La galería y el museo

Imagen del lateral del TEA al lado del Barranco de Santos, enlace entre la vieja y la nueva Santa Cruz.

Imagen del lateral del TEA al lado del Barranco de Santos, enlace entre la vieja y la nueva Santa Cruz.

Pedro Pinto

Con motivo del día internacional de los museos, que se celebra el próximo 18 de mayo, se me ha invitado a opinar, o más bien contar, desde mi punto de vista como galerista, las vicisitudes que afrontamos para sacar adelante nuestra labor y cómo veo el devenir de nuestro sector y los agentes que en él participan.

Como es costumbre (por algo será) debemos referirnos a la singularidad de nuestro territorio para poder tener una mejor perspectiva de la situación y de la complejidad inherente a la ultraperiferia en la que vivimos y trabajamos.

La definición de galería de arte contemporáneo a priori parece bastante simple. Para los que no son muy cercanos a este campo puede verse como un espacio en el que se expone y ofrece arte contemporáneo a quien pase por allí. No es el caso, el concepto va mucho más allá, es más complejo y sobre todo necesario para el tejido artístico en el que se localiza la galería.

Trabajamos con varios objetivos y posiblemente el principal sea la representación de artistas, trabajar junto a ellos para que crezcan sus carreras y con ellas la propia galería. Para esto nos centramos en exposiciones en el propio espacio, asistencias a ferias nacionales e internacionales, bienales, colaboración con otras galerías de arte y museos, además de, por supuesto, la comercialización de la obra artística y el asesoramiento a coleccionistas privados y colecciones públicas e institucionales.

Esa sería una forma sucinta de hablar de nuestro cometido en el entramado artístico, aunque podría extenderme para explicar por qué me dedico a esto y por qué considero que es un eslabón clave para que funcione toda la maquinaria del arte contemporáneo.

Volviendo a la celebración del día internacional de los museos, me lleva a la colaboración que creo que debe haber entre los centros museísticos y las galerías de su entorno, algo en absoluto baladí, pues esa relación, o mejor dicho esa buena relación, beneficia a los principales agentes del sector, el artista como inicio y el espectador como final de la cadena. Considero que un museo de arte contemporáneo tiene la dificilísima tarea de ser testigo de su tiempo y de su entorno, y ser capaz de transmitir a sus visitantes lo que cabe destacar bajo esos dos parámetros, pero también debe ser un puente de doble sentido, importador y exportador, acercar a su público propuestas externas que agiten la escena cultural local, que motiven, sorprendan, eduquen y dejen huella, y exportar lo más destacable de su producción, es decir, contar al mundo lo que se hace aquí, relacionarse con otras instituciones para facilitar el acceso del público de otros lugares a los artistas y proyectos de nuestras islas.

Pero la situación que vivimos en el archipiélago y más concretamente en Tenerife (que es lo que más cerca me toca) me provoca una inmensa pena, pena porque las buenas relaciones que antes caracterizaban a nuestro sector hace ya varios años que han desaparecido, no somos capaces de reconocernos unos a otros, de valorar el trabajo que desarrolla cada uno de los agentes del arte. Sin ir más lejos, desde hace ya varios años la conexión que debería haber entre una de las más importantes galerías de las islas (Artizar) y el museo de su tierra (TEA) es inexistente, siendo los artistas los más perjudicados por ello.

En Canarias hay un talento abrumador, grandísimos artistas que deben pelear con todo lo que tienen para darse a conocer, con demasiados factores en contra como para que sea algo fácil sacar adelante la carrera de un artista que quiera vivir de su arte

Son ya muchos años, desde 1989, los que la Galería Artizar viene realizando una tarea crucial para la cultura en Canarias, incrementado en la última década con la internacionalización de la galería y con ello de los artistas a los que representa, la mitad de ellos canarios. Asistencia a ferias en Chicago, Miami, México, Madrid, bienales como las de La Habana, colaboraciones con otras importantes galerías nacionales e internacionales, inclusión de las obras de jóvenes artistas de las islas en colecciones privadas e institucionales por todo el mundo, etc. Pues ni con todo esto parece que la galería sea digna de atención (quizás sea pedir mucho) por parte del principal museo de arte contemporáneo de la isla. Harto difícil no pensar que se trata de algo personal, y más cuando, a pesar de todo el esfuerzo que se realiza para motivar y exponer lo mejor de cada uno de nuestros artistas, parece que éstos no merecen ni un minuto del valioso tiempo del director del museo de su tierra. Entiéndase bien, no tengo ningún interés en tomar café con los dirección actual del museo, pero cuando un artista pasa un año desarrollando un proyecto, lo mínimo exigible para alguien que cobra un salario que pagamos todos, es que haga su trabajo y se moleste en conocer de primera mano las propuestas que con admirable compromiso se están desarrollando a escasos kilómetros de sus despachos.

El museo no deja de ser un servicio público, un servicio cultural para el público. Dependerá de la gestión de turno que se acerque a más o menos a los ciudadanos, que se convierta en un quehacer más o menos apetecible, que seduzca a la gente del entorno a apreciar y consumir arte. Pero no sólo es un servicio público porque ofrece algo al espectador, lo es también porque se mantiene con dinero público, no se trata de una fundación privada, una colección privada o una galería privada, que pueden hacer y deshacer a su antojo con sus propios recursos. Nada más lejos, un museo como TEA es un centro que pagamos todos y al que todos debemos exigirle.

En Canarias hay un talento abrumador, grandísimos artistas que deben pelear con todo lo que tienen para darse a conocer, con demasiados factores en contra como para que sea algo fácil sacar adelante la carrera de un artista que quiera vivir de su arte. Pocas galerías, y muy pocos alicientes y recursos, además muchas trabas geográficas.

Desde la galería Artizar ponemos todo de nuestra parte, todo para crecer, crecen sus expectativas, crece su repercusión, crecen sus artistas, crecen sus fondos, y, cada día más, crecen los proyectos que interconectan a un sinfín de aficionados al arte, desde coleccionistas hasta seguidores en las redes, desde artistas hasta curadores, desde La Laguna hasta donde haga falta, pues como mencionaba al principio de este escrito, hace falta, hace mucha falta salir fuera de las islas para mostrar el inmenso talento que hay aquí y que, como vivimos hace un mes en la feria de Chicago, deja huella en todo el que se planta delante de las obras de artistas como Marco Alom (Tenerife, 1986) o Carlos Nicanor (Gran Canaria, 1974), y consigues que pasen a formar parte de importantes colecciones y accedan al interés curatorial por sus trabajos en foros internacionales.

Pero no hay que irse tan lejos, en Canarias se hace un mundo visibilizarse dentro del propio país, mientras las galerías y los artistas de Madrid o ciudades periféricas de la península lo tienen mucho más sencillo. A nosotros nos pesa enormemente ese pequeño apéndice que aún no nos permite ser ni españoles ni europeos de pleno derecho, hablo de handicaps como las sangrantes aduanas o la geografía que nos aleja de la red artística y cultural tan centrista y capitalina que tiene nuestro país.

En definitiva, estamos trabajando en el camino que creemos que debe seguir una empresa como la nuestra. Una galería de arte contemporáneo se disfruta y se potencia mucho más si hay un tejido artístico y cultural bien conectado, transparente y respetuoso entre sus agentes, pues como he dicho antes, eso beneficiaría enormemente a los artistas y al ciudadano, para mi, esos son los dos protagonistas de esta cuestión.

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