Opinión

El nombre del mundo es Bosque

El director de la Fundación Canaria Telesforo Bravo-Juan Coello, Jaime Coello, aborda la situación de los bosques en Canarias

Bosque de laurisilva de Anaga.

Bosque de laurisilva de Anaga. / Arturo Jiménez

Jaime Coello

Este título, de una de las obras de la autora de ciencia ficción y fantasía estadounidense, Ursula K. Leguin, define a la perfección la importancia que tienen los bosques para cualquier planeta real o imaginado.

El bosque, el monte para los canarios, forma parte del paisaje cotidiano de los habitantes de cinco de las siete Islas que forman nuestro Archipiélago. Sin embargo, la contemplación diaria de una escena, suele conducir a la minusvaloración de lo que vemos. Creo que en estas Islas, en general, no somos conscientes de lo afortunados que somos por contar con masas arbolada y cubiertas de vegetación, s que nos prestan servicios, imposibles de cuantificar, por mucho que se empeñen los partidarios de reducir todo a términos económicos.

Sin embargo, la relación entre seres humanos y monte, dista mucho de ser pacífica. Desde el mismo momento en que los primeros grupos de personas llegaron al Archipiélago, comenzó la ocupación y expansión de su hábitat y la regresión de la naturaleza.

Es prácticamente imposible visitar algún paraje en Canarias, que no haya sido alterado de alguna manera o modificado por la mano del hombre.

El trabajo de varios científicos, como el catedrático de Ecología de la Universidad de La Laguna, José María Fernández Palacios, nos ha permitido conocer como los habitantes prehispánicos de Canarias comenzaron la transformación de los ecosistemas insulares.

El geólogo y naturalista portuense, Telesforo Bravo, cuando hablaba de la conquista de Tenerife por los castellanos, comparaba la facilidad con la que aquellos se movieron por a Isla, a través de la extensa red de caminos creados por los guanches, frente a la dificultad que tuvieron los portugueses al llegar a la Isla de Madeira no poblada previamente (recientemente se han encontrado asentamientos, aunque de escasa entidad y probablemente temporales) para simplemente acceder a ella, por la enorme cantidad de vegetación que encontraron.

Los al menos 1.500 años que estuvieron los guanches en Tenerife, motivaron una primera transformación de su entorno. Pero la verdadera transformación comenzó con la llegada de los colonizadores procedentes de Europa. La población guanche era relativamente escasa, pero con las tropas de Fernández de Lugo, llegaron numerosos colonos dotados de tecnología suficiente y dispuestos a ocupar todas las tierras susceptibles de aprovechamiento y explotar los recursos naturales. Árboles y plantas cayeron bajo el filo de hachas y sierras para desbrozar terrenos para la agricultura, alimentar ingenios azucareros, construir viviendas, obtener combustible, construir barcos…

Gran Canaria, que según algunos autores, contaba con la masa de laurisilva más extensa del archipiélago Canario y una considerable extensión ocupada por pinar, sufrió desde las etapas iniciales de la colonización, una intensa deforestación.

En palabras del fundador del Museo Canario, el Doctor Chil y Naranjo «después de más de trescientos años que los conquistadores y sus descendientes, declararon a los bosques de la Gran Canaria una guerra a muerte»

Las medianías del Norte, en la Isla de Tenerife, sufrieron, desde mediados del siglo XX, la tala de su vegetación natural (laurisilva) para ser sustituida por masas de pino de Monterrey (Pinus radiata) y en mucha menor medida de pino carrasco (Pinus halepensis) Se trata de especies de crecimiento más rápido que el pino canario y se pretendía desarrollar una industria forestal en torno a ellas.

De esta manera, se agravó la pérdida de superficie de un bosque que llegó a ocupar toda la zona de influencia de los vientos Alisios; la banda Norte de la Isla, desde Anaga a Teno. Afortunadamente, esos experimentos y aquellos tiempos están superados y también la concepción de los montes como un recurso a explotar y no como un patrimonio a conservar.

