La animación en Canarias: de un sueño a una industria
La industria de la animación en Canarias se construyó sobre una base sólida, regada con esfuerzo, educación y perseverancia

Damián Perea rodando 'Podría ser peor' / Damián Perea

Mi pasión por el cine comenzó cuando tenía siete años. No fue la animación lo que me atrapó al principio, sino la idea de contar historias a través de la imagen en movimiento. Quería hacer películas, pero me encontré con un problema: no tenía buenos actores a mi alrededor, solo mis amigos que pronto se cansaban o no tenían la misma dedicación que yo. Cada fin de semana intentaba rodar algo nuevo, pero al final tenía más de cien películas inacabadas.
Un día, frustrado por la falta de constancia de mis amigos que hacían de actores, del enfado cogí una bola de plastilina que tenía cerca y me dije: «Si no puedo tener actores, me los crearé». Así nació mi amor por la animación. Al ver a mis personajes cobrar vida por primera vez en la pantalla sentí algo parecido a lo que debe haber sentido el Dr. Frankenstein cuando gritaba «¡Está vivo!». Fue un flechazo instantáneo.
Pero la animación en aquel entonces no era fácil. Tenía que enviar mis películas a Madrid para que las revelaran, lo que llevaba semanas. Y si cometía un error, debía repetir todo el proceso. Además, todo el mundo me decía que no me dedicara a eso, que iba a morir de hambre. Era un trabajo tedioso en todos los sentidos, pero valió la pena: mi primera película de animación, Podría ser peor, se convirtió en la primera película animada de la historia de Canarias y fue nominada al Goya en el año 2000.

Fotograma de 'Podría ser peor'. / Damián Perea
Desde entonces, ha llovido mucho. O, mejor dicho, ha llovido poco, pero constante, como les gusta a los agricultores. Porque la industria de la animación en Canarias no surgió de la nada. Se construyó sobre una base sólida, regada con esfuerzo, educación y perseverancia.
Sembrar talento antes de atraer inversión
Cuando comencé a predicar sobre la animación en Canarias hace ya 26 años, la formación no se veía como una prioridad para la industria. Se pensaba que educación e industria eran caminos separados, pero yo sabía que no se podía construir una industria sin talento local.
Por eso, apostamos por la educación desde la base. Creamos desde Animayo (festival made in Canarias) el Sistema Educativo Animayo, un modelo que enseñaba a los niños a ver, a hacer y a pensar de manera crítica a través del audiovisual. En lugar de aprender en una pizarra, los niños adquirían conocimientos haciendo cine. Mientras escribían guiones, aprendían a redactar. Mientras desarrollaban historias, aprendían a debatir y a trabajar en equipo. Al final del año, teníamos una hora de películas hechas por niños para niños.

Fotograma de 'Podría ser peor'. / Damián Perea
Muchos de esos niños han crecido y hoy trabajan en la industria. Algunos han llegado a estudios como DreamWorks, Skydance, MPC, Double Negative e Illumination. Muchos otros se han quedado en Canarias, ayudando a fortalecer un ecosistema que antes no existía.
Las becas: abriendo puertas al mundo
En aquellos inicios, Canarias no tenía escuelas ni universidades especializadas en animación. Así que dimos un paso más: empezamos a otorgar becas para que los jóvenes pudieran formarse en las mejores universidades de España. Lo que comenzó como una iniciativa modesta ha crecido hasta superar los 600.000 euros en becas, permitiendo que cientos de estudiantes encuentren su camino en la industria.
Hoy en día, ya existen universidades y escuelas en Canarias que imparten animación, lo que demuestra que la apuesta por la educación ha dado frutos y los talentos ya no tienen que salir fuera para formarse. Por otro lado, la tecnología nos trajo la formación on line permitiendo acceder a las mejores universidades y escuelas sin salir de casa.

Fotograma de 'Podría ser peor' / Damián Perea
Los incentivos fiscales: un motor sobre suelo fértil
Hace diez años llegaron los incentivos fiscales, convirtiendo a Canarias en uno de los destinos más atractivos para la producción de animación en el mundo. Sin embargo, los incentivos por sí solos no habrían servido de nada si aquí no hubiera talento preparado.
Afortunadamente, para cuando las empresas llegaron, ya el terreno estaba abonado y sembrado. Había jóvenes formados, listos para trabajar en la industria. Algunas compañías tuvieron que complementar con profesionales de fuera, pero también encontraron talento local. Así, Canarias pasó de ser un lugar con potencial a convertirse en un polo real de producción.
Hoy, hay más de 16 estudios de animación en el Archipiélago, entre los que se destacan: Fortiche, BMCAFF Studio, Ánima Kitchent, Derrotero VFX, Koyi Talent, Iro Pictures, 3 Doubles Producciones, Tomavision, Mondo TV Producciones Canarias, Windlanders, Drakhar Studio, B‑Water Studios, Atlantis Animation y Studio Nowake. Estas empresas, con sus nombres resonando en el panorama audiovisual, son parte fundamental del ecosistema que hace de Canarias una industria vibrante y en constante crecimiento.

Fotograma de 'Podría ser peor' / Damián Perea
Algunos de estos estudios emplean a más de 150 personas, creando proyectos que duran años y generan empleo estable. La animación, a diferencia del cine de acción real, no es una industria efímera. No son rodajes que duran unas semanas y luego desaparecen. Son proyectos a largo plazo que crean empleo y oportunidades de desarrollo personal.
Muchas de las personas que vinieron a trabajar en animación en Canarias han formado familias aquí, sus hijos van a colegios locales y han echado raíces.
El mayor orgullo: los Animayitos
A lo largo de estos 20 años, he visto cómo generaciones enteras han crecido con Animayo. Muchos jóvenes que pasaron por el festival son hoy profesionales en la industria, dentro y fuera de Canarias.

Fotograma de 'Podría ser peor'. / Damián Perea
Recuerdo un día en el aeropuerto de Madrid, cuando un joven se me acercó y me dijo: «No me conoces, pero quería darte las gracias. No tenía ni idea de qué hacer con mi vida y gracias a Animayo, ahora estoy aquí estudiando». Esas palabras son el mayor reconocimiento que nuestro equipo puede recibir. Y en mi caso particular, no sé lo que es ser padre, pero creo que lo más parecido que he sentido es el orgullo que tengo por estos jóvenes, mis Animayitos.
El futuro sigue creciendo
Si algo he aprendido en estos años es que mi papel ha sido el de arremangarme y, de la mano del maravilloso equipo que me rodea, así como de los patrocinadores principales y colaboradores de Animayo, cual agricultor, preparar la tierra, sembrar semillas, regarlas con dedicación y paciencia, y esperar a que den frutos.
Hoy, la animación en Canarias no es solo un sueño o una posibilidad. Es una industria real, con empresas, formación y oportunidades. Pero todavía queda mucho por hacer.
Seguiré sembrando con el mismo amor y dedicación como todos estos años. Porque si algo he aprendido en este camino es que, cuando riegas con pasión y compromiso, la cosecha siempre llega.
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