La insularidad dio lugar a que muchas vides canarias quedaran libres de la enfermedad de la filoxera que en el siglo XIX arrasó Europa. Por ello, en Canarias se han mantenido, los que probablemente, sean los viñedos más antiguos del Viejo Continente. Pero de entre todos los tipos de uva que lograron sobrevivir en las islas a aquella mortal plaga destaca la variedad forastera, una joya de exquisito sabor que sólo se encuentra en La Gomera.

Al ser las islas un punto de paso hacia América se produjo, además, en los siglos XV y XVI la introducción de nuevas variedades llegadas de otros lugares. Todo ello ha dado lugar a una realidad compleja, rica y de gran diversidad hasta el punto de que tal vez existan tipos de vid que no han acabado de ser identificados aún.

En La Gomera se calcula que el auge de este cultivo se produjo a partir del siglo XVII, momento en el que se derrumba la plantación y comercio de la caña de azúcar, y se localizó sobre todo en el norte de la Isla. Al no haberse detectado ningún proceso volcánico, se calcula que las vides actuales datan del año 1450, momento en el que llegaron a la Isla. Durante este tiempo las cepas han estado expuesta a múltiples fenómenos y evolucionado de forma lenta pero persistente, lo que las ha convertido en únicas.

La causa de esta originalidad sería el cruce entre hermanos con una carga genética muy similar, pero con ciertas y mínimas diferencias. La segunda es la derivada de la necesidad de adaptación a las diferentes condiciones, lo que ha implicado procesos de selección natural a lo largo de siglos.

La tercera es una mutación que da lugar a nuevas formas varietales dentro de la misma variedad, pero que difieren claramente del original. Y la cuarta y última se debe a la acción directa del hombre que ha actuado como un mejorador entre individuos de la misma o entre distintas especies.

Pero a la vez también se produce el fenómeno opuesto, conocido como erosión genética que da lugar a una pérdida de formas silvestres, de calidad y de recursos fitogenéticos. En este contexto sólo la utilización de variedades autóctonas o minoritarias puede dotar a los vinos de más tipicidad y características únicas que los hagan más especiales y apreciados al gusto del consumidor.

La forastera es el resultado de una particular forma de cultivar en La Gomera que se localiza en terrazas o bancales en terrenos accidentados. Esta variedad supone el 90% de la producción de la Isla, cuyos vinos ostentan la Denominación de Origen desde el año 2003.

Este fruto permite producir un amplio abanico de variedades, tanto blancas como tintas, pero La Gomera es sobre todo una isla productora de vinos blancos jóvenes, a los que les da unas características específicas la variedad forastera gomera. En otros lugares donde también se cultiva (como en Andalucía) se puede encontrar bajo el nombre de Doradilla.

Esta uva particular es la mejor valorada enológicamente por su intensidad aromática. Da vinos de color amarillo, pajizos o dorados, que destacan por sus aromas florales y que resultan persistentes y muy agradables en boca. Es una variedad de brotación media y maduración temprana, muy sensible a oídio. Produce vinos de graduación alcohólica media y de color intenso. Posee aromas frutales y una acidez alta, con mucha personalidad, cuerpo y calidad. Apta para obtención de vinos jóvenes y de crianza.