Los ‘guardianes’ del legado de los pastores majos

Las Apañadas de costa de Fuerteventura, una tradición ancestral que ha sido declarada Bien de Interés Cultural por el Gobierno de Canarias, movilizan a medio centenar de pastores para el control de las cabras salvajes

Apañadas de Fuerteventura.

Apañadas de Fuerteventura.

Jorge Dávila

Santa Cruz de Tenerife

Tal y como sucedía en el lejano Oeste, cuando los aguerridos vaqueros se ponían al frente de las manadas de reses en busca de frondosas praderas de pasto y generosos abrevaderos, en Fuerteventura aún queda medio centenar de ganaderos que participan en las apañadas de costa, actividad que acaba de ser reconocida como Bien de Interés Cultural Inmaterial (BIC) por el Gobierno de Canarias con la máxima distinción y categoría de «conocimiento y usos relacionados con la naturaleza, el cielo y el mar». Esta actividad ancestral cuajó en otros puntos del Archipiélago, con unos matices que le entregaron una seña de identidad propia, como en los espacios rurales de Anaga (Tenerife), sobre los riscos de Tamadaba (Gran Canaria), entre los silencios de La Dehesa (El Hierro), en la planicie de El Jable (Lanzarote) o en la sinuosa garganta del Barranco de Las Angustias (La Palma). 

Estas prácticas pastoriles ya se llevaban a cabo en épocas prehispánicas y su legado continúa vivo en tierras majoreras, epicentro del reino de los mahos o majos [fueron los primeros pobladores de Fuerteventura (majoreros) y Lanzarote (majo) antes de la conquista del siglo XV]. La faena consiste en reunir en la gambuesa, construcción cerrada en la que se acorrala a los animales, el ganado salvaje que durante la estación de invierno vive en los terrenos de costa o mancomún.

Las apañadas se hacen para verificar el estado del ganado, ahijar y marcar a las crías -los pastores observan su comportamiento en relación a sus madres- antes de entregárselas a sus propietarios, capar a los machos jóvenes y escoger ejemplares para el consumo. En esencia, el procedimiento es similar al que se describe en la crónica normanda Le Canarien, donde se menciona que la cabaña ganadera estaría por encima de las posibilidades del territorio, sus recursos y capacidad de la población para controlarlas y vigilarlas... El arquitecto, historiador e ingeniero militar italiano Leonardo Torriani, autor de los primeros escritos del pasado de Canarias y del primer plano de la ciudad de San Cristóbal de La Laguna, menciona en un texto que en la Isla existen 60 mil cabras y ovejas juntas, cuatro mil camellos, otros cuatro mil burros, 1.500 vacas y unos 150 caballos de monta... de modo que tiene más de 70 mil cabezas de ganado salvaje: la cabaña caprina, por citar un ejemplo, ocupaba una densidad entre los 17 y 35 animales por kilómetro cuadrado. El censo de animales ha descendido considerablemente respecto a los registros de entonces, donde no sólo se realizaban apañadas de cabras y ovejas sino que el radio de acción se amplió a burros y camellos asilvestrados que estaban arrasando la vegetación, pero el eje principal de este movimiento ganadero no ha cambiado en exceso. Y es que de esa herencia aborigen queda la captura colectiva de ejemplares caprinos para su identificación, marcaje y entrega a sus legítimos dueños. 

Medalla de Oro de Canarias

La escasez de alimento es una de las principales razones que provoca la suelta de cabras en Fuerteventura, el núcleo informativo de este Enfoques tras la obtención de una catalogación BIC cuyo punto de partida se localiza en el área de Patrimonio Cultural del Cabildo de Fuerteventura -datado el 14 de octubre de 2022- y que antes recibió un guiño cómplice por parte del Ejecutivo regional a raíz de la concesión de la Medalla de Oro del Gobierno de Canarias 2020 a cinco comisionados de costa: Tomás Acosta Cabrera (Pozo Negro), Nicolás Herrera Cabrera (Valle de la Cueva), Vicente Hernández Santana (Betancuria), Juan Pérez Viera (Jandía) y Antonio Cabrera (Jarugo).

