Un día de 1980, en Madrid, la ‘Comisión mixta de transferencias Estado-Junta de Canarias’ llevaba ya tres horas haciendo un barrido de materias. El anfitrión era el ministro de Administración Territorial, Antonio Fontán, que estuvo solo al principio. A un lado de la mesa, los miembros canarios, que ya iban puestos de acuerdo, y al otro, directores generales y secretarios generales técnicos y, probablemente, algún subsecretario.

Antes de entrar en materia un joven miembro de la delegación isleña hizo un apunte al oído de su compañero de mesa: “Míralos, qué serios y con qué cara de preocupación, parecen que están en el dentista esperando a que les saquen unas muelas”. Tenían sus razones: cientos de miles de funcionarios iban a cambiar de jefes. Por la noche se acostarían a las órdenes de un ministro, y por la mañana se levantarían a las órdenes de un consejero de un gobierno regional. Unos cuantos miles, del canario.

Pero la verdad es que no había mayores discrepancias entre la delegación interpartidaria del Archipiélago y los directores generales y otros altos cargos ministeriales. En esto Antonio González Viéitez (PCC), hombre bregado en estas lides en la primera línea de fuego de la batalla del REF, que terminó formalmente con la Ley 30/22 de Julio de 1972, dice como si fuera lo más normal del mundo: “Esto también lo queremos…”. ‘Esto’ eran las competencias en trenes y vías férreas. “Pero Antonio”, le dijo un compañero de Las Palmas, “si allí no tenemos trenes ni ferrocarriles…”, aunque sin negarse a ello. “Niño, eso es lo de menos. Quién sabe si un día no lo tendremos. No te olvides de La Pepa, quién sabe si vuelven los tranvías…”. La otra parte contratante guardaba silencio. Como el asunto había surgido de sopetón quedó para perfilarse en la siguiente reunión.

Canarias, “asunto de Estado”

Durante casi cinco años, hasta las vísperas del 24 de octubre de 1985, los comisionados mantuvieron docenas de reuniones. Algunas iban como el agua serena, en otras saltaban chispas. En realidad se funcionaba bajo dos principios, según quien recibiera y quien cediera: el principio de que ‘pájaro en mano vale más que ciento volando’ y el de que ‘a conejo ido palos a la madriguera’.

Todo el mundo sabía que Adolfo Suárez, consideraba clave el asunto canario. Lo dijo muchas veces: “Canarias es un asunto de Estado”. Gobierno y oposición lo tenían asumido. Nadie podía olvidar que en 1978 el ‘caso’ del Archipiélago fue al Comité de Descolonización de la OUA, paso previo para pasar a la ONU… y que estallara una grave crisis internacional. Argelia financiaba al Mpaiac de Antonio Cubillo, ‘el faycán loco’, que le decían, que se dedicó a poner bombas caseras para llenar un dossier que el presidente argelino pudiera utilizar para con vencer a otros países de que apoyaran la independencia de las islas. A su vez el Polisario, movido también por Argel, que lo acogía en la reserva de Tinduff, colaboraba en el conflicto con el secuestro y asesinato de indefensos pescadores. Edem Kodjo, secretario general de la OUA, y docenas de embajadores africanos, pasan por el Archipiélago para comprobar si los canarios éramos negros o qué. Todavía unos meses antes, el miércoles 23 de enero, La Provincia abría a tres columnas en portada con que ‘Hassan II prepara una nueva marcha verde’.

Según había declarado en El Aaiun el poderoso y siniestro ministro de Interior Driss Basri, el monarca visitaría El Aaiun con motivo de la Fiesta del Trono “con una gran concentración de ciudadanos y personalidades de todas las regiones de Marruecos para dar una brillante demostración de la unidad nacional y de la unanimidad del pueblo marroquí sobre el irreversible carácter marroquí del Sahara”. Hay cosas que no cambian. O que parece que cambian… para no cambiar. Los ‘analistas’, politólogos y ‘rastreadores’ de virus diplomáticos tenían claro que esta iniciativa tendría secuelas en Canarias. Como el famoso ‘efecto mariposa’, pero en versión camello. El Polisario no se iba a quedar quieto pasmado. Lo más seguro era que reaccionara con alguna acción ‘militar’ – o sea, terrorista- contra los pescadores isleños. Como decía el canciller Bismark ”la geografía es el único factor inmutable de la historia”.

