Entrevista | Raquel Marín Neurocientífica
Raquel Marín: «La realidad es que el cerebro sigue siendo analógico en su esencia, asustado con la era digital»
En una era dominada por pantallas, notificaciones y multitarea, cada vez más jóvenes están redescubriendo el valor del papel, los libros y la escritura a mano. Esta tendencia, que podría parecer un simple gesto nostálgico, tiene un profundo respaldo científico.

Raquel Martín. / E. D.
Más allá de la lectura y la escritura, los vinilos y los CDs vuelven a estar de moda, y sacar fotos con cámaras analógicas empieza a formar parte del día a día de muchos jóvenes. La búsqueda de una pausa en medio de la rapidez digital se ha convertido en la tabla de salvación de las nuevas generaciones y también de las que no son tan nuevas.
Este fenómeno, que también se ha viralizado gracias a las redes sociales, surge en un momento en el que ya no se discute sobre el impacto que puedan tener las nuevas tecnologías en un cerebro en formación. Aparece cuando se están empezando a tomar medidas para paliar los efectos nocivos de las pantallas en los más jóvenes. Un ejemplo es Madrid, que se ha convertido en la primera comunidad autónoma de España en eliminar el uso de dispositivos digitales en Primaria.
Este debate ocurre, además, en un contexto en el que se ha detectado un aumento del 26,6% en los trastornos de aprendizaje, tal y como indica el Informe 2024 del Sistema Nacional de Salud, elaborado por el Ministerio de Sanidad. ¿Puede la constante conexión tener que ver con estas cifras? ¿Qué efectos tiene la hiperdigitalización en nuestro cerebro? Para indagar en esta cuestión, la neurocientífica Raquel Marín, autora de Alimenta el sueño para un cerebro sano, explica cómo el cerebro humano sigue siendo, en esencia, analógico, y cómo el regreso a lo tangible mejora la atención, la memoria y el bienestar mental. Además, analiza los riesgos de la hiperconexión, el impacto de las pantallas en el aprendizaje y las consecuencias neurológicas de crecer en un entorno digital.
En los últimos años se ha visto un regreso a lo analógico por parte de los jóvenes: más papel, más libros físicos, más bolígrafos. ¿Qué lectura hace usted de este fenómeno desde la neurociencia?
La realidad es que nuestro cerebro, 200.000 años después, sigue siendo analógico en su esencia. Es decir, la era digital es un pequeño susto para un órgano que lleva cientos de miles de años funcionando a través de imágenes, símbolos e interacción directa. Lo analógico estimula varias vías sensoriales a la vez: no solo la vista y el oído, sino también el tacto y el olfato. Cuando tocamos un libro, sentimos su textura, su peso, incluso su olor, y todo eso contribuye a activar distintas áreas cerebrales. Por tanto, este retorno no es casual, sino una forma de reconectar con la manera natural en que nuestro cerebro procesa la información.
¿Se puede hablar de una ‘fatiga digital’ cuando hablamos de una gran exposición a las tecnologías y plataformas digitales?
Sí, absolutamente. Estar constantemente sometido a una multitarea digital genera una fatiga de atención. En realidad, la multitarea no existe: el cerebro no realiza varias cosas al mismo tiempo, sino que cambia muy rápido de una tarea a otra. Este cambio continuo implica un esfuerzo cognitivo enorme, porque en cada transición se pierden segundos de concentración y se toma una nueva microdecisión. Ese esfuerzo sostenido acaba generando agotamiento mental, estrés y una menor capacidad para mantener la atención durante largos periodos.
Vivimos rodeados de estímulos: alertas, mensajes, notificaciones... que fragmentan la atención
¿Qué diferencias existen a nivel cerebral entre leer en una pantalla y leer en un libro en papel?
La lectura en papel permite una mejor organización visual del texto. El cerebro se orienta mejor al cambiar de renglón o localizar un fragmento específico, porque recuerda la posición física de la información en la página. Además, se activa la memoria espacial, situada en el hipocampo, que es clave en la consolidación de recuerdos. En cambio, las pantallas emiten luz y generan un mayor nivel de activación cerebral. Ese sobreestímulo visual puede derivar en fatiga y estrés. En general, la lectura digital es más rápida y superficial, mientras que la lectura en papel favorece la comprensión profunda y la inmersión. Por eso, para textos extensos o de análisis, el papel sigue siendo más efectivo.
La escritura a mano activa regiones cerebrales distintas a las que se activan al teclear. ¿Qué beneficios concretos aporta? ¿Cómo afecta al proceso de aprendizaje?
Escribir a mano activa áreas relacionadas con la memoria, la orientación espacial y la motricidad fina. Al trazar cada letra, se involucran múltiples circuitos neuronales que refuerzan la retención de la información. Cuando uno escribe algo, lo recuerda mejor, porque lo ha procesado de forma más profunda y simbólica. También se estimula el hipocampo, una región clave para la memoria a largo plazo. Además, este proceso implica un esfuerzo motor que contribuye a mejorar la coordinación y a consolidar los aprendizajes. Por eso, escribir a mano sigue siendo una herramienta fundamental para el desarrollo cognitivo y la adquisición de conocimientos.