En la última actualización de datos avalada por la institución insular majorera queda constancia de que las gambuesas que permanecen activas se localizan en Tablero Vega Vieja (Puerto del Rosario); Valle de la Cueva (Antigua); Llanos de Caleta Blanco y en Pozo Negro (Pájara); Rincón de Verodal y Morrito de los Descansaderos (Betancuria); Llano del Sombrero, en Ajuy, y Valle de Janey (Tuineje) y en el barranco de Majadas Prietas y Las Rositas. Además del legado familiar, blindado de generación en generación, en la actualidad hay seis colectivos que velan por dar continuidad a un oficio donde nunca sobran manos. «Hay que tener una buena planificación a la hora de organizar las apañadas porque casi siempre vamos los mismos», relata un pastor de la Península de Jandía. Esos apoyos son la Asociación de Ganaderos de Antigua (Antigua); Asociación de Ganaderos de Punta La Nao (Pájara); Asociación de Ganaderos del Mal Nombre (Pájara); Mancomún de Puerto del Rosario Puipana (Puerto del Rosario); Asociación Tradiciones y Costumbres Ganaderas del Mancomún de Betancuria Gamare (Betancuria) y la Asociación de Ganaderos de Costa Tuineje La cabra Morisca (Tuineje). Ésta es su principal armadura que, además, cuenta con una sólida raigambre en los municipios de Pájara, el que mayor número de gambuesas tiene censadas con 17 corrales [no todas están activas], Antigua (13), Betancuria (3), Tuineje (3) y Puerto del Rosario (3).

El ‘sheriff’ está al mando

El comisionado es la máxima autoridad en una apañada. Nasa pasa sin que él se entere cuando se convoca una recogida del ganado que se ha diseminado por barrancos, montañas o valles. Debido a los accidentes geográficos que hay que salvar para acceder a los enclaves en los que se parapetan las cabras en ocasiones hay que tejer alianzas con especialistas del salto del pastor. El hecho de que éste sea el mamífero que mejor se adapta a las exigentes condiciones climáticas de la Isla lo convierten en el único protagonista de un quehacer que tiene unas profundas raíces etnográficas.

Aunque no haya una ley que reglamente todo lo que ocurre en una apañada, nada se deja al azar y se tira de los galones del comisionado, lo que sería un sheriff de un western, y las normas consensuadas entre los ganaderos que han sobrevivido al paso de los años y que tienen que ver con las conductas y creencias de un oficio que sigue teniendo un peso específico a la hora de generar la producción de carne y pieles. Y es que las cabras que participan en las apañadas no suelen ser una bendición a la hora de producir leche, entre otros motivos, por la dificultad de realizar el ordeño.

Cada mes se convoca al amanecer, dentro de 28 días se programa en Betancuria, a los pastores para que se posicionen en las cabeceras de los barrancos y los filos de las montañas que marcan el perímetro de la costa que se quiere apañar. Las piezas, al igual que ocurre en un tablero de ajedrez, se distribuyen de manera estratégica en función de la experiencia, pericia y agilidad del pastor. En cuanto el mando da la orden comienzan las maniobras de achique. Los ganaderos tiran de la lata (una vara de toque) y de los perros para ir tocando a las cabras y que éstas corran en dirección a la gambuesa. Esta fase se puede alargar durante varias horas en función de la distancia que se tenga que recorrer hasta el corral: el desarrollo tecnológico posibilita a día de hoy que tras una consulta del GPS de un reloj se conozca que un ganadero puede recorrer entre 12 y 15 kilómetros [más de 17.000 pasos] en una jornada de trabajo que se amansa cuando los animales se calman en el cabrerizo y empieza el castrado de los baifos para su engorde, se marcan los ejemplares más jóvenes y se realiza una selección para ver cuáles se sueltan, los que se incorporan a la cabaña que produce leche y los que se destinan a la matanza. 