Suárez dio órdenes precisas a principios de 1978 para poner en marcha la Junta de Canarias cuanto antes, junto con el País Vasco, Cataluña, Galicia… Había que apretar el acelerador, y conseguir además un armisticio entre la UCD de Tenerife (ATI) y la de Gran Canaria.

Todavía coleaba en los meses preconsensuales lo de las ‘cañadas’ del Teide, que había pasado a ser las coñadas por que había degenerado en un baile de ridículos y egos. Sacar la preautonomía era una baza diplomática importante. Todos los partidos eran una piña. Sin la menor grieta. Los aviones oficiales recorrían África del uno al otro confín llevando a bordo a políticos de todos los partidos: UCD, PSOE, AP, PCE, nacionalistas… Los diputados comunistas hablaban con los regímenes comunistas en confianza “de camarada a camarada”. Fidel Castro, desde Cuba -La Habana iba a ser sede de la Conferencia de Países no Alineados, es decir, ‘tibiamente’ alineados con Moscú- echó una mano muy importante. “Soy medio guanche”, llegó a decir. El líder de la UCD hizo un viaje ‘especial’ a Canarias. Llegó acompañado de una flotilla de la Armada.

Cuando en Madrid se llamaba traidores a los defensores del REF

Mucho antes de estos episodios, en 1972, el fenómeno independentista en Canarias, entonces muy episódico y circunscrito a sectores radicales de la izquierda, se había colado de rondón en la política nacional: durante los debates del REF en la Comisión de Hacienda de las Cortes, muchos procuradores (diputados en el lenguaje del Movimiento) peninsulares no acababan de asumir eso que ya se llamaba en las Islas ‘estatuto canario’. Para ellos equivalía a abrir una puerta a la “sagrada unidad de la Patria”. Vade retro satanás. En un momento dado, y ante las reticencias del lucense Pedrosa Latas, el fogoso presidente del Cabildo de Gran Canaria, Juan Pulido Castro, le dijo que esos comportamientos con las Islas lo que hacían era lo contrario, fomentar el independentismo. Hablamos mucho sobre ello, en aquellos instantes, apenas pasadas unas horas, en un salón del Hotel Palace, y ya de vuelta. Consideraba patético que no miraran con detenimiento el mapa de España: “La lejanía –comentaba- parece que no se ve, que no quieren verla”.

La bola de nieve creció en horas, y Pedrosa Latas (Lugo, 1916) falangista de primera hora, combatiente en la Guerra Civil, abogado, jefe provincial del Movimiento en Orense, etcétera, se puso en contacto con el periódico, a través de Matías Vega, para dejar claro que de anticanario y centralista, nada de nada. En 1977 fue candidato al Senado por Alianza Popular, pero no resultó elegido.

En La Provincia del 1 de agosto de 1988 Pulido Castro se ‘confesaba’ con el periodista Antonio González: “A Carrero – (el poderoso vicepresidente del Gobierno y heredero dinamitado del Caudillo destinado a vigilar el franquismo sin Franco)- le inquietó el independentismo canario”. Esa inquietud obró milagros. Sabiamente utilizada por la parte canaria, incluso por los sectores progresistas entonces en la clandestinidad, logró avances impensables en aquellos días. La prensa nacional hablaba abiertamente del ‘experimento canario’.

