Kika Fumero, consultora en violencia sexual y de género y activista: “Cuesta una vida conseguir derechos y tan solo un minuto para destruirlos”

Consultora especialista en violencia sexual y de género y activista por los Derechos Humanos, Kika Fumero actualmente también es portavoz y coordinadora del Movimiento 'Mi Voz, Mi Decisión' en España, tras ejercer entre 2019 y 2023 como la directora del Instituto Canario de Igualdad, del Gobierno de Canarias

Kika Fumero.

Kika Fumero. / LP/DLP

Iván Alejandro Hernández

Iván Alejandro Hernández

Las Palmas de Gran Canaria

Consultora en violencia sexual y de género y activista feminista convencida, tras ejercer entre 2019 y 2023 como directora del Instituto Canario de Igualdad del Gobierno de Canarias, Kika Fumero volvió a los movimientos ciudadanos con la portavocía y coordinación de ‘Mi voz, mis derechos’ en España, una iniciativa social europea que busca garantizar el aborto seguro. Su trayectoria abarca diversos campos relacionados con la igualdad de género, la violencia machista, la coeducación y el activismo por los derechos de la comunidad LGBTI.

¿Cómo valora la situación normativa actual de España en materia de igualdad?

Hablando pura y exclusivamente de leyes, considero que la situación de España está bastante avanzada. Nos podemos sentir orgullosas de las leyes que tenemos. Por supuesto, todas son mejorables, no cabe la menor duda. Siempre hay derechos o experiencias incluso vitales que no están contempladas, que se podrían tener en cuenta y, por lo tanto, son mejorables. Pero, aun así, podemos considerar que vivimos en un país donde nuestros derechos, en general, están bastante garantizados, en España la situación en materia legal es privilegiada. 

¿Y en la práctica?

Si nos ponemos a analizar y a valorar cómo se llevan a cabo todas esas normativas, si se están cumpliendo o no, pues ahí ya se nos cae el mito. Por ejemplo, en materia de derechos sexuales y reproductivos, tenemos una ley (Solo Sí es Sí), que fue reformada, pero como las competencias están transferidas, pues evidentemente, por muy buena que sea la ley, si no se destinan recursos económicos para desarrollarla, si se desmantelan, aniquilan y eliminan todas esas consejerías o concejalías destinadas a preservar y garantizar el cumplimiento de estas normativas, de poco sirve la ley. Por ejemplo, en muchas comunidades autónomas donde están gobernando el PP y Vox ha desaparecido el departamento para la lucha contra la violencia de género. Ahora se habla de familia, de violencia doméstica y se niega la mayor, es decir, que exista una desigualdad estructural entre hombres y mujeres en muchísimos campos.

¿Cuáles consideran los hitos legislativos más relevantes en Igualdad en España durante los últimos años?

Yo siempre digo que los avances nunca están en línea recta, se dan tres pasos hacia adelante y se pueden dar uno, dos, tres o cuatro hacia atrás. Por siempre estamos en la lucha, reivindicando, porque hay una tendencia a ir hacia atrás y en España, aun siendo un país todavía privilegiado, a ver qué pasa dentro de unos años, tras las elecciones. Pero la valoración general para mí sí es positiva. Si echamos la vista atrás 20 años, en 2005 se aprobó el matrimonio igualitario, los homosexuales y las lesbianas pudimos casarnos, también adoptar y formar una familia, a pesar de todos los encontronazos o las desobediencias con determinados partidos que pusieron el recurso en el constitucional, porque también había una parte de la sociedad que estaba en contra. Evidentemente, eso fue un antes y un después, hubo un punto de inflexión y yo creo que 20 años después sí podemos decir que está integrado. Y eso era totalmente una utopía, un sueño inalcanzable, inimaginable, el pensar que yo iba a poder construir una familia, que me iba a poder casar, que iba a poder ir por la calle de la mano con mi pareja, como hacían mis padres, por ejemplo. También tenemos la ley de las personas trans, de la autodeterminación. Por supuesto, las mejoras en las leyes de violencia de género y en los derechos sexuales y reproductivos. Creo que, si miramos 20 años atrás, evidentemente ha habido un avance y la valoración en ese sentido es positiva. Si ya vamos a 50 años, pues todavía mejor. Yo hasta los 16 años como lesbiana fui una enferma, hasta que en 1990 la Organización Mundial de la Salud no determinó que la homosexualidad no era una enfermedad mental. Hasta ese momento éramos enfermas. Cuando yo tenía 11, mi madre no pudo separarse, ni divorciarse, ni tener una cuenta, hasta que en 1981 se aprobó el divorcio. Evidentemente, hemos avanzado mucho. Ahora bien, ojo, porque cuesta una vida conseguir derechos y tan solo un minuto para destruirlos. Y creo que eso lo tenemos que tener muy presente en este momento actual.

¿Qué derechos quedan por conquistar en España?

Tenemos que ver todo desde un punto de vista interseccional. Y si nos centramos únicamente en las mujeres blancas occidentales que nacen aquí, pues evidentemente que nos quedan todavía derechos, pero lo que tenemos que hacer es no mirar a esas mujeres, sino mirar a todas las mujeres. ¿Qué pasa con las mujeres migrantes que no han nacido aquí? ¿Qué derechos tienen todavía por conseguir las mujeres racializadas? Hay muchísimas mujeres que todavía tienen muchos derechos por conseguir para tener una vida digna, entre ellas, las mujeres migrantes y estamos muy lejos de esa realidad. Y luego, por supuesto, por mucho que las leyes sean buenas, la igualdad real, efectiva, todavía no existe. Todavía seguimos moviéndonos por prototipos, por estereotipos. Las personas migrantes siguen sufriendo en su día a día, las personas gordas siguen sufriendo en su día a día, y las personas trans ahora mismo, sufren un acoso y derribo diario. Así que hasta que las leyes calen en la sociedad y permeen nuestra vida diaria, hasta que sea nuestra manera de relacionarnos y de interaccionar con el mundo y con quienes tenemos al lado, todavía queda muchísimo.