El ganado de costa, que goza de total libertad y sin vigilancia del pastor, se recoge en los terrenos comunales o costas ganaderas y en un porcentaje alto lo conforman aquellos animales que el ganadero no desea tener en su rebaño doméstico porque son poco productivos, es decir, cabras viejas, machorras y machos. Eso sí, puntualmente revisan las cotas más próximas a sus casas para ver si la población ha aumentado con recién nacidos que se marcan antes de pasar a formar parte de su ganadería: los baifos que no tienen identificación se incluyen en un grupo denominado guanil o salvaje, en el que pueden existir algunos adultos que no tienen dueño y, por lo tanto, «caen» una vez sí y la otra también en las apañadas. No suelen ser reclamados por falta de carne o porque pueden ser una mala «influencia» [comportamiento agresivo] para el resto del rebaño. 

Cuando en la gambuesa reina la calma se procede a «apartar» el ganado siguiendo tres criterios: en un lado se colocan las cabras paridas y las crías, en otro las de ordeño y en un tercer bando aquellas que sus dueños quieran retirar de la costa por distintos motivos: los animales que no están identificados se quedan en un espacio delimitado mucho más reducido y ahí comienzan las operaciones de registro y marcaje. En el caso de que el ganadero-propietario de un baifo no se presente en la apañada éste no se marca. Eso es algo que se hace desde el siglo XVIII y en los libros de entrada de los ayuntamientos se constata la presencia de 208 marcas procedentes de Casillas de Ángel (18%), La Oliva y Villaverde (11%), Tindaya (9%) y las localidades de Ampuyenta y Tetir (7%). 

Los ganaderos son convocados al amanecer en las cabeceras de los barrancos y los filos de las montañas que marcan el perímetro de costa que se quiere apañar

La marca de una familia, que se puede heredar e incluso poner a la venta al mejor postor, suele hacerse a partir de varios cortes en distintas zonas del cuerpo, en las orejas y en la nariz. Actualmente se ha optado por una metodología «menos agresiva» gracias a los sistemas crotales y dispositivos electrónicos o microchip. Los nuevos datos recogidos en una apañada se aportan con posterioridad al libro de marcas que existe en cada consistorio. Un ejemplo de esta especie de DNI caprino lo podemos encontrar en los tres golpes -Tajo, Puerta y Teberite- que pertenece a la familia Pérez pero, a su vez, se puede introducir una variable más cuando el animal pertenece a uno de los hijos del ganadero titular del rebaño: la marca original la hereda el hijo menor y a los otros descendientes se le añaden unos pequeños detalles que se denominan diferencias. De esta manera, se va consolidando un legado que cuenta con una historia que dura ya varios siglos. 

La economía familiar de los ganaderos gira en torno a unos «salvoconductos» que casi son un papel mojado ante las múltiples amenazas que se ciernen sobre los pastores más antiguos: la dificultad para encontrar un relevo generacional, el encarecimiento de los forrajes con los que alimentar a los animales -la guerra de Ucrania y el conflicto entre Israel y Hamás han mermado las compras-, las críticas de los grupos animalistas sobre algunas de las prácticas que se ejecutan en las apañadas, la escasez de territorio frente al avance del desarrollo urbanístico, el discurso apocalíptico del cambio climático o las numerosas trabas burocráticas que hay que vencer para colocarse al frente de un rebaño han mermado mucho el ejército de cabreros que queda en suelo majorero. «En el arranque del siglo XX era imposible no encontrar uno en una familia rural, pero hoy vivir en el campo no es una garantía de que haya una persona que desarrolle su vida en torno a la agricultura y, mucho menos, la ganadería», admite Pedro, propietario de una cabaña en Betancuria, que dispone de un mancomún que abarca el 29,20% del territorio municipal y un 1,8% de la superficie de la Isla. 