“En Madrid- rememoraba Juan Pulido- llegaron a tacharme de traidor a España. ¡A mi!. Y contaba como en una reunión de agentes de Aduanas en Madrid, cuando surgió el problema de la situación singular de Canarias en la modificación aduanera, el Director General de Aduanas dijo en público: “Claro, es que allí tienen a ese traidor a España que se llama Pulido”.

Cuando el 6 de diciembre de 1978 se aprueba la Constitución en referéndum, de inmediato se pone manos a la obra para construir el ‘Estado Autonómico’.

Pero en aquellos días el reloj tenía dos ritmos: uno muy lento, para los que querían todo ya, y otro muy rápido, para la cadena de acontecimientos.

Unos días antes, durante la campaña, se celebra un debate en Hoya de la Plata, en un local vecinal. Aparte de si era mejor la república que la monarquía o al revés, un dirigente del PUCC (Partido de Unificación Comunista de Canarias) dice que eso de la autonomía era una maniobra de distracción”, “un cuento chino”, “un engaño del capitalismo y el imperialismo”, y que en el mejor de los casos “eso no lo verán mis ojos por lo menos en cincuenta años”. El ponente del PSOE le dice que no tanto, que en diez o quince años “España ya será autonómica, o sea, federal en cierta manera”.

Era 1978. Casi inmediatamente se inaugura la preautonomía institucional, que tenía una finalidad esencial: ser los cimientos y las columnas del edificio autonómico. En 1979 empiezan las primeras negociaciones serias para la transferencia de competencias. El 10 de agosto de 1982 se publica en el BOE la Ley Orgánica del Estatuto de Autonomía de Canarias. Seis días más tarde, el 16, se publica la LOTRACA (Ley Orgánica de Transferencias Complementarias a Canarias) que eleva el listón competencial hasta igualar a las ‘nacionalidades históricas’ del artículo 151 CE78. A lo que hay que añadir el protocolo especial en la CEE, la Ley del Régimen Económico y Fiscal (REF)…

El medio siglo del desconfiado (y con razón) comunista pasó en un plis plas. En cuatro años el BOE publica el Estatuto de Autonomía y la LOTRACA, y en tres más, o sea, en siete, se firma solemnemente el protocolo de culminación del complejo proceso de transferencias el jueves 24 de octubre de 1985 por parte del vicepresidente del Gobierno de España, Alfonso Guerra, y del presidente del Gobierno de Canarias, Jerónimo Saavedra.

Semanas antes, Alfonso Guerra había urgido a Eligio Hernández, delegado del Gobierno, a crear la Comisión Regional de Gobierno, que agrupara bajo la dependencia directa de la Delegación y de los dos gobernadores civiles – figura que todavía existía - toda la administración periférica del Estado en la región. Además de las explicaciones relativas al tratamiento común de determinados asuntos, por ejemplo, el comercio con África y los problemas de los residentes canarios en Venezuela (que con sus descendientes se estimaba en unas 500.000 personas), el objetivo era esencialmente otro: “Que todos los servicios del Estado se aglutinen en torno a los dos gobernadores civiles, de forma que la autonomía que tienen muchos jefes de servicio de relacionarse directamente con directores generales de ministerios la centralicen los gobernadores civiles”.

Era, como ya parecía obvio, una manera de prepararse para los nuevos tiempos. Con la transferencia de competencias este paquete ‘relacional’ ya sería una función del Gobierno de Canarias, excepto las que quedaran en manos del Estado, como las de la Policía y Guardia Civil, las de Defensa, etcétera.

El fin, o no, del “inmoderado afán centralista de la uniformidad”

El cambio de los tiempos lo resumía, como colofón de la ceremonia ante un público embargado por un sentimiento compartido de emoción, y de fin de un ciclo histórico, un centralismo que arrancaba de la Conquista, a un nuevo ciclo radicalmente distinto una valiente frase saavedriana: “Hoy, 24 de octubre de 1985, Canarias cuenta por primera vez con el poder político suficiente para hacer realizable la legítima aspiración de tantas generaciones: protagonizar nuestro presente y poder controlar el desarrollo de nuestro futuro (…) A parir de ahora, solo de nosotros será el éxito o fracaso de esta empresa”.