¿Considera al feminismo el movimiento social más importante en la actualidad?

Sin lugar a dudas, creo que es el movimiento más importante actualmente, incluso me atrevería a decir que incluso el más grande. Y es un movimiento pacífico. Creo que eso es sumamente importante, estamos luchando por nuestros derechos humanos fundamentales, por nuestra calidad de vida mínima, contra la violencia, contra asesinatos y de manera pacífica. A veces es verdad que la violencia genera violencia, genera rabia, impotencia, frustración y hay veces en las que yo me paro a pensar y digo, ¡pero qué grandes somos! Porque cómo puede ser que nos estén asesinando y que nos estén violando, pero nuestra reacción sea totalmente pacífica.

¿Cómo ve su evolución?

En sus inicios, eran cuatro las compañeras que estaban ahí poniéndose en primera fila, poniendo su vida en riesgo al servicio de la lucha. Estamos hablando de muchas décadas anteriores, incluso siglos, cuando simplemente por activistas y por feministas eran encarceladas, maltratadas, apaleadas y asesinadas. Hoy en día el movimiento ha crecido tanto y es tan grande que ya no hay marcha atrás. 

Tras su paso como directora del Instituto Canario de Igualdad, ¿qué opina de esa relación entre el feminismo institucional y el feminismo activista?

Creo que la política no debería ser tan cerrada, sino que tendría que estar más abierta a la ciudadanía. Y creo que se tendría que experimentar más el estar dentro. Evidentemente, aprendes cómo funciona, los tiempos reales y hasta dónde se puede llegar y hasta dónde no se puede llegar. Y también de qué manera, hasta qué punto pueden hacer, hasta qué punto no pueden hacer, qué tiempo se tarda o qué tiempo no se tarda para determinadas acciones. Aprendí mucho Y eso también me hace más fuerte porque ahora veo lo que se está haciendo en este Gobierno en materia de Igualdad y de violencia de género y la verdad es que dan ganas de llorar. Además, llorar con conocimiento de causa, que no sé si es mejor o peor.

¿Cambió su idea sobre las instituciones?

Entendí que hay cosas que no se hacen porque simplemente no hay energía, no hay interés. Aprendí también que hay otras cosas cuyo mecanismo está muy anquilosado y podría ser más ligero sin poner en peligro en ningún momento la seguridad jurídica. En mi caso, al entrar yo tenía un discurso, pero comprendí que tenía una responsabilidad de entender a todo el mundo. Yo estuve cuatro años sin representarme a mí misma, yo representaba a la gente. Tenía que mirar bien cuál tenía que ser mi discurso, aprender a hablar y a comunicar desde una manera activista y feminista, pero teniendo en cuenta la responsabilidad y la representación que ejercía. No podía dejar de ser activista ni dejar de ser yo, porque entonces lo iba a hacer muy mal, porque si te pierdes tú, pierdes todo. Y cuando salí, también tuve ese proceso de recuperar mi voz propia, sin representar a nadie más que a mí misma. Fue un proceso interesante. Y en mi activismo de hoy, guardo un poco de ese trabajo institucional, porque considero que es sumamente positivo. Estoy en asociaciones internacionales y nacionales, que por supuesto también representamos, pero es cierto que el discurso, aun siendo activista, y radical, por supuesto, no ha vuelto a ser alarmante. Creo que se llega mucho más a la gente y se avanza mucho más sin generar una alarma social. Ahora bien, si nos están matando y nos están asesinando, si hay un retroceso preocupante y alarmante como el que está habiendo ahora en derechos humanos, también hay que comunicarlo igual. Pero de alguna manera mi paso por el gobierno ha modificado mi manera de hacer activismo.

Ahora lidera el movimiento Mi voz, Mi Decisión, ¿qué le llevó a embarcarse en ese proyecto?

Una vez salí de las instituciones, tenía claro que tenía que seguir luchando y volver a mi puesto como activista iba a seguir ahí. Me propusieron como candidata para llevar la coordinación y la portavocía aquí en España y acepté, porque ya estábamos en un retroceso muy importante a nivel mundial.

¿Cuáles son los principales desafíos que existen en la lucha por la igualdad hoy en día en España?

Es evidente que es la ultraderecha. Por supuesto  la llegada de Trump ha sido peor, pero tenemos que mirar a Europa, con Meloni en Italia. Ahora afortunadamente Le Pen no va a poder presentarse en las siguientes elecciones, pero tiene un equipo detrás que sí. La ultraderecha está avanzando a pasos agigantados y lo que estamos viviendo en el día a día delante de nuestros ojos y de las pantallas, en las redes sociales, en los medios de comunicación, un genocidio en Palestina, estamos viviendo una invasión de Rusia en Ucrania, estamos viviendo el retroceso en Polonia, Hungría o Alemania. Bélgica, donde está la capital europea, también tiene un estado de derecha y de ultraderecha. Estamos viviendo un retroceso porque están desmantelando todos los recursos y las herramientas que teníamos para protegernos. Y ahora el principal desafío es unirnos, hacer resistencia y construir o diseñar estrategias para resistir.

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