Cada familia es dueña de su marca, que está registrada en el Ayuntamiento, y ésta se puede traspasar a sus descendientes e incluso ponerla en venta al mejor postor

Los pastores están bajo las órdenes del comisionado y sus funciones son el cuidado, marcaje y bienestar del animal. Éstos son los encargados de dar los golpes [cortes en las orejas] en función de la marca del propietario: las diferencias, que sólo pueden ser seis, las ponen los hijos varones del pastor, es decir, cada uno de ellos «graba» el sello [marca] de su padre más una diferencia. La del hijo menor sólo tiene un golpe y se denomina marca limpia: dos en una oreja y un tercero en la otra. En los documentos oficiales aparecen 18 golpes [Agusá, Bujero, Bocao, Bujero rompío, Cuchillá, Chichofe, Espuntáa, Garabato, Hoja de Higuera, Jandía, Jarpa, Jiga, Jorqueta, Mamella, Postigo, Puerta, Tajo y Teberite] a partir de las cuales se ramifican otros dueños. Esos cortes guardan una gran similitud con los que se realizan a otros animales de rebaño en el resto de las Islas, donde el pastoreo no tiene el mismo calado que Las Apañadas de costa de Fuerteventura.  

Las claves para apañar cabras

Algunos de los ganaderos más viejos del lugar ni siquiera recuerdan cuándo se empezó a construir la gambuesa que hoy utilizan en las apañadas. Saben que es una tradición ancestral, heredera de la cultura de los mahos [primeros pobladores de las islas de Fuerteventura y Lanzarote] y sus antepasados ya participaron en una actividad pastoril que maneja un lenguaje propio; unas claves resumidas en estas minúsculas píldoras informativas. 

AHIJAR. Consiste en observar a una cría y relacionarla con una madre. Sirve para asociarla con un ganadero antes de ser marcada por los pastores.

APAÑADA. Es la acción de recoger ganado cabrío de suelta [salvaje] para ir encerrándolo en las gambuesas existentes en zonas comunales. 

AULAGA. Planta o arbusto incluido en la familia de las fabacéas [leguminosas] que supone, junto con los cardones, el principal alimento de las cabras. 

BARDINO. Perro natural de Fuerteventura que se usa en esta actividad pastoril. Son de color verdinegro, con rayas irregulares, y tienen una gran fuerza. 

CERCO. Espacio al que los pastores conducen el ganado recurriendo a gritos, silbos, perros o piedras para guiarlo hasta la gambuesa asignada.

COMISIONADO. Es la máxima autoridad en una apañada. Todas las decisiones pasan por él y su labor está refrendada por el Ayuntamiento.

GANADO DE COSTA. Ejemplares caprinos que pastan en libertad y en estado semisalvaje. El estado de los rebaños se controla en las gambuesas.

GAMBUESA. Corral construido con piedras -puede ser de distintas dimensiones- donde se recoge el ganado que se cría suelto durante una apañada.

GUANIL. Término asociado al ganado no marcado que se suelta [se desconoce su dueño] tras una apañada. En él también se incluyen a los baifos recién nacidos.

JUNTA. Punto de encuentro acordado por el comisionado y los ganaderos para controlar el número de personas disponibles que van a participar en la apañada.

LATA. Vara larga que utilizan los pastores en el cuidado de los rebaños. Su protagonismo es máximo camino de la gambuesa. 

MARCAJE. Lo realiza un pastor con un cuchillo antes de devolver el ganado a la costa tras las apañadas. Cada propietario tiene su identificación familiar.

REPARTO. Tras celebrar la junta, el comisionado designa los lugares en los que se van a colocar los ganaderos para dirigir los movimientos del rebaño.

SEGUNDO. Es la segunda persona a cargo de la apañada. Su designación corre a cargo del comisionado y es el encargado de repartir y controlar a la gente. | J. D.

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