El doctor en Historia y Periodismo y profesor de Historia de la Comunicación de la Universidad de La Laguna (ULL) Julio Yanes asegura de forma categórica que “La Prensa está entre los mejores periódicos de Canarias indudablemente y se distingue por su coherencia. El periodismo canario se diferencia del peninsular porque ideológicamente la sociedad isleña está poco polarizada, a diferencia de la Península, y no tienen una línea editorial como ocurre en la Península en la época de La Prensa. La idiosincrasia isleña es de centro, progresista, cosmopolita, abierta al exterior, no está radicalizada. Leoncio Rodríguez mantiene su forma de pensar hasta que le incautaron el periódico y siempre demostró su coherencia a su programa como periodista”.

Leoncio Rodríguez era un periodista con vocación”, destaca Yanes. “Llevar adelante un periódico con esa coherencia es sorprendente”. “Leoncio Rodríguez se hace a sí mismo. Su padre tenía una librería en La Laguna, aunque procedía desde la Isla Baja. Leoncio fue un excelente estudiante, de los pocos -cuatro o cinco- que tienen un expediente de sobresaliente en el Instituto de Canarias. Quería seguir estudiando pero era imposible para los padres, que le debían pagar una estancia en Madrid; aquí no había facultad”.

“En la época, para editar un periódico hacía falta tener unos correligionarios que te apoyaran. Leoncio Rodríguez tenía una ideología republicana que le valió para ser jefe de redacción de El Progreso, de Santiago García Cruz, en 1905 y cinco años después, en 1910, una vez había sacado oposiciones como funcionario a la Diputación Provincial, decide fundar La Prensa. Nace como un periódico republicano, como advertía el subtítulo de la cabecera. Junto a su vocación republicana, Leoncio Rodríguez incluye un tirón informativo con una composición muy esmerada que lo distinguía y causaba admiración entre sus colegas: apenas tenía erratas y estaba muy bien redactado, por lo que ganó lectores entre quienes demandaban información. Además, Leoncio Rodríguez incorpora giros canarios a la forma de redactar. En la primera década, tenía más aceptación colocar los anuncios en un tablón en la sede de La Prensa, en la calle del Norte, que en el papel hasta que vino el boom publicitario en los años 20.

La Prensa comparte mercado en sus inicios con el Diario de Tenerife, de Patricio Estévanez, fundado en 1886 y que se cerró en la Primera Guerra Mundial. Aunque se presentaba como republicano, quedó obsoleto. También estaba El Progreso, de Santiago García Cruz, que actuaba más como órgano del partido. Identificado con la derecha ideológica: Gaceta de Tenerife, un periódico católico conservador, y El Tiempo, conservador que cerró y fue sustituido por La Región. Había muchos periódicos; igual al año se podían editar 18 o 19 cabeceras.

Cuando estalla la Primera Guerra Mundial se suscitó el interés por saber qué pasaba. Entonces Leoncio Rodríguez, como el resto de periódicos, incrementan la tirada. En ese momento la izquierda apoya a los aliadófidos y la derecha respalda a Alemania, llamados germanófilos. Leoncio Rodríguez era aliadófilo como republicano y progresista, pero sobre todo era periodista y ofrecía la información mejor elaborada de la Isla, por lo que se convirtió en el principal periódico de la época marcada por el altruismo y una cierta vanidad; no era una actividad económica para vivir de ella.

Cuando Leoncio Rodríguez ve que aumenta mucho la tirada dando más información, a comienzos de 1916, suprime el subtitular de Diario republicano y lo reemplaza por el de Diario de la Mañana. Y lo explica en un Editorial donde revindica las funciones del periodismo en una sociedad moderna: informar por encima del vasallaje político, lo que desata una polémica con el periódico Gaceta de Tenerife, católico conservador, que arremete contra Leoncio Rodríguez, a quien acusa de abandonar a aquellos que lo habían amamantado, sin que se traduzca en una merma en lectores. Leoncio Rodríguez se planteó también hacer un periódico regional hasta que sigue la guerra. Después de 1917 viene el bloqueo de Canarias con los submarinos alemanes que ocasiona una crisis “espantosa: Nos quedamos aislados y no podemos exportar fruta y el movimiento portuario casi de paraliza. Muchos periódicos cierran y logran sobrevivir La Gaceta de Tenerife, El Progreso, de Santiago García Cruz, así como La Prensa, con una línea editorial progresista y republicana que tenía el tirón informativo”, dice Yanes.

Años veinte: el periodismo canario entra en su edad de oro

A finales de los años 20 La Prensa ya había subido la tirada a 6.000 o 7.000 ejemplares y los ingresos por publicidad superaban los ingresos por las ventas gracias a la venta a suscriptores y de ejemplares en la calle. El periódico se había convertido en una empresa informativa -con una veintena de asalariados- que Leoncio Rodríguez consolida con la adquisición de nuevo equipo técnico y de la casa que ocupaba el periódico.

Con la llegada de la República y las libertades, el periodismo canario vive su edad de oro, destaca Julio Yanes, etapa que coincide con “la etapa embrionaria de la radio de Canarias”. En 1927 Víctor Zurita funda La Tarde, un vespertino que se creó a la semana de la división provincial, con una línea ideológica muy tinerfeñista que le catapulta como segunda empresa periodística de Tenerife, por detrás de La Prensa, referente en la cultura y por la calidad de sus informaciones. Cuando llega la división provincial, Leoncio Rodríguez “comprendió que era imposible una empresa regional, pero siempre intentó tender puentes en aras de hacer región”, añade.