La hiperconexión digital se asocia a estrés y ansiedad. ¿Qué efectos tiene sobre el cerebro vivir en constante estado de notificaciones y multitarea?
Vivimos rodeados de estímulos: notificaciones, alertas, mensajes, «me gusta»… Cada uno de ellos fragmenta nuestra atención. El cerebro dedica microsegundos a decidir si responder o no, y ese proceso repetido cientos de veces al día agota la corteza prefrontal, encargada de la concentración y la toma de decisiones. Con lo analógico ocurre lo contrario: los estímulos son más pausados. Cambiar de página o escribir a mano permite mantener la atención de forma sostenida, reduciendo el estrés cognitivo y la ansiedad. Es una forma de devolverle al cerebro su ritmo natural.
El olor del papel, la sensación de escribir o de pasar una página contribuyen a fijar mejor la información
Muchas aulas en España están reduciendo el uso de dispositivos electrónicos y recuperando el papel. ¿Qué efectos positivos puede tener esta decisión en la plasticidad cerebral de los estudiantes?
Activar el cerebro a través de varios sentidos –tacto, vista, olfato, movimiento– enriquece las conexiones neuronales. La plasticidad cerebral, que es la capacidad del cerebro para adaptarse y crear nuevas conexiones, mejora cuando se usan diferentes canales sensoriales. El olor del papel, la sensación de escribir o de pasar una página contribuyen a fijar mejor la información. La experiencia de aprendizaje se vuelve más multisensorial y profunda, lo que facilita la comprensión y la memoria a largo plazo.
¿Cree que la vuelta a lo analógico es una moda pasajera o un cambio cultural con impacto en la salud cognitiva de las próximas generaciones?
Nuestro cerebro sigue siendo el de un individuo nómada acostumbrado a moverse, explorar y usar todos los sentidos para comprender el entorno. Volver a lo analógico reduce la fatiga visual y el estrés mental, y ayuda a mantener un equilibrio cognitivo más saludable. Sin embargo, no creo que sea una sustitución, sino una coexistencia. Lo digital y lo analógico pueden complementarse. La clave está en usarlos de manera equilibrada, aprovechando lo mejor de cada uno. La neuroplasticidad del cerebro humano le permite adaptarse a ambos mundos sin problema.
¿Qué opina de que en las aulas se esté eliminando el uso de tecnología en las horas de estudio?
Me parece una buena medida. Al reducir las horas de exposición digital, se compensan los circuitos cerebrales que se activan y se favorece el desarrollo de otras habilidades cognitivas y memorísticas. No se trata de eliminar la tecnología, sino de diversificar la forma en la que el cerebro procesa la información.
¿Cómo puede afectar esta exposición a lo digital al cerebro en desarrollo de los menores?
La atención sostenida requiere al menos unos 20 minutos de concentración en una tarea concreta. Si los niños están acostumbrados a estímulos rápidos, esa capacidad se debilita. Esto puede afectar al pensamiento profundo, la creatividad y el pensamiento divergente, esenciales para el aprendizaje y la resolución de problemas.
Lo digital y lo analógico pueden complementarse. La clave está en usarlos de manera equilibrada
Nos hemos acostumbrado a la multitarea. ¿Cómo podemos recuperar el foco y volver a centrarnos en una sola tarea?
Lo primero es eliminar los estímulos distractores. Apagar las notificaciones o alejar el móvil durante un periodo de trabajo ayuda a que el cerebro recupere su capacidad de atención sostenida. También es importante hacer descansos regulares y practicar actividades que favorezcan la concentración, como la lectura o la escritura manual.
¿La hiperconexión tiene que ver con el aumento de casos de déficit de atención que hay en las aulas?
Sí, sin duda. La hiperconexión digital interrumpe constantemente el proceso de pensamiento y dificulta mantener una atención profunda. Esto puede derivar en un patrón de atención fragmentada que se parece mucho a los síntomas del déficit de atención. No es el único factor, pero contribuye de forma significativa.
¿Qué diferencia hay entre el cerebro de una persona mayor y el de un nativo digital a la hora de desenvolverse con la tecnología?
No existen aún estudios concluyentes que comparen de forma masiva las diferencias estructurales entre generaciones digitales y analógicas. Lo que sí sabemos es que el cerebro se adapta a lo que más usa. Las áreas que se estimulan con frecuencia, como las relacionadas con la coordinación visoespacial o la rapidez de respuesta, se refuerzan. En cambio, las que se usan menos tienden a reducir su conectividad. El cerebro es moldeable, y eso explica por qué las distintas generaciones muestran habilidades diferentes frente a la tecnología.
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