Hasta cuando se le pregunta por su edad contagia periodismo: “Todo eso está en letras de molde y no lo puedo ocultar”. Cuando se recurre a una pregunta tan clásica como si el periodista nace o se hace, Eliseo Izquierdo (La Laguna, 1931) recuerda que es sobrino del poeta Francisco Izquierdo, que fue redactor del Diario de la Marina de La Habana.

Comenzó a escribir en 1946 en EL DÍA -entonces órgano del Movimiento Nacional Sindicalista-, siendo director Agustín Santos, que después fue defenestrado. “Cada vez que había una fiesta patriótica, y había veinte al año, el periódico debía hacer un suelto. Al parecer, el encendido apologista escribió: Porque nosotros fuimos los primeros en seguir la doctrina de José Antonio, y se publicó: Porque nosotros fuimos los primos de José Antonio”.

Cursa sus primeras letras en las Escuelas Cristianas de La Salle, en La Laguna. Cuando estudiaba Bachillerato, en 1946, se celebró el centenario del Instituto de Canarias y el catedrático de Literatura Pablo Pou promovió un concurso que ganó, trabajo que luego editó el secretariado de Publicaciones de la Universidad de La Laguna.

La situación familiar obliga a Eliseo Izquierdo a dejar los estudios de Bachillerato porque jubilan a su padre y es necesario hacer frente a los compromisos económico; “entonces no había jubilación”. Comenzó cobrando letras en La Laguna en 1950 hasta que tres o cuatro meses después lo llamó un tío para informarle de la convocatoria de unas plazas de interino en Telégrafos. Durante cuatro años estuvo en la oficina de Santa Cruz. “Las guaguas de los Oramas terminaban el servicio a las 23:00 horas. Tenía que subir desde la calle de La Marina, donde estaba Telégrafos, hasta La Laguna. “Así estuve hasta que logré el traslado cerca de su casa; la mayoría de las veces hacía el trayecto a pie, salvo cuando entre seis o siete cogíamos un coche pirata”.

Cuando Eliseo Izquierdo hizo la reválida, al año siguiente de ya estar trabajando en La Laguna, comenzó a estudiar Filología Románica. “En esa época en la ULL solo se ofertaba esa titulación más Ciencias Químicas y Derecho”, precisa. Durante su etapa universitaria, el secretariado de Publicaciones de la ULL le pidió que escribiera nota con motivo del patrono de la Universidad; se publicó y le gustó, hasta el punto que desde el periódico le ofrecieron mantener esa relación con la ULL. “Inauguré una sección pionera, Vida Universitaria; teníamos una cabecera con un dibujo de la fachada del edificio principal”. También recibió el encargo de Ernesto Salcedo de cubrir la información de Los Rodeos, que por la época recibía media docena de aviones (se ríe), o de la actualidad en La Laguna, donde reside aún.

Comenzó en EL DÍA como auxiliar de redacción. Mientras, cursó Filología Románica y luego pasó a la Sección Oficial de la Escuela de Periodismo en la ULL. Ya titulado, fue reconocido como redactor y al curso siguiente ejerce de profesor de Lenguaje y Estilo Periodístico de la Escuela de Periodismo al ser licenciado en Filología. “Era un mundo de pluriempleados; fui profesor en el Seminario, en los Píos… Con el dinero de cáncamos que hacías no daba para vivir”.

"Inauguré la sección Vida Universitaria. Ernesto Salcedo me encargó cubrir la información de Los Rodeos”

Hasta 1967, cuando deja de ser auxiliar (sigue en EL DÍA hasta 1969 como redactor), el sueldo mensual eran unas 500 pesetas. “Por la época había una veintena de redactores en la provincia”.

El periódico estaba en la calle del Norte (actual Valentín Sanz). Tras sortear una escalera de caracol, llegabas a redacción por un pasillo que conducía a un distribuidor. En el centro, llevando el control de todo, estaba Juan González, que era el subdirector, y a mano izquierda, el director, entonces Agustín Santos; luego vino Rufo Gamazo, y más tarde Ernesto Salcedo. “En EL DÍA trabajé de noche porque por las mañanas estaba en Telégrafos y luego daba clases por la tarde o iba a recoger información. Cerraba la oficina, cenaba y me iba a Santa Cruz al periódico”. Eliseo Izquierdo se desvincula de EL DÍA en 1969 porque su entonces jefe en Telégrafos, Pedro Suárez -que le facilitó un arreglo de turnos para estudiar-, se jubila. Esta plaza fue convocada y, ya casado, con una hija y a punto de dejar Telégrafos, opta a la jefatura y se convierte en el último jefe de Telégrafos en La Laguna tras más de 43 años.

“Compartía redacción con viejos periodistas como Álvarez Cruz (que adelantaba en su casa), Landero (que llevaba tribunales y notas de sociedad), Juan Pérez Delgado, Nijota -redactor jefe-, o el caricaturista Paco Martínez, que era el cajero”. “Cuando me nombran jefe de Telégrafos en La Laguna tengo que dejar esta relación porque por la noche tenía que hacer las cuentas del día y me impedía estar en el periódico”. Al año siguiente, Alfonso García Ramos, que era director de La Tarde, me dijo: “Vamos a arreglar para que vengas a trabajar por la tarde”, relación laboral que mantiene con el vespertino desde 1970 hasta 1982, cuando se deja de editar.

“Para que el periódico circulara se enviaba a la censura, en la Rambla del General Franco, a la altura del cruce del Quisisana. “Todo, absolutamente, pasaba por el subdirector o el director”, destaca. “Una vez Hernández Rubio escribió un artículo en EL DÍA que era un ladrillo y que la gente lo leyó aunque fue secuestrado el periódico al considerarse no publicable”. “Los Consejos de Ministros había que publicarlos al completo. Los dos rotativos de la época -EL DÍA y La Tarde- llegaron a una entente por la cual el primero que lo sacara le cedía luego todas las galeradas de plomo al otro”.

“¿Cómo empezabas a trabajar en el periódico? Un día llevabas un articulito y te lo publicaban. Al día siguiente llevabas otra cosa y también te la incluían. Al tercer día te decían: mira a ver si puedes hacer tal cosa y a la cuarta vez le decías al redactor jefe o al que estuviera allí si podías ocupar una máquina de escribir para hacer una notita. Al quinto o sexto día ya era el redactor jefe el que te mandaba a algún sitio, y si salía bien en un mes estabas trabajando, aunque cobraras una miseria”.

Eliseo Izquierdo se lamenta de la ley de incompatibilidades que en los años ochenta dictó el Gobierno socialista y que limitó su actividad laboral a Telégrafos.

Asegura que “La Prensa fue un periódico de gran altura”. “Don Leoncio Rodríguez -el fundador- fue un hombre muy respetado y admirado”. “Desde que le incautaron el periódico (1939), siguió escribiendo temas insulares, como sus Estampas Tinerfeñas, con una prosa decimonónica aunque muy correcta porque tenía estilo y sabía escribir”. Eliseo Izquierdo recuerda que Leoncio Rodríguez había sido muy beligerante en su juventud, pero cuando él lo conoció era “un patriarca”. “EL DÍA quería estar más en una órbita más provincial que insular”. Y sentencia: “He asistido a una transformación histórica, de una sociedad analógica a otra digital”.