Eso no significa, naturalmente, que haya desaparecido, como usando una goma de borrar, aquello que ya denunciaba el ‘último cacique’ propiamente dicho, el que fuera presidente del Cabildo Insular de Gran Canaria ‘Don’ Matías Vega Guerra en 1959, pleno franquismo duro, al tratar el tema de las heredades de aguas en el prólogo del libro de las Obras Hidráulicas en la Isla del ingeniero Simón Benítez Padilla: “El inmoderado afán centralista de la uniformidad”. También adelantaba la futura batalla del REF: “Otro anhelo vital- aún no logrado pese a la unanimidad del país que lo reclama- es el restablecimiento de hecho y de derecho del régimen de Puertos Francos, aspiración también secular, pero aletargada intensamente en la realidad, pese a la subsistencia de la ley fundacional”. Claro que como los tiempos cambian cada día a las cero horas, el REF ya era otra cosa. Era una actualización que contemplaba las nuevas circunstancias comerciales, agrícolas e industriales…. Un encaje de bolillos que se ha ido reactualizando según las cruzadas circunstancias canarias, españolas y europeas. Podría decirse que hoy no puede evadirse de las borrascas de la globalización.

Todo esto sobrevolaba el tramo final de las transferencias. Mientras esperábamos en corrillos, los trescientos y pico invitados, la llegada de Alfonso Guerra y Jerónimo Saavedra, parecía que subíamos los últimos peldaños de una larga, inmensa, empinada, escalera. Tomé unas notas, desde que llegué una hora antes. Salió a relucir el Libro Rojo de Gran Canaria, reales cédulas reunidas por el archivero Pedro Cullen del Castillo, pieza indispensable para conocer el primer andamiaje jurídico político y económico de las ‘islas de Canaria’, recién conquistadas; esencial, los Fueros y Privilegios, que podríamos llamar ‘el primer estatuto’; la Ley de Puertos Francos de 1852, la de Cabildos de 1912…

“Hablamos de transferencias de competencias – decía un periodista en animada conversación con gentes de Cabildos- pero en Canarias los Cabildos han hecho lo que han tenido que hacer sin tener competencias”. Y hacía una lista de ‘competencias no competenciales’ en Gran Canaria: presas, caminos vecinales que eran verdaderas carreteras, psiquiátricos, sanatorios –todo el complejo de El Sabinal-, el Colegio Universitario, el famoso CULP, el centro de tecnología pesquera de Taliarte, el plan de la Mancomunidad de refugios pesqueros y deportivos...que logró absorber a buena parte de los trabajadores del mar parados tras la descolonización del Sáhara Occidental…. También se comentaba, con todo lujo de detalles y cotilleos, la publicación en La Provincia del domingo 20 de octubre, ‘a toda pastilla’, del texto íntegro del borrador del proyecto de la Ley de Aguas de Canarias. Una ley revolucionaria, combatida duramente por los aguatenientes tinerfeños. “No sabe Saavedra en qué lío nos ha metido”, profetizaba un medio-cargo socialista.

Líos habría muchos en lista de espera. Tres días antes había estado en visita oficial el ministro de Transportes y Turismo, el gallego Abel Caballero – ahora legendario y luminiscente alcalde de Vigo que enciende las luces de navidad ya en agosto- que había asegurado muy seriamente que el aeropuerto de La Gomera era “una obra no viable”, ni económica ni técnicamente. Eso sí, añadía cauto y por si acaso, que “sin embargo estamos dispuestos a seguir hablando de la cuestión” porque, reconocía “puede haber otras opiniones”. Como la de Casimiro Curbelo, que llevó el agua, o sea, los aviones, a su molino, o sea, aeropuerto.