En este contexto, tenemos que enmarcar la iniciativa del personal técnico de medio ambiente del Cabildo de Tenerife, para eliminar el pino de Monterrey de las áreas afectadas por el incendio de Tenerife en 2023 y la posterior reforestación con especies de laurisilva. Al contrario que el pino canario que presenta una notable resistencia al fuego, no así el radia, por lo que su presencia incrementa la vulnerabilidad de nuestros montes frente a aquel y agrava sus efectos.

Este trabajo ha generado cierta alarma social, ante la presencia de un gran número de troncos y ramas cortadas, acumulados en las zonas donde se están produciendo las talas. La creciente conciencia ambiental de la sociedad tinerfeña y las frecuentas agresiones a nuestro medio ambiente toleradas e incluso promovidas por nuestras Administraciones Públicas, hizo creer ante la ausencia de información oficial, a no pocas personas, que se estaban realizando talas para dedicar la superficie antes ocupada por el monte a otros usos.

Bosque de laurisilva del Parque Nacional de Garajonay.

Bosque de laurisilva del Parque Nacional de Garajonay. / ELDÍA

A pesar de que se trata de un paso en la buena dirección nuestros montes enfrentan importantes amenazas que es necesario abordar. Su conservación es vista como un obstáculo para tener una buena calidad de vida por una parte de una considerable parte de la población rural, dedicada a labores agrícolas y ganaderas que hoy se encuentra en peligro de extinción. En una Comunidad Autónoma donde importamos el 90% de los productos alimentarios que consumimos, donde se fomenta a través de mecanismos fiscales como el REA, esa importación, donde los precios de piensos y abonos son prohibitivos y donde quienes nos gobiernan nos exigen sacrificarlo todo al dios del turismo, ser campesino o pastor es un acto de heroísmo. La falta de apoyo dispensada por las Administraciones Públicas canarias y su falta de presencia efectiva en el ámbito agropecuario, para apoyar la labor de los hombres y mujeres del campo, ha generado un sentimiento de resentimiento y hostilidad hacia quien identifican como uno de los principales causantes de sus dificultades: la conservación del monter. Si sus habitantes están en peligro de extinción, también lo están los suelos que ocupan. Una vez destruidas y ocupadas las costas del Archipiélago; especuladores, nuevos colonos europeos y sus políticos afines han puesto sus ojos en el suelo rústico. Los grupos representados en el Parlamento de Canarias, están trabajando en un anteproyecto de reforma de la Ley de Suelo que facilitará la construcción en suelo rústico. Si en ausencia de esta Ley que liberaliza el suelo rústico, solo en Tenerife entre 2020 y 2024 se han construido en suelo rústico, 2.000 edificaciones ilegales en suelo rústico, mientras que la Agencia de Protección del Medio Urbano y Natural del Gobierno de Canarias, dice que no tiene medios para tramitar tantos expedientes, nos podemos imaginar lo que sucederá tras la aprobación la referida norma. Se incrementarán por tanto, las tan temidas interfaces de suelo urbano y forestal donde tantos incendios se están produciendo en los últimos tiempos.

Los bosques, ante la falta de protección de los suelos agrícolas productivos, quedarán más cercados todavía, como si de reservas indias se tratara.

Quiero terminar este artículo, con amabilidad y amor por las Islas donde habito, expresadas de forma inmejorable por las palabras de mi abuelo y maestro Telesforo Bravo, en el referido trabajo sobre la querida Isla de Gran Canaria.

Algunas veces, al atardecer —durante el crepúsculo—, estos seres, trabajadores durante el día, en un espacio de tiempo corto, cuando la radiación solar cesa, también cesan en sus funciones productoras. Es un momento en que la calma se adueña del ambiente y hasta el viento parece cesar Es un momento de profunda serenidad. Los árboles se disponen a «dormir» y «soñar».

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