El 18 de julio de 1936 es el golpe de estado de Franco y a los cuatro días es ocupada La Prensa y Leoncio Rodríguez, apartado. Se designa a un militar para que se ponga al frente. Desde su retiro en la finca de Geneto, Leoncio Rodríguez se limita a publicar textos literarios sobre árboles históricos y un artículo increíble cuando muere Benito Pérez Armas en 1937 recordando el movimiento del Ateneo que había surgido en su juventud.

En 1938, la Ley de Serrano Suñer establece que solo haya un matutino por provincia. Aquí la Falange editaba por entonces Amanecer, que apenas tenía tirada. La Prensa ya contaba con unos 2.000 suscriptores y nadie se daba de baja para evitar posicionarse políticamente. El gobernador civil decidió fusionar Amanecer con La Prensa y nace EL DÍA como órgano oficial del Movimiento.

Leoncio Rodríguez decía que por encima de republicano era periodista. Sin haber estudiado periodismo tenía su código profesional y sabía que estaba al servicio de los lectores.

1939: etapa cambiante

Desde 1939 EL DÍA tiene una etapa muy cambiante por la sucesión de directores, en la que destaca el paso de Ernesto Salcedo por su brillantez a finales del franquismo, que lidera una “etapa aperturista que sufre numerosas sanciones del gobierno”. Una vez deja la dirección Salcedo viene otra etapa que protagoniza José Rodríguez al frente del periódico. “Leoncio tiene la inteligencia de adaptarse al entorno y al lector. Si en 1910 funda un periódico informativo, se hunde”, valora Yanes.

EL CÓDIGO DEONTOLÓGICO DE LEONCIO RODRÍGUEZ Y EL LIBRO DE ESTILO DE 'LA PRENSA'

Coherencia. Esa es la principal virtud que Julio Yanes, profesor de Historia de la Comunicación de la ULL, destaca en la labor desarrollada por Leoncio Rodríguez desde La Prensa. Para ello, pone en valor dos reseñas editoriales: una se incluye en el primer número que sale publicado el sábado 15 de octubre de 1910, cuando el rotativo tinerfeño sale con el subtítulo Diario Republicano, y la segunda se publica el sábado 1 de enero de 1916 cuando La Prensa se presenta como Diario de la Mañana.

En el primer ejemplar de La Prensa, Leoncio Rodríguez se dirige a los lectores: “Este periódico -digámoslo de una vez para desvanecer suspicacias y aquietar impaciencias- no tiene más sello de fábrica que el de nuestra humilde personalidad periodística. Ni tenemos consigna política que cumplir ni venimos en son de guerra, a sentar plaza de camorristas, ni a disparar flechas envenenadas. Somos, sencillamente, unos pacificados ciudadanos, que queremos servir honradamente a nuestro país y a los ideales que mariposean en nuestra mente, batallando por recibir el bautizo de luz”.

Más adelante explica que “nuestros actos, mejor aún que nuestras palabras torpes, os irán diciendo día tras día, hora tras hora, lo que sabemos explicar con galanura de frase ni riqueza de imágenes ni brillantez de pensamientos. Nuestro léxico es sobrio, conciso, descarnado. No sabemos disfrazarlo con oropeles de palabrería, para seducir a incautos lectores. (…) Con sinceridad podremos conducir a todas partes nuestro modesto bagaje de ilusiones y esperanzas; con elocuencia nos expondríamos a la rechifla pública”, escribe en la Primera del primer número de La Prensa Leoncio Rodríguez.

Incluye otro reto en su libro de estilo: “Que queremos también luchar por nuestro país, por el bienestar de nuestro país, huelga decirlo después de la obligación que nos hemos impuesto en este programa de no hacer alarde vano de sentimientos que estimamos sagrados y que es costumbre confundir con los más insanos egoísmos, para hacer con ambas cosas un tráfico inmoral: oficio de politicastros que despreciamos”. Y antes de concluir precisa: “Deseamos que sean obras, en vez de amores, el significado, el espíritu y la expresión moral y corporal de nuestra diaria labor”.

Seis años después, Leoncio Rodríguez renueva su credo periodístico. Cambia el subtítulo de Diario Republicano por el de Diario de la Mañana y lo justifica de esta forma en la portada: “Nos proponemos modificar la estructura orgánica de nuestro periódico, dando a sus informaciones y campañas un carácter más amplio en que se condensen todas las aspiraciones populares, todo el sentimiento de la masa. Queremos hacer un órgano de opinión insular y regional. Un periódico para el Archipiélago y para todas las clases sociales”. El director y fundador de La Prensa precisa su código deontológico: “El periódico moderno, como ha dicho muy bien el Sr. Urgoiti en el Ateneo de Madrid, evoluciona hoy hacia su origen primitivo, es decir, tiende a ser cada vez más impersonal y más informativo. Hacia eso vamos también nosotros. Y aún aspiramos a más: aspiramos a crear opinión, que está completamente muerta en nuestro país, y a fomentar el sentimiento nativo, el espíritu de la raza, para contribuir a hacer región, a hacer patria, a hacer pueblo, en medio del enervamiento moral y materia en que vivimos”.