Saavedra: “Ahora, solo de nosotros será el éxito o el fracaso de la autonomía”

En fin, dentro, el flamante jefe de protocolo de Saavedra, Ildefonso Rodríguez -que tantos dimes y diretes protagonizaría, con razón- estaba a punto del infarto en el salón de actos del edificio de Usos Múltiples 1, de la capital grancanaria, una construcción que estaba de moda en toda Europa, en Dusseldorf había uno idéntico para las oficinas de Trabajo, revisando todos los detalles para la solemnidad que habría en unas horas. Daba vueltas y vueltas, y algún gritito de vez en cuando. Los emplumados guardias municipales vestidos de gran gala lo miraban atemorizados. Me parecía a mi.

Ninguno de los dos oradores decepcionó.

Tras la solemne firma de los protocolos, acogida con una cerrada salva de aplausos, el presidente Saavedra no pudo evitar su talante de profesor. Tras hacer un minucioso repaso de los avatares más trascendentes de la historia de Canarias, desde el mismo momento de la Conquista, con la incorporación a la Corona de Castilla “y a través de ella al mundo occidental en un tremendo- y no menos traumático- salto desde el neolítico al renacimiento, la concesión de los fueros y privilegios otorgados por los Reyes Católicos según avanzaba la conquista del Archipiélago es sin duda otro referente histórico, como lo es la participación en la gesta del Descubrimiento….”

“…Puede decirse -añadió- que el carácter multiétnico de las sucesivas oleadas de colonos que se establecieron en las islas unido a la estrategia de desarrollo que desde el siglo XVI mantiene a Canarias en permanente contacto con los centros neurálgicos del quehacer internacional, están en la base misma de nuestra configuración como una región claramente diferenciada dentro del Estado español”. Después de defender la vía pragmática elegida, para ‘compensar’ no ir por el artículo 151, es decir, Estatuto + Lotraca + REF + Europa, el presidente canario y ‘sumo líder’ socialista reconoció que las negociaciones entre parte y parte “no han sido tarea fácil. Porque la transferencia de competencias del Estado a la Comunidad no puede entenderse como un mero cambio de titularidad jurídica, como una transposición funcional de recursos humanos y económicos. Muy al contrario, la única vía correcta de valoración de este proceso es la que tiene en cuenta además de sus resultantes cuantitativos, la paralela consolidación de las instituciones que en el futuro gestionen esas competencias y desarrollen esas potencialidades”.

Hubo en medio de su parlamento incluso afirmaciones que recordaban la frase ‘vegana’ del “inmoderado afán centralista de la uniformidad”. “Muchas son las ocasiones que se ha conculcado desde la Administración Central el espíritu de las leyes que reconocen el hecho insular. Muchas son las evidencias de un respetable (o sea, abusón, en canario escarmentado) grado de insensibilidad hacia los factores de lejanía y falta de recursos que se han transformado al correr de los años en importantes déficit históricos de infraestructuras y equipamientos básicos”. Este tic no ha desaparecido en buena parte de las competencias de la Administración Central. Por ejemplo, la actual situación (finales de noviembre de 2020) de la inmigración irregular en el archipiélago. Arguineguín está cogiendo la misma fama que Lesbos en buena parte por cierta ‘chulería centralista’ aliada del desconocimiento y la incompetencia. Como suele decirse, la ignorancia es muy atrevida. Sobre todo si muta en soberbia.

Saavedra reconoció, como un caballero, a los muchos protagonistas de este proceso transferencial: quizás, calculo, un centenar de miembros entregados a negociar ‘a cara de perro’ lo mejor para Canarias en la Comisión Mixta, bajo la dirección del ejecutivo autonómico.

Terminó con estos dos contundentes párrafos: “Por nuestra parte, lucharemos porque ese orgullo y satisfacción que nos produce el ser un pueblo capaz de dirigirse a sí mismo sea actitud permanentemente asumida por todos los canarios y nos impulse con confianza hacia el futuro. A partir de ahora, solo de nosotros será el éxito o fracaso de esta empresa.”

