Los ‘alcaldes’ de las gambuesas
Nació en 1946 en Antigua, fue por primera vez a una apañada con once años y desde hace cinco décadas es el comisionado de Betancuria
Vicente Hernández Santana cuenta desde dentro cómo se vive esta actividad pastoril
«Es duro, sobre todo, para el que viene por primera vez y no vuelve», apunta

Apañadas de Fuerteventura.
Jorge Dávila
Lo de tal palo, tal astilla se cumple a rajatabla en su caso. Bisnieto, nieto e hijo de ganaderos que fueron a las apañadas, Vicente Hernández Santana (Antigua, 1946) es el comisionado de Betancuria desde hace medio siglo, una especie de «alcalde» y, por lo tanto, la máxima autoridad en una actividad pastoril que conoció por primera vez cuando sólo tenía once años. Padre de nueve hijos, «tres machos y seis hembras», dos chicos y una chica han seguido sus pasos como propietarios de una explotación de ganado manso.
Él y otras cinco personas [Antigua, Betancuria, Pájara, Puerto del Rosario y Tuineje] desempeñan un cometido que se gana a partir de la «credencial» que otorga el alcalde y el concejal responsable del área de ganadería del Ayuntamiento que cuenta con zonas de mancomún. La de Vicente se la entregaron en 1975 y aquí sigue, ya preparando la apañada que se va a celebrar el próximo 29 de marzo. «Está invitado», señala no sin realizar unas advertencias básicas. «¡Si se viene, venga preparado! Esto es duro, sobre todo, para el que viene por primera vez y no vuelve más», sentencia una de las Medallas de Oro de Canarias de 2022.
Los ganaderos de la zona son los que eligen al comisionado y trasladan su propuesta al ayuntamiento. La experiencia, que dicen que es la madre de todas las ciencias, es una de las virtudes que mejor se valora a la hora de votar a su representante. Otras mañas a tener en cuenta es la habilidad para arreglar conflictos, conocimiento de los animales, del territorio y las marcas que se usan para vincular una cabra con un propietario.
Vicente vivió su primera apañada con once años, es hijo y nieto de ganaderos que hicieron apañadas y lleva cinco décadas ejerciendo como comisionado de Betancuria
Vicente está a cargo de las gambuesas de Llanos del Sombrero, de Janey, Nueva y La Ventosilla: las otras se distribuyen en los lindes municipales de Pájara (17), Antigua (13), Tuineje (3), Puerto del Rosario (3) y en la última apañada (4 de febrero) llegó a reunir a 1.400 cabras con la ayuda de medio centenar de aliados. «Suelen participar 50, 60 o 70 personas y, a veces, vienen de Gran Canaria o Tenerife», puntualiza sobre una faena que arranca con los primeros rayos de sol y termina en pleno atardecer. La dureza, sobra decirlo, es extrema y las horas de pateo se amontonan casi sin tregua. «Paramos a echarnos un poco de agua o cuando decidimos organizar la comida [un cocinero hace una paella, un guiso de carne con papas y en ocasiones hasta una cazuela], pero en una jornada se pueden recorrer entre 12 y 15 kilómetros... No es un camino recto, sino que andamos pa’ arriba y pa’ abajo, incluso, pasamos más de una vez por el mismo punto. Sí. Es un trabajo duro, pero yo lo disfruto como un niño», aclara.
Sobre el futuro que le aguarda a esta tradición, Vicente es optimista. «Más ahora que parece que los políticos se han dado cuenta que es una actividad que hay que proteger... En una apañada siempre hay gente joven; diez o doce chicos/as que vienen a ver de qué va esto, pero a la siguiente sólo repiten tres o cuatro», avanza sin perder de vista que para lidiar con animales salvajes hay que tener ciertos conocimientos: «Lo normal es poner a alguien que sepa con una persona que está aprendiendo, pero dos que no dan un palo al agua nunca van juntos», resume.
Padre de nueve hijos, tres varones y seis hembras, su actividad diaria se asocia con la explotación del ganado manso y asegura que «la carne de cabra salvaje es la más sabrosa»
Entre los cometidos asignados a un comisionado hay una especie de decálogo que hay que cumplir sí o sí: velar por que el ganado de costa siempre disponga de agua y comida; organizar las tareas de limpieza de las fuentes para evitar la aparición de parásitos; recaudar dinero entre los ganaderos para comprar el alimento de los animales; nombrar y organizar las apañadas; planificar el mantenimiento y conservación de la costa; vigilar el control de acceso de las personas a la zona de trabajo; notificar al Ayuntamiento cualquier posible infracción o desobediencia continuada de un ganadero; la elección de un «delantero» o «lantrero», que es un pastor que ocupa una posición adelantada y cuya misión es evitar que las cabras causen daños en un área de cultivo y la gestión del censo caprino en una zona común.
Otra de las cuestiones que mejor valora Vicente a la hora de defender esta faena tiene que ver con la gastronomía local: «La carne de cabra salvaje es la más sabrosa; no tiene nada que ver con los animales que se destinan a la producción de leche», reconoce sin dar margen a la duda el comisionado.
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