Sin ellas no estaríamos aquí, sin nosotras no habrá mañana
La evolución del feminismo en Canarias ha sido firme, plural y comprometida con su contexto

Ilustración lucha feminista. / Adae Santana
Nereida Vizuete
Desde 1975, los avances sociales en igualdad han cambiado las leyes. Pero no nos engañemos, no fue el paso errante del tiempo quien trajo esos cambios. Fue el movimiento feminista. Fueron las voces, las huelgas, las manifestaciones, los cuerpos y, sobre todo, las redes de mujeres que, una a una, se sostuvieron para empujar la historia.
Las leyes no nacen del vacío. Son respuesta (casi siempre tardía y muchas veces tímida) a las exigencias sociales. El movimiento feminista en España ha sido, y sigue siendo, uno de los motores más poderosos de transformación social. No solo logró impedir retrocesos graves, como la reforma del aborto que impulsó Gallardón, sino que ha conseguido situar en el centro debates impensables hace unas décadas: el consentimiento, la corresponsabilidad, el derecho a una vida libre de violencia.
Ya desde 2003, en Canarias, con nuestra hora menos y nuestro ultraperiférico paso lento, avanzamos aún más rápido que en la vieja Europa: en 2003 la Ley de Prevención y Protección Integral de las Mujeres contra la Violencia de Género no solo llegó antes que en el Estado sino que su marco y su perspectiva eran pioneras, ampliando el concepto de violencia de género más allá del marco limitado de pareja o expareja.
Feminismo en Canarias
Aquí, en Canarias, el feminismo también ha tenido nombre propio y territorio concreto. Desde las islas se ha tejido un activismo que no se resigna a ser eco de otros, sino que propone, denuncia y lidera. Las organizaciones feministas, plataformas y redes varias han insistido, una y otra vez, en la urgencia de que las políticas públicas pongan el foco no solo en lo simbólico, sino en lo estructural: en la redistribución de los cuidados, en la protección real a las mujeres en situación de vulnerabilidad, en el reconocimiento de la violencia institucional, en añadir la perspectiva antirracista, en una educación feminista desde la infancia y en una justicia con perspectiva de género efectiva, no meramente declarativa.

Manifestación 8M en Las Palmas de Gran Canaria / Andrés Cruz / LPR
La evolución del feminismo en las islas no ha sido lineal ni exenta de obstáculos. Pero ha sido firme, plural y profundamente comprometida con su contexto. Las feministas canarias han sabido señalar las múltiples capas de discriminación que afectan a muchas mujeres en nuestro territorio: mujeres migrantes, racializadas, con discapacidad, mujeres del ámbito rural o empobrecidas. Han sabido alzar la voz contra las lógicas asistencialistas que infantilizan y contra los silencios que encubren desigualdades. Desde aquí también se ha exigido que el feminismo no se limite a las capitales ni a los grandes medios, sino que se descentralice, se traduzca, se escuche en todas las voces y en todas las islas.
Hoy, cuando algunas corrientes tratan de deslegitimar o simplificar el feminismo, urge volver a esas raíces comunitarias. Necesitamos políticas feministas valientes, financiadas, acompañadas de formación continua y no sujetas al vaivén electoral. Necesitamos más recursos para la atención a las víctimas, pero también más prevención. Más igualdad efectiva en el empleo, y también más pedagogía en los colegios. Más educación afectivo sexual con perspectiva de género e integral. Más alianzas entre mujeres, y también más interpelación a los hombres. Porque sin corresponsabilidad real, sin una transformación colectiva, no habrá mañana justo para nadie.
Hablar de feminismo (y también de feminismos, en plural) es hablar de una cadena de transmisión. Creada, mejorada, revisada y evolucionada año a año, siglo a siglo. Cada generación recibe prácticas, saberes y luchas que no empiezan ni terminan en ella. Reconocemos la historia de las que nos precedieron (las que abrieron grietas en un mundo más hostil), pero sabemos que este movimiento no pertenece a nadie en exclusiva. Cada época, cada región, tiene su mirada, sus batallas y sus sueños de libertad. El feminismo es vivo porque se adapta, porque no se aferra exclusivamente a su pasado, sino que se entrega a construir un futuro que ni siquiera podemos imaginar. El feminismo es un movimiento político y social, pero también una teoría política que se ha ido nutriendo paso a paso durante generaciones. Y gracias a esa lucha constante logramos que lo que se ocultaba como vida privada saltara a lo público.

Manifestación 8M en Las Palmas de Gran Canaria / Andrés Cruz / LPR
Cambios en el patriarcado
El patriarcado también muta. Cambia de rostro para perpetuar las desigualdades. Lo vemos en las nuevas formas de violencia, en las barreras invisibles, en los discursos que intentan domesticar nuestras aspiraciones. Por eso el feminismo que crece, vibra y se reorganiza una y otra vez, sigue siendo imprescindible. No sólo para defender derechos ya conquistados, sino para seguir cuestionando todo aquello que limita nuestra libertad: desde la precariedad laboral hasta la imposibilidad de decidir libremente sobre nuestros cuerpos, nuestras casas, nuestras fronteras.
Cada vez que salimos a la calle, cada vez que nombramos una injusticia, estamos tejiendo un futuro más libre. Aunque intenten convencernos de que ya no hace falta, aunque crean que nos resquebrajamos porque somos diversas, plurales y a veces incluso ponemos desacuerdos propios sobre la mesa, aunque quieran relegar nuestra lucha al pasado, sabemos que todavía queda mucho por hacer. Porque por muchas diferencias que existan, lo que nos une, la lucha por los derechos humanos de las mujeres, siempre tendrá muchas mas cuestiones que nos unen.
Y lo haremos juntas. Lo haremos sin dejar a nadie atrás. Lo haremos desde el feminismo en singular y desde los feminismos en plural. Lo haremos, como lo hemos hecho siempre: sin soltarnos de la mano y agarrando aún más fuerte a las más vulnerables. Recordándolas a todas: a las que están, a las que no están, a las que peligran y a las que vendrán. Porque sabemos que sin unas no estaríamos aquí, y sin otras no habrá mañana.
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