Ahora, estoy escribiendo esto en la medianoche del jueves 26 de noviembre de 2020, treinta y cinco años y un mes después, habrá que echar la vista atrás y sacar cuentas de los éxitos, los fracasos o el mediopensionismo. Y el resultado en los ranking más serios es preocupante.

Guerra: “El auténtico desafío es la gestión eficaz”

Alfonso Guerra hizo un discurso de Estado, según los cronistas, y la opinión unánime de los presentes. Es decir, enmarcó el acto de la firma del final del proceso de trasferencias, si bien con algunos paréntesis en trámite, en la labor de construcción de la España de las Autonomías y en el contexto de la Comunidad Europea y el concierto mundial.

“Estamos hoy aquí -principió diciendo- para finalizar un proceso de transferencias que estaban antes en el Estado, y que ahora se tendrán que gestionar en plenitud de forma por el Gobierno de Canarias. Y este hecho, a mi juicio, tiene una doble importancia porque es doble su significación. Constituye un paso más, y un paso importante, en la construcción global del Estado de las Autonomías que define nuestra Constitución, pero también significa la dotación de estos instrumentos de autogobierno. Desde la primera perspectiva, la construcción del Estado de las Autonomías, este acto viene a refutar las opiniones de algunos (sectores) minoritarios, pero que tienen su legítimo derecho a expresar sus opiniones, a mi parecer interesadas y erróneas, que sostienen la existencia de una detención en el proceso autonómico que marca nuestra Constitución. Actos como el de hoy demuestran todo lo contrario”.

Y la inevitable y necesaria comparación con Europa: “Para un observador imparcial es indudable que en muy pocas ocasiones históricas en el mundo occidental se ha producido un fenómeno tan rápido, tan intenso, tan profundo, como el que se está produciendo en España con la Construcción del Estado de las Autonomías”.

El vicepresidente del Gobierno quiso ser y lo fue “didáctico y pedagógico”, como concluyeron muchos asistentes. “Pienso – explicó- que el ciudadano canario desea que le sean resueltos sus problemas, y desea que se le den esperanzas futuras. (…) El auténtico desafío con el que nos encontramos es el de la gestión eficaz de las tareas que nos corresponden. Pienso que es a través de las prestaciones de los servicios públicos, a través de su calidad, de su menor coste y mayor beneficio social como se consigue de verdad el arraigo popular que debe inspirar toda acción de Gobierno. El Estado descentralizado, complejo y participativo (…) exige que cada uno sepa distinguir con claridad, con nitidez, cuál es el papel que cada institución tiene en la responsabilidad global”.

Y ante el enganche con Europa, Guerra se mostró optimista con el futuro europeo del Archipiélago. “La Constitución Española puso en su articulado mucho interés en que la insularidad no supusiera aislamiento del resto del Estado sino proximidad. España, en su empeño histórico de integrarse plenamente en la Europa política y económica, ha querido mantener sus señas de identidad, lo que caracteriza su existencia como pueblo. No cabe duda de que entre esas señas está el que una parte de su territorio se extiende más allá de los límites geográficos de la Península. Canarias, junto con los demás territorios del Estado, al integrarse con carácter pleno en la DEE podrá desarrollar toda la potencialidad de sus señas de identidad en el seno de esa Europa a la que por derecho propio pertenece…”

El tiempo pasa rápido. Es un tren de altísima velocidad. Las autonomías y la democracia le han dado un vuelco a España, para bien. Para muy bien. Pero cada uno ha de sacar sus cuentas. Canarias está a la cola en las clasificaciones autonómicas en demasiadas cosas sensibles: sanidad, dependencia, educación, universidades que si fueran empresas estarían en quiebra técnica, índices de pobreza, brecha social… Viven junto al esplendor del turismo y a pesar del chorro inagotable de euros de las ayudas europeas.

Reflexionen.