ajenos a la política, como los árboles históricos de Canarias o la serie que presentó bajo el rótulo ‘Estampas Tinerfeñas’. En 1939 inicia su segunda etapa como editor, con la fundación de Biblioteca Canaria, que editó un centenar de obras. Cuando La Prensa comienza a salir al mercado como EL DÍA, Leoncio Rodríguez incorpora al padre del recordado Alberto de Armas, padre de diez hijos, tras perder su puesto de trabajo en la dirección de tranvías por su simpatía por la masonería.

Poco después de nacer EL DÍA, a partir de 1939, el fundador de La Prensa deja Santa Cruz y se retira en su finca de Geneto durante ocho años, si bien mantiene su nombramiento oficial en el número 46 de la calle chicharrera de Jesús Nazareno, para reaparecer en 1947 colaborando en un folleto que se editó como homenaje póstumo al sacerdote lagunero Heraclio Sánchez.

Después de cuarenta años ininterrumpidos como funcionario, se jubila en la primavera de 1953. Al año siguiente, Leoncio Rodríguez es nombrado miembro de honor del Instituto de Estudios Canarios junto a su amigo el obispo güimarero Domingo Pérez Cáceres. El 8 de enero de 1955 fallece Leoncio Rodríguez, que figuraba de forma oficial como gerente de EL DÍA. Mientras La Tarde dedicó páginas en ediciones sucesivas a su figura, su periódico anunció el óbito fiel a su papel como ‘órgano oficial del movimiento’.